Hacer y deshacer, ese es mi oficio,
andar y desandar lo que se ha andado,
sacando a lo que pueda un beneficio,
buscando a cada paso algún resquicio
mas nunca estar parado.
Pararse, si es preciso, a respirar,
volver a andar así tomando impulso,
y vuelta sin cesar a caminar,
tirando hacia adelante sin cesar,
lanzando al tiempo un pulso.
Seguir echando pestes al dudar,
la hierba despejando del camino,
obviando que pudieras tropezar,
y siempre caminando sin parar
cuidando el pan y el vino.
Labrar para vivir o trabajar
para vivir, que esa es la disyuntiva,
y el tiempo que nos queda rellenar,
tirando los pelillos a la mar
y así mientras se viva.
Yo era un hombre cuando cierto día
encontré a mi padre parado en mi vía.
Alto como torre, duro como bloque,
firme como prócer, fuerte como padre.
– Apártate, padre – yo le dije entonces.
– Apártate, padre. Yo ya soy un hombre.
En efecto lo era. Él no lo creía.
Apártate, padre. Voy a mi deber.
Él no comprendía. No le vi ceder.
– Apártate, Padre, – le grité de nuevo.
– Mucha prisa llevo. Mucha fuerza llevo.
– Mucha vida llevo. No te tengo miedo.
Él estaba inmóvil como de basalto.
Me le abalancé las manos en alto,
y en la angosta vía rudo fue el asalto.
¡Oh, qué fuerte era! Nunca lo supuse.
No encontrara antes tan fuerte enemigo.
Todo mi vigor en la luche puse,
hasta que mi padre dio en tierra consigo.
Y cuando jadeante por la libre vía,
lleno de entusiasmo continuar quería,
mi padre, en la tierra, se alzó como pudo,
y con gran orgullo, ¡oh qué orgullo el suyo!,
me gritó:
Hijo mío: ¡Sigue! ¡Sigue! ¡Sigue!
AMÉRICA, DE ÁSPERO
Canto mi América virgen,
canto mi América india
sin españoles y sin cristianismo.
Canto mi triste América.
Tambores de cuero retumban
por los reyes muertos.
Tambores de cuero resuenan.
Tambores que fueron de guerra.
Los musgos, las yerbas silvestres,
retoñan sus manchas alegres
sobre negras ruinas
de viejas, gloriosas ciudades.
América de ritos antiguos.
América milagrosa.
Canto mi América tropical.
En cuyas selvas espesas,
en cuyos Andes, bajo el cielo infinito,
en cuyos ríos venerables,
en cuyos amplios llanos luminosos
quizás se escondió Pan.
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¿Te conozco? Tranquilo. Otro más que pulula por la red. ¿Te gusta la poesía? No pasa nada. No eres el único. Yo también estoy atrapado. Y sé que no estoy loco, o si? Anda, sigue leyendo »
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