Conozco una tierra, llena de tristeza
y un barco sin velas, presto a naufragar,
y un viejo sin alma, que gime y que reza
y un ciego sin ojos de tanto llorar.
Y a un niño que absorbe la sopa en el plato
y a madres que sufren al verle ensuciar
y he visto, no crean, besar su retrato
a un tipo pacato gozando a rabiar.
Y a curas y frailes, y a pares, a monjas
subiendo a un estrado y allí predicar,
decirle a los fieles bonitas lisonjas,
con ellos a coro ponerse a cantar.
Y he visto, no piensen que lo haya soñado,
que yo por el día no suelo soñar,
a un pobre indigente sufrir despreciado
besando al sujeto y subirse a su altar.
A burros roznando leyendo poemas
de Lorca o Machado, quizá Baudelaire,
y a heces suturando por sucios eccemas,
y a dios repicando muertos de placer.
Y he visto a fantasmas jugando a ser hombres
buscando en las fuentes su signo al nacer
y a otros descontentos cambiando sus nombres
rumiando en silencio sin saber qué hacer.
Debió ser en Gran sertón: veredas
donde supe que existía
la danta.
¿Por qué al pensar
un nuevo ciclo
de videos de lecturas de poemas
vino a mi mente
la danta?
¿Y por qué me guió
el sonido de la danta
a la pequeña manta
que vi en el tour de esnórquel
en Huatulco?
De la danta
a la manta
y de la manta a la mantis
en las redilas de una camioneta
en la zona arqueológica de Kohunlich.
Debió ser en Gran sertón: veredas
donde supe que existía
la danta.
LA PLAYA
Todas las estrellas
son estrellas
fugaces.
Estas aran~as veloces
son cangrejos malaquitas.
¿Reconoces a Ca´ncer en el cielo?
Todos los mapas cambian.
Los brillos de sal
sobre nuestros cuerpos oscuros
son estrellas
fugaces.
SOBRE EL ESQUELETO DE UN POEMA DE PENNA
Tú que protagonizaste
esos treinta segundos
—caminabas con dos maletas lilas
hacia una fila de taxis del aeropuerto—
eras la pieza que equilibra la torre.
En este jenga
donde diferentes colores han desaparecido
permanecen intactos
los hilos de las costuras
—esos treinta segundos—
de tus maletas lilas.
POEMA
estela
la de la
pirámide circular
un rojo
cono (ser
otro rojo (distinguir
lo granate))
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.