SENTIRSE FELIZ (Mi poema)
Rafael Arévalo Martínez (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

A veces es difícil ser feliz
así sea el cerebro lo aconseje,
la vida es como un pollo de perdiz
que nace entre rastrojos de un esqueje.

Mirar aposentado cómo ocurre
y ver que nada tiene aquí sentido,
pensar que Dios no mira, que se aburre
pues todo es del azar que ha consentido.

Mirar al paso el mundo y su tragedia
creyéndose que aquí todo es inmundo
la vida es un sainete, una comedia
y tú su único actor, tú Segismundo.
©donaciano bueno

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La felicidad no es algo que hay que esperar que llegue, está en nuestro interior y deberemos hacerle un llamado cada día.

MI POETA SUGERIDO:  Rafael Arévalo Martínez

RETRATO DE MUJER

Ella es una muchacha muy gorda y muy fea;
Pero con un gran contento interior.
Su vida es buena, como la de las vacas de su aldea,
Y de mí posee mi mejor amor.

Es llena de vida como la mañana;
Sus actividades no encuentran reposo
Es gorda, es buena, es alegre y es sana;
Yo la amo por flaco, por malo, por triste y por ocioso.

En mi bohemia, cuando verde copa
Se derramaba, demasiado henchida,
Ella cosió botones a mi ropa
Y solidaridades a mi vida.

Ella es de esas mujeres madres de todos
Los que nacieron tristes o viven beodos;
De todos los que arrastran penosamente,
Pisando sobre abrojos, su vida trunca.
Ella sustituyó a la hermana ausente
Y a la esposa que no he tenido nunca.

Cuando se pone en jarras, parece un asa
De tinaja cada brazo suyo; es tan buena ama de casa
Que cuando mi existencia vio manchada y helada y destruida

La lavó, la planchó, y luego, paciente,
La cosió por dos lados a la vida
Y la ha tendido al sol piadosamente.

El derecho de amar

De sus manos cruzadas sobre el pecho
separó con ternura la más fría,
y la dio a calentar entre la mía.
Y entonces nustro amor insatisfecho,
aquel inmenso amor, tuvo un derecho.

¡Nada puede negarse a la agonía!
Cuando la enferma pálida moría
me dejaron llegar hasta su lecho.

¡Oh mi amada inmortal! Como un esposo
pude entonces velar por tu reposo
y hacer mios tu goce y tus dolores.

Y conquisté el derecho de quererte
cuando al vernos sufrir tomó la muerte
bajo su protección nuestros amores.

Autoretrato

Un árbol luengo, deshojado y seco,
pero que enhiesto, sigue todavía;
una culebra en línea vertical;
un poste de telégrafo en la vía,
eso soy por mi bien o por mi mal.

Soy un hombre de chicle que los dioses
del Popol-Vuh jalaron de los pies
y la cabeza a un tiempo: y que, después
(entre risas y toses,
al mirarlo tan largo y tan delgado)
sin reparar su mísero destino,
dejaron a la vera del camino,
irreal y abandonado.

Ropa limpia

Le besé la mano y olía a jabón:
yo llevé la mía contra el corazón.
Le besé la mano breve y delicada
y la boca mía quedó perfumada.

muchachita limpia, quien a ti se atreva,
que como tus manos huela a ropa nueva.

¡Besé sus cabellos de crencha ondulada:
si también olían a ropa lavada!

¿A qué linfa llevas tu cuerpo y tu ropa?
¿En qué fuente pura te lavas la cara?
Muchachita limpia, si eres una copa
llena de agua clara.

Balada de los últimos amores

Ya tengo medio siglo y sin embargo
los ojos se me van tras las muchachas.

He seguido a mis hiijas en la calle
si no me dan la cara.

¿Qué hacemos, corazón, porque envejezcas?
¿Cuándo envejeces, alma?

He amado sucesivas floraciones
del mismo tronco o de la misma rama
y dirigí cumplidos a las nietas
de las mujeres en un tiempo amadas.

Pues soy como la tierra: nunca viejo
y muy capaz a todas de guardarlas.

Siento el influjo de la primavera
como si fuera el suelo de mi patria.

Ya tengo medio siglo y sin embargo
los ojos se me van tras las muchachas.

El señor que lo veía

Porque en dura travesía
era un flaco peregrino,
el Señor que lo veía,
hizo llano mi camino.

Porque agonizaba el día
y era cobarde el viajero,
el Señor que lo veía,
hizo corto mi sendero.

Porque la melancolía
sólo marchaba a mi vera,
el Señor que lo veía,
me mandó una compañera.

Y porque era la alma mía
la alma de las mariposas,
el Señor que lo veía,
a mi paso sembró rosas.

Y es que sus manos sedeñas
hacen las cuentas cabales
y no mandan grandes males
para las almas pequeñas.

La vida cuelga

La vida cuelga en todas partes:
cuelga en los brazos de una madre
y en las rmas de un árbol
y aun de las manos de una estatua de mármol
hecha nidos de golondrinas.
La vida cuelga por doquier.

Y las columnas de la vida
son el manzano y la mujer.

La vida cuelga en las tetas de las vacas
y en los bolsones de libros de las colegialas.

La vida cuelga
en los festones de las enredaderas
y en las ramas de la noche con
sus frutos de estrellas.

La vida cuelga por doquier
y las columnas de la vida
con el manzano y la mujer.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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