Yo voy como las olas repicando del mar con su arrogancia enbravecido, que tiene el corazón ya resentido y sigue sin cesar con mazo dando y a ratos distraído.
Me levanto, preparo el desayuno, mientras me hago el café pongo la radio, arranco una hoja nueva al calendario, de nuevo un escenario inoportuno otro hecho funerario.
Morimos sin saber que nos morimos cada día, al minuto, cada instante, morimos siempre al tiempo que vivimos como el libro que espera en el estante nos vea aparecer y que le abrimos...
A cuestas con la muerte, siempre a solas, cansado ya de tanto caminar, se ha sentado en la arena frente al mar observando el susurro de las olas y ha puesto a divagar.
Te fuiste sin rezar ¡qué mal cristiano! No tienes corazón, nunca tuviste amor a la ciudad donde naciste, ni asiste de la mano a algún hermano, que a nadie bendeciste.
La tarde está muriendo. Y el ocaso se asoma silencioso en la colina denunciando a la vida y su fracaso, el tiempo que le resta tan escaso su exceso en insistir que es de propina.
Vino a verme y aun creo que fue ayer mas huyó con el rabo entre las piernas. Y hoy espero que no quiera volver, que a mi esencia la deje envejecer buscando si ha lugar de otras cavernas.
Nadie debe morir. El mar tampoco. Morir es destruir lo que antes se hizo. Es hacer que este mundo sea postizo. Morir, matar, morir es estar loco. La ruina del que sufre, es un destrozo.
Yo tuve el corazón hecho unos zorros. Ocurría en abril. Una mañana. Subía desde el campo a mi ventana el olor a frescor de unos matorros de una huerta cercana.
¡Qué pena! Hoy esta voz está de luto, no tiene ya vocablos. Su gangrena no pudo resistir, murió de pena y aún le quieren robar el usufructo en urna que es obscena.
La paz es como el mar sin olas que insistente se arrastra dulcemente nadando hasta la orilla, es esa brisa suave que lame tu mejilla y sientes que el amor te está tendiendo un puente ¡es una maravilla!.
Mataban los vivos, lloraban los muertos. los altos, los bajos, grandes o pequeños, los que allí pasaban con ojos risueños, que nada importaban si ciegos o tuertos,...