Pues que dios no es tan bueno como dicen, -yo hace un tiempo que no me chupo el dedo-. Ya no sirve de nada metan miedo pues debieran saber los que bendicen que nunca anduve ciego.
Quédate en silencio. Cierra los oídos. Solo, tú estás solo. Lo demás no existe. Si te sientes muerto, si te sientes triste, mira a tus adentros, palpa sus latidos.
Yo voy como las olas repicando del mar con su arrogancia enbravecido, que tiene el corazón ya resentido y sigue sin cesar con mazo dando y a ratos distraído.
Hace un tiempo rompí con mis caprichos, al cabo y al final no son más que eso, se insertan sin llamar dentro en tu seso queriéndote incordiar, vulgares bichos, y dártela con queso.
Dentro de poco se dirá que fuiste, -el pasado es un algo que se acaba-, que sale a navegar y no resiste. Se sabe a ciencia cierta que no huiste pues viste como el agua ya achicaba.
Soñé que yo era eterno, que nunca me moría, los sueños, ya se sabe, son como las veletas, que van a su albedrío, van dado volteretas chocando contra el viento cuando él se descosía o yendo a hacer puñetas.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.