EL CEREBRO (Mi poema)
Leopoldo Rodríguez Alcalde (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Cerebro es esa cosa que anda oculta
que nadie sabe qué es o es un misterio,
que ayuda a meditar y es algo serio
y así no lo hagas bien te echa una multa
debiendo soportarle un improperio.

Se mueve como Pedro por su casa
de acá yendo hacia allá sin hacer ruído,
se sabe no perdona ni un descuido,
se dice que al nacer fue tabla rasa
y nadie ha de afirmar que es pan comido.

Algunos hay no saben ni que existe,
pues que ellos no le ven, no se dan cuenta,
si entienden que les canta las cuarenta,
no atienden, van jugándole al despiste
pues saben que hacer caso no les renta.

Y así pasan los días sin siquiera
pararse a meditar ni en un momento.
Su paso por el mundo ha sido un cuento
que empieza: salga el sol por Antequera
y acaba con: me importa a mi un pimiento.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Leopoldo Rodríguez Alcalde

Leopoldo Rodríguez Alcalde

LA DERROTA DE LAS HORAS, 1970

Ante los días
Si hay que vivir, vivamos. Si nos hablan de olvido
afirmemos, seguros, que no ha pasado nada.
Que se ha quedado inmóvil la esfera de la dicha
y que los viejos árboles se estremecen, felices,
al escuchar con ansia la canción del jilguero.
Rompamos esa copa sobre el mostrador sórdido
bañándole en el vino turbador del antaño,
para que no se diga que germina la nieve
sobre el rebelde campo del agosto vencido.
Brindemos con los rojos vidrios de la esperanza
que transparentan sueños nimbados de imposible.
Si hay que soñar, soñemos. Me asaltaron, de pronto,
cual brotando de un soplo de agrestes madrugadas,
unos ojos más verdes que la hierba de mayo
y un cabello más rubio que la arena de estío.
Su perfume es tan áureo como el fragor del aire,
sorprendido en los días, macerado en los versos.
Y hay un rocío cálido sobre antiguos esmaltes,
mientras el corazón, cogido de la mano
grácil y femenina, se encomienda a labúsqueda
del azul paraíso que los siglos ciñeron.
Si hay que llorar, clamando por lo que se ha perdido…
¡No se ha perdido nada! Si sales a la calle
te asombrará el orgullo de la mañana esbelta,
te inundará el semblante fecundo de las ramas,
te colmará el murmullo de la costa dormida
y hechizará de nuevo tus labios el jadeo
de la boca quemada que amaste en otros años.
¡No se ha perdido nada! Por mucho que sufrieses,
no hay realidad más viva que el claror de tu sueño.
Si algún día lograste que un alma te quisiera,
si alguien que te imagina sonríe al recordarte,
si un pobre verso tuyo perdura en otros labios
cuando musitan algo de juventud o dicha,
si acrecentaste un poco, un nada, la belleza
del mundo con un rayo de bondad ignorada,
¡a ver qué incertidumbre te quita lo bailado!
Si hay que vivir, vivamos. Cada noche que muere
acrecienta el callado cristal de la tristeza
o el ritmo penetrante de la melancolía.
Pero, aunque lo ignoremos, cada aurora que nace
se dispone a entregarnos algún regalo nuevo,
con el paso menudo de madre ilusionada
que, en mañana de enero, deposita en la alcoba
infantil y abrigada los deseados juguetes
que pueblan la sonrisan de su niño dormido.
De Eurídice a mi Orfeo.

LO QUE NO HA SIDO

¿Quién conoce los pasos que no he dado,
agua que no bebí, camino ileso,
palabra que no dije y aquel beso
que se quedó en mi boca aprisionado?
¿Qué sería si hubiese perdonado,
si amado hasta la médula del hueso,
si destrozado máscaras de yeso,
si dicho libertad y no candado?
Es lo que pudo ser. Lo que no ha sido.
Materia del pasado, del olvido.
Polvo de paja en viento de verano.
Lo que nunca será; sin retroceso:
Agua, paso, camino y aquel beso.
Inútil libertad. Amor en vano

UNA DE POÉTICA

Todo el insomnio dedicado a olerte.
Aun los días de guardar, aun los recesos
de la nostalgia, cada instante previo
a esa infiel dignidad que no ha pasado
de víspera o proemio o vaticinio.
Fui a la orilla del pétalo, al espeso
muladar donde mugen las ruinas,
al sínodo espectral de los silencios
que deciden qué es luz o sólo página.
De un credo a otro fui, mas nunca supe
a qué carta jugarme el desencanto,
cuándo apagar la lámpara y leerte,
en voz alta, sin miedo a las palabras
retornando a su predio oscurecido.
¡Y Total, para qué!, si ahora descubro,
mientras te ayuno, mientras te abandono,
que la Poesía está en nuestra cocina
haciendo una tortilla de patatas.

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Autor

Donaciano Bueno Diez
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