VIVIR NO TRAE A CUENTA (Mi poema)
Salvador Espriu (Mi poeta sugerido)

Inicio » Poetas sugeridos » VIVIR NO TRAE A CUENTA (Mi poema) Salvador Espriu (Mi poeta sugerido)

¡Gracias por leer esta publicación, ¿deseas comentar?  haz click en el botón de la derecha!

MI POEMA… de medio pelo

 

Vivir no trae a cuenta, que la vida
retorna recelosa hacia el pasado.
A veces perezosa o distendida
sangrando va tumores por la herida
o mira hacia otro lado.

No tiene ni razón ni fundamento
ni admite seas tú quien la fumara.
¿Vivir para morir?, que eso es cruento,
así lo justifique un sacramento
o dios que lo fundara.

Permíteme que observes una rosa,
tan bella estaba ayer y hoy ya marchita.
Que un día se nos muestra primorosa
y al otro cae al fondo de una fosa
y ves como tirita.

No más son de un paseo cuatro pasos,
y de ellos tres lo son en retroceso,
me acerco, tú me miras, das un beso
descuentas de los hechos los atrasos
y estás ya de regreso.

Pues la vida se pasa echando leches
y un día se pasó que no te enteras,
así que te resistas, que no quieras
de nada servirá que te pertreches
el fin siempre es que mueras.
©donaciano bueno

#Mejor sería exprimirla hasta la exteniación no? Clic para tuitear

MI POETA SUGERIDOSalvador Espriu

A la manera de Salvador Espriu

Mi viejo precio he de pagar, la muerte,
y hoy se me cansan los ojos de la luz.
Bajados con esfuerzo todos los escalones,
me adentran en dominios de la muerte.

En silencio me elevo rey de la noche
sabiéndome al servicio de doloridos hombres.
¡Ay! y ¿cómo guiar este dolor inmenso
hasta el cercado de las palabras de la noche?

Pasan el viento, el triunfo, el reposo,
entre hileras de llamas y de arqueros.
Cautivo de mis muertos y mi nombre,
en muro me convierto, camino de mí mismo.
(Versión de José Corredor-Matheos)

A la orilla del mar

A la orilla del mar. Tenía
una casa, mi sueño,
a la orilla del mar

Altas proa. Por libres
caminos de agua, la esbelta
barca que yo guiaba.

Conocían los ojos
el reposo y el orden
de una pequeña patria.

Necesito contarte
qué miedo da la lluvia
en los cristales.
Hoy cae sobre mi casa
la noche oscura.

Las rocas negras
me atraen al naufragio.
Prisionero del cántico,
mi esfuerzo inútil,
¿quién me guía hacia el alba?

Junto a la mar tenía
una casa, mi sueño.
(Versión de José Corredor Matheos)

Al alba

Yo no sé qué
fría noche me alejaba
de tu silencio.
Al alba te miré
por última vez.
por las olas amargas.
¡Que caigan en los abismos
de una muerte sin gracia!
Desde la noche defiendo
la soledad ganada
con la victoria inútil
del oro y de la estatua.

Árbol

Yo te soñé, invisible majestad
que planea por la faz de todas las cosas.
Arraigado en el dolor de la ceniza,
un hombre tan sólo, te llevaba, sepulcro,
padre muerto, dentro de mí, en silencio,
y te llamaba con palabras de viento
de antiguos milenarios, que la ira encienden.
Nunca respondiste al clamor y me dejabas
en el miedo a la noche, fuego secreto, alta llama,
árbol Dios en la noche.
(Versión de José Batlló)

Cementerio de Sinera

Digo adiós a los que quieran
mentirse perdurables
en el torrente. Cosechadas
son ya las flores, y se encalman
recuerdos, miradas, alas,
todo mi mar. Benigno
aire nocturno acerca
claridad de fuente, ocultas
voces del fuego. Por el fiel silencio
de nobles árboles
por mí amados, camino
al olvido, dejando atrás
amores, veleros, sufrimientos,
últimas señales de pasos.
(Versión de José Batlló)

Danza de la muerte

Por el diverso azar
de nuestro tiempo, la lluvia
sutil ha de juntarnos.
En la noche que escucha
arderán lentos cirios,
cera rebelde, ejército
desazonado por el lejano
orden de las serenas
patrias de luz, de los nobles
portadores del silencio.
(Versión de José Batlló)

Despedida

¿Quién conoce la grave partida
de hoy o de mañana,
o quién diría todavía
una palabra?
Sólo sonrío y pienso
en destruir el nombre
con el silencio.
(Versión de José Batlló)

El jardín de los cinco árboles

Luego, cuando ya me había
causado mucho daño y casi
tan sólo podía sonreír,
escogí las palabras
más sencillas, para decirme
cómo pasó un momentáneo
oro de sol sobre la hiedra
del jardín de los cinco árboles.
Brevísimo amarillo, de puesta,
en invierno, en tanto caían
los últimos dedos del agua
serpentina, de altas nubes,
y el extraño tiempo me entraba
en prisiones de silencio.
(Versión de José Batlló)

Ensayo de cántico en el templo

¡Oh, qué cansado estoy
de mi cobarde, vieja, tan salvaje tierra,
y cómo me gustaría alejarme,
hacia el norte,
en donde dicen que la gente es limpia
y noble, culta, rica, libre,
despierta y feliz!
Entonces, en la congregación, los hermanos dirían,
desaprobando: «Como el pájaro que deja el nido,
así el hombre que abandona su lugar»,
mientras yo, bien lejos, me reiría
de la ley y de la antigua sabiduría
de mi árido pueblo.
Pero no he de realizar nunca mi sueño
y aquí me quedaré hasta la muerte.
Pues soy también muy cobarde y salvaje
y amo, además,
con desesperado dolor,
a esta mi pobre,
sucia, triste, desdichada patria.
(Versión de José Corredor-Matheos)

Es propia de mi mundo una reservada felicidad

Detrás de esta puerta vivo,
pero no sé
si puedo llamarla vida.

Cuando vuelvo, al atardecer,
de mi diario odio contra el pan
(¿no sabías que tengo
la inmensa suerte de venderme
a trozos por una moneda
que llega ya a valer
mucho menos que nada?),
me quito un viejo abrigo, la esperanza,
y me adentro por los caminos de mis ojos,
por el vacío espanto donde siento,
más allá, a mi Dios,
más allá siempre, más allá de los falsos
profetas y de extrañas culpas
y de este viejo necio enfermo de los versos
disciplinados, como éstos, con pintas
de oscuras marcas que el afán de los críticos
un día aclarará para vergüenza mía.

Sí, puedes encontrarme, si te atreves,
detrás de la glacial nada de esta
puerta, aquí, en donde vivo y siento
esta añoranza y el grito de Dios y soy,
con los nocturnos pájaros de mi soledad,
un hombre ya sin sueños en mi soledad.

Espera

Entonces diré: «Cimas y nubes
y tierras a lo lejos y la lenta
herida del río y el incendio
del cielo, muchos crepúsculos
sobre el desierto y los viejos árboles
amados cual dioses, aún vuelven
para los hombres.
Mas yo, que este día aguardaba,
he aquí que estoy muerto.»
(Versión de José Batlló)

Final del laberinto

Cuando aquellos dedos sensibles
toquen frágiles músicas
y lentamente vacilen
cambiantes luces de cirios,
sal de la fiesta. Mira
cuánta noche, qué extrema
soledad se te lleva,
por la risa, al hombre
justificado y libre
que nace de tu silencio.

Si te gusta #Salvador_Espriu... Clic para tuitear

Autor es esta páginna

Donaciano Bueno Diez
Si te gusta mi poema o los del poeta sugerido, compártelo. Gracias
Subscríbete!
Notificar a
guest

0 ¡Ardo en ascuas por conocer tu opinión! ¡Anímate a comentar!
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Echa un vistazo a la siguiente publicación
El cerebro te amarga la vida a cada…
0
Me encantaría tu opinión, por favor comenta.x

Descubre más desde DonacianoBueno

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo