NO ME TRAE A CUENTA (Mi poema)
Agustín García Calvo (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Yo nací sin saber, sin darme cuenta
un día que aun recuerdo del cuarenta.
No quiero recordar, que eso sería
retornar al momento de ese día
y no me trae a cuenta.

Y es que el tiempo no pasa, se dispara
(si sale a pasear, no da la cara)
o va haciendo regates sin dispensa,
no puede conservarse en la despensa,
le llamo y no se para.

Ni tiene facultades de adivino
(no sabe envejecer como hace el vino),
te mira y te desprecia con descaro,
si lo quieres comprar te sale caro
y es que es un asesino.

Es por eso que yo aquí nada le pido
(que a mi me olvide él, que yo le olvido),
de sal anda vacío y de pimienta
y aunque no crea, a mí no me alimenta,
que él es un mal nacido.
©donaciano bueno

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* 1940, año de nacimiento del autor.

MI POETA SUGERIDO:   Agustín García Calvo

Libre te quiero

(Canciones y soliloquios, 1976)

Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.
Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía.
Alta te quiero,
como chopo que en el cielo
se despereza.
Pero no mía.
Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.

Del relato de amor

¿De dónde viene esa voz
que me acosa y me hace preguntas?
de lo que sé y lo que no.
¡Qué lejos suena la música!
Y quiere aún que responda
y que de mí nada le acuda.
Bien, pues no, no lo sé.
¿Cómo quieres que sepa la tumba
qué es lo que guarda?
La greda, la grama, el viento, la lluvia
¿van a saber lo que son,
si son algo o cosa ninguna?
No, no lo sé.
¿Pretendes que un muerto
crea o deduzca que es un muerto ni nada
si ya ha olvidado figuras,
números, nombres y todo,
si se ha olvidado por nunca de él mismo,
si lo han olvidado de las ciudades y rutas todos a él?
No sé. No lo sé. ¿Porqué me preguntas?
¿Le has preguntado al gusano
si sabe el puesto que ocupa
en la lista del sabio?
A la araña si sabe que teje?
A la luna si sabe en qué cuarto está?
Al candil si sabe que alumbra?
Si sabe su hora el reloj?
Si su rumbo sabe a la brújula?
Pues no, no lo sé. No lo sé.
Un muerto ni sabe ni duda.
Es lo que es y ya está.
¿Cómo va la nada profunda
a saber que no es nada?
Y la última cifra
¿cómo la última va a saber ella que es?
Oh! ¡Saber!. El verbo me zumba
en torno a la huera cabeza.
Y no sé qué dice ni busca.
No sé si estoy. No que sepa ni sí ni no.
sino pura esta verdad
que no, no lo sé.
Es tu sola pregunta quien se responde.
Mi lengua está diciéndote, muda:
No, no lo sé. No lo sé.
Si el silencio oyes escucha.
No sé si he muerto.
No sé si lo estoy.
Nadie hay que presuma
saber aquí nada.
No sé. No lo sé
Mil veces en una,
No sé. No lo sé.
Y mi voz, al callar, responde segura.

NO TENTAR A LA MALA SUERTE

Ser un mal poeta,
fatal si es necesario,
y por la mañana levantarte muy tarde,
alargar los versos
como quien acumula piedrecitas
y después las lanza a la marea,
y por la noche levantarte aún más tarde,
y después las lanza a la resaca,
escoger una palabra al azar
y dar vueltas y más vueltas
por la ciudad, junto a ella,
cogiditos de la mano,
escoger una palabra gigante,
como, por ejemplo, hermafrodita,
y pasearla junto a ti
por en medio de las multitudes desacostumbradas,
y después levantarte muy tarde
en la mañana, y que ella ya no esté,
lavarte los dientes y las manos,
sentarte a escribir y esperar,
esperar, cansarte de esperar,
limpiar el polvo y hacer la cama,
descubrir bajo la mesa
cientos
de objeciones muertas
y un despertador enajenado
que gira y gira, impasible
ante tus horas de sueño o de insomnio.

CORTOMETRAJE

No podemos fingir el dolor,
el dolor nos finge a nosotros.

LECCIONES MAESTRAS
Estábamos Valente y yo,
él en su casa de Almería,
yo en la mía de Barcelona.
Estábamos los dos,
él hablaba,
yo callaba.
Era muy tarde en la noche,
y Valente explicaba su soledad
-la única posible-
ante unos periodistas,
mientras yo lo veía en la tele desde la mía.

PALABRAS

Amamos la mentira,
dime,
dime amor, dime
qué sueño te ha de desvelar.

Mientras nos amamos,
callas,
dime, dime amor,
dime las mentiras que sigo queriendo
escuchar.

Amo el silencio
que me clavas,
dime,
dime amor,
no me digas aún
cómo atas mis zapatos
al borde del desierto, cómo recelas de mí
cada vez que te hablo.

Amamos la mentira,
te digo,
te digo amor,
cada vez que consigues alzarme
para después negar,
asombrado,
que tras esta noche, habrá una caída.

A LA MANERA DE CERNUDA

La materia es de papel.
El hombre es de papel.
Los sueños son de papel y están escritos.
Sólo el aire escapa a cualquier designio.

De Ismena

La voz de la razón me manda:
si el mundo quieres conocer,
primero muchacho a ti mismo, conócete.
No es fácil esta tarea,
al que conoce conocer.
Cuando ya lo veo,
deja de ser aquél que ve.
Mas, ¡ea!. Sepamos quién soy,
aunque no sea yo el que lo sé.

Tiene sus números el alma.
Dos es primero, porque es
su padre y su madre que a medias
le han dado el ser.
Pero al ser su madre y su padre
y los dos juntos a la vez,
es también el alma inevitablemente tres.
La vida y la ley de la vida,
y el amor de la vida y la ley.

Soy dos!, me digo, el uno y el otro.
Soy dos, me lo digo segunda vez
conmigo mismo en amor y guerra.
Soy dos, tres veces me lo diré.
Y el que lo dice ni es uno ni otro,
otro tercero tendrá que ser.
Soy tres, soy tres, me lo digo dos veces
para enterarme bien.

Y como dicen que da lo mismo
tres veces dos, dos veces tres,
heme aquí ya que me veo
siendo por lo menos seis.
Para que no se pierda la cuenta
por dedos y mano la llevaré.

Si estiro dos, tres quedan doblados
y dos me quedan si estiro tres.
Y si los sumo los tres con los dos,
ya tengo una mano, ya soy un ser.

Soy uno, uno, como uno cualquiera,
como se debe ser.
Y todos somos uno, lo mismo
nosotros, yo, tú y él y aquel.
Somos el coro de niños
y nos cuenta el sumo juez.
Quién soy, qué soy
al señor le pregunté
y el me respondió
calla y multiplícate.

Uno a uno seréis todos.
Todos cada cual seréis.
Esa será la república
donde la lucha y el haz y revés
de clases, edades y sexos
sea en total concordia y única fe.

Y en este coro entre todos a mi vez
yo seré el que soy por no ser ni tú ni aquel.
Cuando crezca y me haga un hombre ya veréis lo que seré:
Rey de mi mismo que rija
mis tropas rebeldes a mi mismo fiel.
Mis choques, caprichos y dudas
harán la paz en mí como único rey.
Iba yo cavando a buscar mi alma
y mi tumba era lo que cavé.
Tierra de memorias y de deseos
que no nombre tienen
ni mios eran ni sé de quién.

Y cuando pensaba llegar al fondo
de pronto me encontré
Sólo bajo el sol entre los soldados en el patio del cuartel,
gritando a coro Viva la muerte, Viva la madre que me dio el ser.
Descubrí tesoro que sólo vale
por la condición de que oculto esté.
La verdad saber de mi mismo quise,
yo que sólo soy porque soy mentira y no lo sé.
Si peláis el fruto, la roja pulpa se seca y se hace piel.
Si por ver mi cara me voy quitando mi careta y mi papel,
¿qué habrá de ser la cara que quede?
Máscara, más cara, habrá de ser.

18

Me preguntan algunos
que por qué te llamo
con nombres de mujer,
y «mi reina» y «señora»
y «madre mía»
y «dama de mis lutos»,
si tú -dicen ellos,
y tienen su razón­-
estás más allá de los sexos y más
allá de la gramática.

Pero ellos no saben
que también yo tuve,
igual que los demás,
una madre, y fui suyo
y fue ella mía,
como la gente dice;
y aun sé que era blanca,
y larga la nariz,
y oscuros los ojos, y cuando se fue.
el pelo de ceniza.

Ay, tenía su nombre,
y seguramente
yo no la quise bien,
por lo menos no como
los hombres dicen
que quieren a sus madres;
pensaba ser hijo
de alguna diosa yo,
y nunca llegué a perdonarle quizá
que fuera madre mía.

Le escribí sin embargo
cartas o le traje
flores alguna vez;
pero pocas; y sólo
cuando de Dios
con ella discutía
estuve algo cerca
de amor, o cuando ya
a lo último, casi sin sangre, tal vez
la trasportaba en brazos.

Ella ahora, o los huesos
entre los que -dicen­-
mi hueso se cuajó,
bajo tierra se esconde
y cría malvas
o hilvana raicillas
bajo los cipreses
allá al lado de acá
del río de aquella lejana ciudad,
y no sé nada de ella.

Y por eso te llamo
madre a ti y con todos
los nombres de mujer,
mi señora, mi reina,
mi dama esquiva,
mi negra tú, mi blanca,
y hasta, si pudiera
atreverme alguna vez,
quizá te llamara su nombre también,
como ella se llamaba.

(ÉL)

Quisiera saber hacer
un conjuro de veras,
con unas gotas de miel,
un chorrito de arena,
para que del fondo de tu lejanía
aquí de pronto
te aparecieras.

Me faltas, mi niña, tanto,
que ya palpo tu ausencia,
tus pestañitas de miel,
tu cintura de arena,
que, de tanto casi que te echo de menos,
más, más te siento
que si estuvieras.

Y sin embargo (ya ves),
aunque tanto te sienta,
no sé qué falta, que no
es la cosa que era,
que el recuerdo hambre de tu masa tiene,
y pide, el loco,
que estés de veras.

Haré un hechizo por tí,
aunque hechizos no sepa,
con ramo de avena loca,
con dos hojas de menta,
con el humo blanco de gamona y malvas,
para olvidarte, .
para que vuelvas.

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Donaciano Bueno Diez
Agustín García Calvo
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