Yo vivo en un país que es comunista, allí donde uno siempre es el que manda, que él lleva la batuta en esa banda, se acata, que aquí nadie le rechista, o pierde la vianda.
De aquel río recuerdo su amargura, sus ansias de luchar saliendo a flote, el agua al salpicar de bote en bote, metiéndome yo allí hasta la cintura fardando de Quijote.
De niño me endosaban soplamocos y es hoy que ya soy viejo lo agradezco, y empiezo a sospechar si aún los merezco, que nunca me olvidé sorber los mocos, y de ello me entristezco.
¿Quién lo dijo? Lo dijo Gamoneda. Y es el pueblo además quien lo bendijo. Que la culpa la tiene la moneda que se mueve y que quieta nunca queda, la que tiene las llaves del cortijo.
A cuestas con mi caña de pescar, llevando en buen lugar mis aparejos, pasando voy la vida resistiendo, con cebo que no debe de faltar. Lo mismo sin son peces o cangrejos, que yo con poca cosa me entretengo.
Él tiene un huerto urbano pintado en una esquina en su terraza que espía y de los bichos va a la caza tratando de evitar que algún gusano a plantas signifique una amenaza.
Mis versos yo hoy extiendo por las Redes igual que el hortelano esparce las semillas con la mano buscando que adornado de mercedes, produzcan un buen grano.
Se dice de este mundo es un pañuelo, tan cierto es que hoy me acerco a navegar y en medio de las olas en el mar tropiezo con la punta de un anzuelo que intenta con sus artes atrapar.
Bebimos del mismo agua transparente, cruzaron nuestros pies los mismos charcos, salimos a la mar, los mismos barcos, sellamos nuestras vidas con un puente.
Mi vida es una historia inacabada comienza cuando acaba ya una guerra, de algunos que quedaron bajo tierra por culpa de una bala y una azada, o alguna motosierra.
Que el mundo ya la historia no digiere, mejor es se atraganta, se escapa un buen relato a su garganta mostrando solamente lo que quiere, aquello que a él le encanta.
Y qué será de mí cuando no esté, mis ojos ya no puedan ver el río ni chopos de la orilla con su hastío; de sólo sospechar que no veré ya me entra escalofrío.
¿Qué le pasa a este mundo, quién lo sabe? ¿enfermo, no está enfermo, está muy sano? ¿es joven, se resiente o ya es anciano? ¿los hombres son culpables de que acabe? Yo en esto soy profano.
María fue mi novia, la quería, después vino otra más y la siguiente, a todas las juraba yo, inocente, que un día hasta el altar las llevaría con un beso en la frente.
Nadie sabe de ti, todo se dice, se escribe, se publica, se comenta, no sé si eso es verdad o es que se inventa, si tú eres la Verdad que se bendice o si es que ese mensaje trae a
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.