Amigo mío, Ignacio, en esta vida, hay cosas que merecen bien la pena los goces de esas noches de verbera, los roces de esa mano que, atrevida, quisiera navegar surcando el Sena.
Engáñate si quieres, tú te engañas, aquello que era tuyo ya no es, era, que fueron convirtiéndose en patrañas sacándote la sangre cual pirañas, no quieres admitir hoy tu ceguera.
Yo, aunque no lo creáis, siempre me beso, algunos hay dirán que es que estoy loco, me beso cuando cojo algún sofoco, cuando leo, levito, y me embeleso y lo hago despacito, poco a poco.
Y un día lo impusieron, un amigo ¿mas si yo no le conozco? eso es igual, es por tu bien, verás que es muy leal, silencioso y que siempre irá contigo, compadre de fatigas más cabal.
Me gustan las personas que son equilibradas, que al pan le llaman pan y al vino dicen vino, que nunca al comentar presumen de adivino, lamentos no han de dar por leches derramadas.
¡Zoe, así se llamaba de nombre mi perrita! hoy ya nuestra mascota se encuentra muy viejita Feliz naciste un día para alegrar la casa jugábamos contigo, como un bebé de gasa.
Se llamaba José y era mi amigo, jugábamos al mus en cualquier parte, pero un día se fue, no fui testigo, le llamé y le busqué y aun hoy lo sigo, pues nadie se ha de ir sin avisarte.
Permíteme, lector, te diga amigo, así nadie nos haya presentado y sea por azar que aquí has llegado. Que sepas que por eso te bendigo. espero sean mis versos de tu agrado.
Me gusta la gente que se enfrenta al monstruo que ve del mundo, el gran escenario. Me gusta la gente que camina siempre de pié sin molestar al contrario.
El tiempo firme siempre se pasea siguiéndole al destino inexorable, tratando de evitar que alguien le vea, el viento anda metido en la pelea a veces violento, otrora afable.
Un perro, mejor dicho una perra tuve yo,
era mi compañera, mi más fiel confidente
y un día de repente, de pronto se murió,
así y sin despedirse pues lo hizo de repente.