A ese joven pinturero
que un día se le engatilla
toreando una vaquilla,
presumiendo de torero;
que ignora el muy puñetero,
que él problema está en el coco
y no hay que volverse loco
ni entrar en el burladero.
Y es que alguna vez fallar
es normal ¡qué frustración!
no existe una explicación
como te ocurre al hablar
Imagina al platicar
“fallas” cambiando una letra
o que en solfa la retreta
confundas con retratar.
El gatillazo, de que se ríen, el gatillazo, qué frustración, es traicionero, nunca se fíen pues que no tiene una explicación.
Que la pólvora mojada
al maestro es cual borrón
y no existe actuación
que no se encuentre impregnada
de pecados sin licencias,
veniales advenimientos,
que son reconocimientos
a lagunas e indigencias.