A MI PERRITA ZOE (Mi poema)
Juan Esteban Fagetti (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA…de medio pelo

 

¡Zoe, así se llamaba de nombre mi perrita!
hoy ya nuestra mascota se encuentra muy viejita.
Feliz naciste un día para alegrar la casa,
jugábamos contigo, como un bebé de gasa.
Eras nuestro juguete, fiel, tierno y cariñoso,
cual de algodón muñeco revoltoso y mimoso.
Mas fue pasando el tiempo y tú fuiste creciendo
al ritmo en que las vidas nos iban consumiendo.
Testigo silencioso de risas y del llanto,
como el más fiel amigo que conoce una cuita
manteniendo el secreto hasta la última cita,
fiel a tu compromiso, lo que se dice un santo.
Añoro aquellas tardes al sol en la terraza,
sentado yo en la mesa, cercado de gorriones,
un café degustando en el bar de la plaza.
Cómo tú te quedabas observando, bribones,
esperando sin suerte, paciente darles caza.
Mas este último año dificil fue aguantarte,
te has vuelto insoportable, los avisos no atiendes.
Escucho algunos dicen que hay que sacrificarte
y sólo de pensarlo mis lágrimas enciendes.

Amiga, cuando faltes me quedará un vacío.
las tardes evocando, los ratos junto al río
del puente en la ladera que hay en Torrelodones,
con tus ágiles brincos saltando en la maleza,
en libertad gozando por la naturaleza,
del camino que cerca las urbanizaciones.
Disculpas hoy te pido, para mi es un mal día
que nunca imaginé que un día llegaría.
Perdóname, mi amiga, si me pongo a llorar.
Espero que en el cielo de animales caninos
te acuerdes de los años que junto convivimos,
si en algo te he fallado, me sepas disculpar.
©donaciano bueno

A mi perro/perra. D.E.P. Puntualmente, todas las tardes, cuando volvía del trabajo, ella me estaba esperando para sacarme a pasear. Hoy, me entra pereza, ya no tengo ganas.

MI POETA SUGERIDO:  Juan Esteban Fagetti

BUCEO (II)

En el Buceo, de noche,
se asoman al mar los muertos
El que no trisque confianza
que encienda una luna. Es cierto.
Y si los muertos se asoman,
de noche, al mar comunero,
es porque tañen aldaba
modistas y zapateros.

Son las deudas planetarias:
los deudos, ¿por qué pusieron
al difunto ropa nueva,
zapatos y traje negro?

Quien sigue una luna, vaya
por los fondos del Buceo.
Hay quien pesca para afuera
hay quien pesca para adentro.

El hombre de los ocios líricos

Dulce conformidad de la treintena…
Rostro aniñado y bello, y un silbido
rondador por las calles siempre solas.
Tan poca cosa, y ¡qué feliz, Dios mío!

De gorra humilde; mujeriego siempre.
Todo desgalichado, misterioso.
Peleador sin rival. Trompo en la danza.
Danza a la moda con el vals del cosmos.

La vecindad augusta no le arredra
de la nieve que abisma los collados.
Nada de nada, al fin. O el premio sólo
de una luz en el dombo ilimitado.

Flor en la landa; canto entre las ocas.
Paradojal en sumo grado; y sueña
en la verdad más dulce:
en la mala que peca…
por amar demasiado algunos versos.

Mediodía

Mediodía: el amor, el vino, el humo,
con las flores rosadas del sendero…
la hora y las dudas que execró Unamuno
con recia prosa cual un buen tendero.
El verso fluye cada treinta días
cuando lo impone Amor, malignamente.
(Es fama que los bardos se han jugado
por una dama sus mejores predios).
Así, este peregrino,
en un alto prudente del camino,
reverenciando a medias los asedios,
enhila su canción.
La canción del minuto. Balbuciente
si bien se mira, y vaga…
(Dicha a cambio de un beso que le halaga
y que aletea en su marchita frente).

Y dicha la canción, que le entusiasme
y ría Nietzsche, y Schopenhauer grazne.

En la noche

Como un noble filósofo, mi «viejo»,
en la quietud de la paterna casa,
«Los Subterráneos de París» repasa,
frunciendo a cada paso el entrecejo.

Mi buena madre, con feliz gracejo,
me proclama juicioso. Por la gasa
del cielo silenciosamente pasa
con tardo andar el nocturnal cortejo.

Comentan las julietas a porfía
los infaltables éxitos del día;
importuna el tic-tac de los segundos,

y mi imaginación, sin que lo sepan,
va con ensueños que al empíreo trepan
en peregrinación por otros mundos.

Se vela a un muerto

El zaguán y dos ventanas
abren tres franjas de luz
con las que pudiera hacerse
triste, deleznable cruz.

Este velorio en el pueblo
es el último bastión
de vida. A un paso del alba,
lejos, suena una canción.

Las calles muertas de miedo.
Dan las 2 y viene a ser
con su luces el velorio
faro en el amanecer
de antaño pueblo ilusorio

Quien va por la calle piensa
en la fragante emoción
de las chicas que sonríen
ante el fúnebre cajón.

Y allá, al doblar una esquina
yendo hacia la madrugada
el muerto nos dice: toma
mi alma, y tenla, bien guardada.

Soneto

Montado en una constelación,
así, pareces el antropoide
cabe un pingo de mar.
No un jinete
sino el camalote
que enciende la farola de una flor
sobre el aceite móvil.

Poeta: el soneto
es un féretro.
El olor del muerto
anda en torno nuestro,
contagioso, infecto.

Yo pagaré el entierro
y hasta cien gimoteros,
pues nadie de sus deudos
querrá perder un céntimo,
como heredero,
en hipotecas
y en alquiler de templos.

No al cementerio,
sino a un lazareto,
para que el océano,
el viento
y los cuervos
le echen una palada de plata
y el pésame a los deudos.

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Donaciano Bueno Diez
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