La vida es una estafa. Es evidente. Que aquí no pintas nada. Pues naces sin saberlo, de repente. Sin nadie preguntar ni ser consciente ya estás en la manada.
Te incrustaron rencor desde pequeño, tanto odio te inculcaron en tus venas que hoy te impiden soltar ya esas cadenas truncada por el tiempo en un mal sueño.
Porque tiene en los ojos dos goteras que desprenden sus llantos y lamentos, porque sabe contarte algunos cuentos para al fin ya salir por peteneras de tantos esperpentos.
Un pájaro he plantado en mi escritorio no sabe ni cantar, decir ni pío, posible es que el terreno esté baldío, se encuentre aun sin preñar en paritorio o acaso tenga frío.
Como la mayor parte, de pequeño yo era un niño glotón y muy egoísta. Mi madre, la misma que insistía en que a mi me comía a besos, frecuente, con rabia me reprendía: ¡hijo, ya está bien! ¿otra vez comiéndote
A veces beberás donde no haya agua si hay muchos como tú que la bendices, que allí es donde se cazan las perdices hurgando por debajo de la enagua de insignes meretrices.
A todos. A los que día a día son concebidos y nacen (excluyo a los que no llegan a buen término), los que vienen con un pan ya bajo el brazo y los que únicamente arrastran la miseria; los que
Te escribo hoy esta carta aun a sabiendas que nadie ha de coger, pidiendo que me dejes de joder, -consciente que el joder no admite enmiendas- y caso no has de hacer.
No tienen corazón los que a distintos les tratan con desprecio, presumen descender de un roble recio, y adoran sin medida a sus recintos poniendo un sobreprecio.
Pensé escribirte un día aun a sabiendas que nunca a tu destino llegaría, a fuer de ser verdad no conocía, mis ojos ocultando fui con vendas pensando en la ilusión que a mi me hacía.
Detrás de la mirilla veo espejos que observan fijamente a todos lados, la giro y aparecen mil reflejos, se acercan, visualizan desde lejos simulan ser trucados.
Y qué será de mí cuando no esté, mis ojos ya no puedan ver el río ni chopos de la orilla con su hastío; de sólo sospechar que no veré ya me entra escalofrío.
¿Qué le pasa a este mundo, quién lo sabe? ¿enfermo, no está enfermo, está muy sano? ¿es joven, se resiente o ya es anciano? ¿los hombres son culpables de que acabe? Yo en esto soy profano.
Estaba él descansando dulcemente ajeno a lo que ocurre, lugar donde la gente ya se aburre que allí se duerme en paz plácidamente y el tiempo no trascurre.
Del tiempo que ha pasado no me acuerdo, no sé nada, no existe ya constancia, se encuentra desnortado en su vagancia mandando a pasear a su recuerdo. Ya existe una distancia.
Un hombre es una cosa maliciosa que dicen lo hizo dios, dios no lo quiera, se mueve como pez en su escombrera y muestra como mantis religiosa* que a veces puede ser muy dolorosa
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.