Que el alma no se rinde, se resiste, haciéndose preguntas pasa el tiempo, intenta adivinar por qué viniste y nunca comprendió por qué te fuiste, ¡maldito contratiempo!
La vida es una estafa. Es evidente. Que aquí no pintas nada. Pues naces sin saberlo, de repente. Sin nadie preguntar ni ser consciente ya estás en la manada.
Te incrustaron rencor desde pequeño, tanto odio te inculcaron en tus venas que hoy te impiden soltar ya esas cadenas truncada por el tiempo en un mal sueño.
Porque tiene en los ojos dos goteras que desprenden sus llantos y lamentos, porque sabe contarte algunos cuentos para al fin ya salir por peteneras de tantos esperpentos.
Escucho con frecuencia que ha muerto fulanito, y espero si apostillan a ver qué edad tenía, después se me aparece la pena o la alegría según, como y el cuando del cielo el requisito a mi me tocaría.
Caía la nieve, lenta, suavemente, encima el tejado, sobre las iglesias, los huertos humildes y los cementerios, caía sin ruido, volando indolente, cual ser que es cautivo de sus anestesias...
Comprendo, yo no sé, nunca he sabido, debajo la ciudad si hay muchas ratas, entiendo, si es así, que andan a gatas y salen siempre en medio de un descuido sobre sus cuatro patas.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.