SI YO HUBIERA SIDO DIOS (Mi poema)
José Manuel García Gil (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Si hubiera sido dios, es un supuesto,
osando al ser humano diseñar
hubiera precisado contemplar
hacerlo aseadito, más apuesto.

Y así los dejaría predispuestos,
en serie ya de inicio, por igual,
y a quienes desearan, opcional,
muy ámplia una gama de repuestos.

¡Pensar en ese niño con pañal
plagado de saber, conocimientos,
tan bien apuntalados sus cimientos
sabiendo el bachillerato elemental!

Los repuestos, sensato y natural,
habría que pedir tres presupuestos
puntuando para aquellos más dispuestos
primando aquí su esfuerzo personal.

¿Que falla un ojo? aquí repuesto habemos!
lo mismo ocurrirá si es el oído
si vemos ya que el otro se ha perdido,
si no en el almacén los buscaremos.

Y ¿qué hacer si  alguno no está presto
o es tu caso, precisas de un riñón,
y más si es que te afecta al corazón
no existe del que llevas un repuesto?

El hombre al que tú hiciste tan correcto,
los mismos que inventaron el sistema,
la envidia deja a un lado, menos pena,
tú sabes bien, que aquí nadie es perfecto.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: José Manuel García Gil

Un hombre de letras

La verdadera vida no es reducible a palabras
habladas ni escritas, por nadie, nunca.
Don DeLillo
Punto omega

Escribir porque sí,
por ver si acaso, por verlas venir.

Escribir para acordarse, para recordarme,
no ya en ninguna huella, en ninguna parte, en el cuerpo de nadie,
hasta que solo el eco de un nombre
crezca en mí con la furia
con la que se destapa el agua de un torrente.

Escribir en la dirección opuesta a ciertas revelaciones,
tratar de no alcanzar la luz, de aproximar
a lo remoto lo cotidiano, de mezclar
el pasado con el presente y el futuro
Escribir con dedos de plomo, saberlo todo
para decir nada acerca de la nada.

Escribir con cosas muertas.
Tomarlas y hacerlas caminar, hablar
sobre el papel y sobre el papel verlas reanimarse
como flores deshidratadas en el agua,
como peces agonizantes esperan
de alguien que los eche al mar.

Escribir para volver atrás,
para encender motores, soltar amarras,
ganar tiempo, remar en busca del nacimiento del río.

Escribir para escribirme yo,
para restablecerme
de la agotada y pestilente circunstancia humana,
como una medicina para rescatar pedazos de mí
adheridos a ciertos suicidioa, ciertas mujeres, ciertas ciudades,
a descascarados rostros malheridos.

Escribir para cambiar
el nombre de mi asesina, quitarle virtudes aburridas,
agregarle sabrosos defectos,
para crear algo que nunca nadie va a leer
para ser otro en el acto impuro de estar escribiendo.
Para desaparecer ahora mismo.

Escribir y dejar la palabra.
A su aire. Dejarla hablar espontáneamente, sola,
como destrozar una almohada de plumas o hacer volar
una maleta de billetes que se desperdigan al viento
y ya nunca se pueden recuperar.

Para quedarme sin palabras, escribir.

La caja número 998

para Carlos Edmundo de Ory

Para que vuelvan
a ser medusas en los mares,
pongo mis dedos a disposición de la arena,
el papel en blanco y la tinta azul
de donde surgían las olas poderosas,
las calles abundantes,
las habitaciones sombrías

Para los amigos,
en quienes más he confiado,
pongo los conejos en las chisteras
las nubes harapientas del verano, el laúd
y la tarjeta del alegre lupanar, el pan
tatuado con peces pongo
palabras malabares en las treinta y seis
pupilas de Seriabin, todas descansan
sin importunarse, una a un salto de la otra,
como luciérnagas inexistentes.

Para el amor,
la oscuridad que solía em pujarme en voz baja,
una muchacha de larga cabellera
que sin preguntarme si la amaba
o no la ababa, caminó conmigo
y se acostó conmigo,
una tarde de esas
en que se desviste de hojas el calendario.

Para el sombrero y el bastón,
pongo mi mano, para orientar
a los murciélagos silenciosos,
para desembozarsus capas pasadas de moda.
Mi mano que pudo señalizar en otra dirección,
que pudo colocar las piedras
por pesos en lugar de por tamaños.

Pomgo la magia de los clavos
como clave para que el alma empiece
sola su remiendo, la risa triste pongo,
por debajo del hocico, la risa de las risas,
la risa que se ríe de las risas,
pero podría, en su lugar,
poner un dragón, el estertor de un volcán,
la rigidez que antecede a un terremoto.

En un cuarto pobrísimo
en el centro de Madrid, pongo
el sol en el vaso de la margarita,
así de frente y de simple, pongo
un triste quinqué para una sombra hambienta,
la maleta de lona y el cuaderno de apuntes,
los poemas ensartados en los alambres,
sus tripas en la mesa de los catedráticos
para alumbrar su dolor
y sus voces fantasmales.

Pomgo la memoria
en dos cilindros de cartón
y me deepido de la nostalgia, de los ojos
sin vida de mi padre, de las ventanillas
de los trenes que parten bajo la lluvia,
de la sal de mis rodillasy del agua de mi pelo
en el año triste en que los niños
envainan su espada de grafito.

Mis días sin objeto, pongo
y me sujeto a estos papeles sin propósito
que deposito en la caja
vacía numero998:
palabras, palabras, palabras.

Un poco de aire movido por los labios.

Shès leaving home

Como Platón sobre la verdad
descubrí la verdad en tu belleza,
en tus ojos imperdibles, una tarde
de gabardinas al alimón
y de lluvia cinematográfica.
Durante un año planté
granitos en la terraza y puse luz
en la caverna de nuestro cuarto.
Porteaba tus maletas y creí
que las sombras eran el mundo vedadero.
Durane un año,
sin escapatoria de esta existencia,
ni de este error, puse una etiqueta
irreal a mis deseos.
De la piel a los huesos
se fueron acumulando las lesiones.
nueve o diez. No las conté.
Descongelaron un dolor
discreto y cariñoso.
Y un día estabas pero no estabas
y una noche pusiste
el reloj y las pulseras
en la mesita de otro.
Una mañana no hubo nardos
en los floreros de la cocina.
Fue el fin de un fin de semana permanente.
Corrí al atardecer por si te veía
en donde merendábamos.
No te reconoció el camarero
en la fotografía que le mostraba:
no recordaba cuándo ni dónde.
No recordaba quién.
Igual que dos líneas
que se encuentran en un punto,
chocan y reemprenden,
sin mirar atrás,
su pelea por la vida.

Amores que saben a libro

Anda, dame un nombre
-sé que después te tragará la profundidad de la calle-,
un nombre que sepa a aventura,
a sonrisa burlona, a hermosa cicatriz,
un nombre que pueda tomar
entre los dientes, entre las piernas:
salado como el llanto final del Corsario Negro,
uno que sirva para el odio,
para el sexo de los desvalidos,
un nombre de espada ensangrentada,
uno que lleve en tus ojos rayadas agonías
y pájaros tintados de bárbaros augures.
Lloverán, lloverán, lloverán
otras cabezas sobre tu cabeza, amoríos y muertes en tropel
y no podrás cerrar el libro.
Y caerán aerolitos sin gravidez
sobre el mohoso y tibio yrmblot de la larga noche,
flores de espuma sobre el rencor, nubes en el veneno.
Taciturnas, ariscas,Olvidadizas cabezas
caerán, caerán, caerán,
antiguas y ceremoniales, pero entonces
será verdad: dentro de tu pecho
habrá crecido en la furia de una lengua extraña,
como un caracol por encima
de un cuerpo espléndido, un nombre
que puedas domar en la jaula de esta noche.
Y bajo el sol de las lámparas
será posible masticar el deseo, seguir su huella
en el suelo del papel mientras la tierra gira.
Anda, dame ese nombre,
porque así seguirán en esta historia y tan solo
saldrás de ella cuando yo quiera.

De La belleza no está en el interior
VI Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado

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Autor

Donaciano Bueno Diez
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