QUE HUELE A AÑEJO (Mi poema)
Alexis Gómez Rosa (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Dios me libre de los que, complacientes,
abrazan el futuro con sus manos,
y líbre Dios de los que, ciudadanos,
van nadando en su mar contracorrientes
como hacen los veganos.

Que sufren y en sus frentes se reflejan
lo cierto de un futuro tan incierto
y sueñan que al final verán su huerto
salvando el lodazal que ahora nos dejan
no viendo ya está muerto.

Que van mirando al alma en su reflejo
haciendo espiritual lo que es humano,
desprecian lo que alcanzan más cercano
cambiando de lugar por ser añejo,
peor, si éste es cristiano.

Que expectantes pasando van los días
esperando quizás llegue un mañana.
Desde el frágil dintel de su ventana
otea en su interior, las averías
de su alma barbacana.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Alexis Gómez Rosa

La tregua de los mamíferos.

Sale de mi cuerpo a hurgar el cuerpo del día.
Crótalos, buitres, portaviones U.S. Navy,
Alunecen visibles en mi balcón de luna invisible,
Clausurando en mi cuerpo todo el azul de los días.
Árbol de instantáneos reflejos soñolientos.
Tatuaje grabado en la piel seca del muro.
Vistióse el alma de mujer y fue a presenciar
el bombardeo.
Llamémosle al alma flor de Anacahuita
Y a la mujer canarí
Espejos pizarras, erosiones 105 milímetros,
cumplen su ley nostálgica de sangre
y los días de intramuros.

A un lado el campo de la madam sagá
y las playas de nácar,
y al otro lado los dientes
de la guerra sobre aristas urbanas;
empinados
o apoyándose en el pulmón más hondo,
sobre aristas urbanas.
Todas las noches son blancas
(ciérrase un ojo)
Toda blancura es negra
( enceguecemos).

El día se alarga

El día se alarga, se alargaba, añadiendo
A su guardarropía naturaleza, el zapato de Pedro
Piel y agua;
La casaca Olivero, digamos
Piedra y sol, somormujada en los cascotes;

Casas fueron aquellas que habitaron allí,
Juan carpintero y su mujer tan mucho;
Cheché Demetrio,
Perdido entre sus huesos,
Con leche de bija levantaba la cría.
Aquellas fueron casas cobijadas por hombres
Bajo el sermón de las piedras.

Tierra de luz, estragada, sitiada en lengua
Sarampión de micromitin que lame los hidrantes
De las esquinas,
Otea el Máuser la cabeza que acogerá
Su ardiente plomo (cuerpo y cabeza
De hidra);
La oscura boca del Máuser.

Dicen las malas lenguas que soy

Poeta: eso dicen las malas lenguas que soy: un decir
parásito al coro.
Argamasa de música y letras con todos los sentidos,
haciéndole la vida imposible a los buceadores de sueños,
a los enamorados que, en los palcos
de la luna, les desenrollo la lengua y la sacudo.
Bah, dizque poeta, y no poder empinarme en tus palabras
para echar florecitas a ese amor que me dieron
en préstamo.
Ni tampoco llevar, con legítimo orgullo
y sacerdotal desasosiego, el matrimonio de dos cuerpos
por mi poesía.
Error de la benevolencia (¿de cálculo?),
seguro que error de apreciación:
grave, muy grave, en el saludo rotundo que circula
(amantísimo),
lirismo del viento de Long Island.
(Para corazones de capa y espada,
una tonadilla de niebla y alcanfor).

Clandestinos

Los amantes de mi tiempo,
los de la última tanda,
su amor entrado en carne derramaron
por el otoño dormido, en el otoño
recobrado.

En el trópico íntimo de una playa
nocturna, o en la ilusión de metrópolis
del malecón al filo de la madrugada.

En el huracán sin ruta
de una cita automovilística,
asi en el jacuzzi amable de aguas
efervescentes aún más amables.

En el happy hour del piano bar
del Jaragua su luna, o en el perfume
acuartelado de un suspiro
en un hotel de chinos.

En el cinema invierno de las 9: 15
allá un film de Visconti6
o en el revival glorioso de una cafetería
de l Conde, de alucinante ideología,
o en el palco rojo de un estadio
de béisbol.

En el tiempo petrificado de un museo
de la ciudad colonial.

Muchos vieron arder la sombra en la madrugada
del puente.

Casas dormitando su miseria en el río
Después de un nutrido bombardeo… vuelve,
Volvío a ser roble la ceniza;
Piedra Caribe
El muro gnomo y la casa de oración…,
Abrió luego su pórtico al aullido. Oremos.
Vísceras de menesterosos, ¿quién dijo?,
Cartílagos de plástico, fibras de vidrio y poliéster
Por las reventadas vitrinas, hierve la vida
En un oscuro convivio de ratas invioladas,
Colgados maniquíes en el desfile,
Frete a mis ojos:
Chorreantes las luces de mercurio.

-Quiero ir a Higüey, negro,

(se hizo sentir la voz madre);

Llévame con las niñas de Higüey
Que no es nuestra esta guerra, ¿cierto?
Los hombres pactaron con la muerte Cordero
De Dios.
La muerte risueña de las cuatro de la tarde
A la mañana ellos bajaron
(la muerte lo veía bajar),
Al claro firmamento en la riada del Ozama;

-Los muchachos salieron a buscar pan de fruta
En las inmediaciones de Villa Duarte.
Villa Duarte y sus cruces.
Cercana en la frente
Oeste la Ciudad Colonial;
Sans Soucí
A mi derecha brota un disturbio de cotorras.
(El cielo bajo, encapotado, nubes las aeronaves).

Una columna de humo desde el molino

Un disparo
(-Están tirando de los Molinos)
Nos separaba del infierno;
Meriño abajo, la sangre amotinada, consagró su plural de voces
En espiga: piernas, brazos,
En el cenit de los hombres,
Llegó Douglas Lucas
Con su ojo punitivo acuartelando la vida;
Con su ojo punk,
Temido, remitió la vista
A deletrear su antropofagia.
Adviene un cuerpo mí a inquirir por su origen,
Su patria potestad de geometrías
Precisas
Delinearon dos ojos de ribetes lechosos.

Cerca de aquí se escucharon ayer dos explosiones.

-Dios bendiga este hogar.
En toda puerta de Cristo, sálvese quien pueda.
Hijos del hombre, ¡Padre¡,
Por qué me has desprotegido;
De tu carne a mi carne, hay un grito abandonado;
Retorcidas calles lacrimógenas por casas nudos;
Sombras por árboles abismándose al oído,
Tiembla la luna de los hambrientos.
Flanco derecho del río,
Sale un cuerpo en mi cuerpo
Flanco izquierdo,
Sigilan los endriagos
Día y noche nochísima en los rostros del tiempo
Sorprendido:
Se cubren las cabezas suplicantes.

A dos ojos mortíferos del fuego,

Se levanta el rango taciturno del polvo
A bautizar mi horario degollado.

La ciudad bajo su telón al igual que un ahorcado
Sus ojos.
En el bar, frente al baluarte Conde,
Aun azulaba el escalofrió que dejó
En camilla Fernández Domínguez con su muerte,
Entre dos ambulancias de un monocorde infinito.

Las agencias de prensa reseñaron su muerte.
Los niños y niñas patrullaron su muerte,
Escoltada por negras leyendas de agua y tierra.
Capozzi, Ilio Capozzi;
Riviere, Andre Riviere.
Era una vez el territorio dominicano por Tauro
Conducido en su hemiciclo solar.

42,000 marines de grises portaviones
Y helicópteros.
-Está agria la piña, caballero.
Uno, dos, tres, cuatro; uno, dos, tres, cuatro;
Media vuelta a la izquierda, se puede observar
Un hermoso campo de latas y neumáticos
A pocos kilómetros del hospital militar,
El río sube a depositar ahogados en la cena.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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