La vida es laberinto de caminos, pues varios se presentan al azar, e ignoras que trayecto has de tomar. Y llevan, diferentes, a destinos: que sueles ignorar.
Admiro a Schopenhauer cuando dijo palabras tan nefastas de este mundo y empiezo a comprender a Segismundo vendiendo su alma al diablo. El que maldijo la suerte de morir, tan iracundo.
Luchas cainitas, destrucción y muerte conflictos y más guerras. Los matones se muestran pululando a borbotones con ansias de venganza. Que su suerte en manos siempre está de algunos pocos.
Recuerdo aquella cita, fue en otoño, tú andabas preguntándome quien era, atónita, al oír no lo supiera pues hube de inventar, como el bisoño se encuentra en una espera.
Cojo el móvil. Problemas. Ya sin datos. ¿Y ahora que voy a hacer?. ¡Maldita sea! Otra vez más metido en la pelea sin poder conectarme con mis gatos. ¡qué rabia! ¡me cabrea!
Mi mundo se alimenta de un incierto prejuicio, de escribir y de versar. A veces yo le saco a pasear por la extrecha rendija de mi huerto y empiezo allí a regar.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.