MEDALLA DE PLATA (Mi poema)
Norberto James Rawlings (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Pues fuiste tú hecha a golpe de metralla,
que sudas como nadie en los fogones,
y sabes despertar las emociones,
si lloran vas les dices come y calla.

Objeto de diseño blanca o rosa,
de luenga barba en testa con mil capas,
y el cuello ese tan verde con que atrapas,
redonda, respingona y picantosa.

Tu hermano, ese es el ajo, tan pequeño,
haciendo vais unidos buenas migas.
En casi todos platos te prodigas
ornando a la comida con tu empeño
mostrando eres muy suave y cómo ligas.

Ingrediente esencial eres, cebolla,
cuando hago una tortilla de patata,
medalla yo te otorgo aquí de plata
y cuelgo hoy en tu cuello con su argolla.
©donaciano bueno

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La medalla de oro queda reservada para los huevos sin los cuales no habría tortilla y, por supuesto, para la patata.

MI POETA SUGERIDO:  Norberto James Rawlings

Esbozos de tu tristeza

Trepidación, monotonía,
sombra de luz que no alumbra.
Tu orilla está repleta de invisibles puentes.
Como diminuto y opaco sol,
la soledad brilla en el horizonte,
la tristeza es eclipsada por la alegría de la multitud,
el ruido, la música.
Ocurre que estás sola.
Ocurre que tu alrededor es de soledad,
tumulto, follaje, paz y fiera guerra.
Torres y estiradas sombras,
que a la vez se disputan el poco espacio
y reconstruyen el paisaje,
edades,
ecos que se anulan,
triunfos que relegan la importancia
de ciertas alturas, sin importar
la presencia de flores o pájaros y, pese a todo
siguen importando los callejones,
el maíz tierno, un buen trago,
un paseo por Juan Dolio.

Óyeme viejo willy

Óyeme viejo Willy cochero
fiel enamorado de la masonería.
Óyeme tú George Jones

ciclista infatigable.
John Thomas predicador.
Winston Brodie maestro.
Prudy Ferdinand trompetista.
Cyril Chalanger ferrocarrilero.
Aubrey James químico.
Violeta Stephen soprano.
Chico Conton pelotero.
Vengo con todos los viejos tambores
arcos flechas
espadas y hachas de madera
pintadas a todo color ataviado
de la multicolor vestimenta de «Primo»
el Guloya-Enfermero.

Vengo a escribir vuestros nombres
junto al de los sencillos.
Ofrendaros

esta Patria mía y vuestra
porque os la ganáis
junto a nosotros
en la brega diaria
por el pan y la paz.
Por la luz y el amor.
Porque cada día que pasa
cada día que cae
sobre vuestra fatigada sal de obreros
construimos
la luz que nos deseáis.
Aseguramos
la posibilidad del canto
para todos.
s.p.m. 1969

Llamas de la noche

En presencia del fuego
en el ardoroso mapa de sus llamas
tu rostro asume nuevas formas
y te pareces a ti misma (re)inventada
En la indetenible
carrera del sopor otoñal
emigran las hojas a lomos del viento
Insectos de ámbar y luz
Perros mudos que afligen al poeta
ante el arribo del alba
permutan sus ladridos
por el repique de campanas
¿Quién extinguirá las llamas de la noche?
¿Qué sombras darán cobijo
a estas perennes y cambiantes luces?

No tuve libros

Yo no tuve libros
ni bicicleta.
Toda la poesía de los días
logre captarla
en difusos colores
de lápices ajenos.
Solo fue mía
la temprana edad de lo triste.
La antiquísima soledad del hombre.
Las tibias noches del puerto.
La sal marina.
La brisa
y un incansable amor a la vida
y a la música que la hace posible.

Yo para mis sueños
no tuve protección suficiente
y como hojarasca
rodaron muchos anhelos.
(Sabor de almendra tierna tuve
por muchas horas).

La angustia
fue como ineludible signo heredado.
La soledad
marco permanente
de toda alegría en asomo.

Lección

Observa hijo cómo rasguña
el mar las orillas de la playa
cómo a dentelladas húmedas
impone su reino salobre.
Cuando canta el mar
se embriaga de sol la brisa
se cuela su música amarga
entre blancas cortinas de agua
y construye la distancia
con invisibles partículas
de transparencia diurna

Patria portátil. Santo Domingo. 2004.

Ozama

La ciudad puede cotidianamente
despertar y morir
en su horizontal crecimiento.
Pueden los mondos funcionarios del régimen
multiplicar sus espejos
renovar sus roperos
sin que los líquidos de tu cólera
laven de sus solapas
los colores de la sangre.
Esa es su marca: señal convenida.

Cuando los diminutos ángeles populares
rescaten nuestras banderas pisoteadas
ignoro qué escondidas muertes
qué húmedas y oscuras historias
podrán retener tus aguas.

Pierden majestuosidad las lilas
en tus espejos.
Pienso que no tendrías razón de existir
a no ser por la aleve aridez
que recorre el corazón de esta isla.

Uno a uno

A Juancho Lamouth

I
Uno a uno
han silenciado los perros.
Una a una se han apagado
las lámparas amargas
que rodearon tu borrascosa existencia.

Ahora desciendes hermano.
Ahora se escapa raudo tu cuerpo
de obrero apaleado por la angustia.

Ahora cesa la oscura lluvia
que abatía tu corazón de hombre sencillo
crece el racimo de hojas apagadas
que siempre quisiste para los hombres
y que para ti no tuviste.

II
Ya no te alcanzan las sales del viento.
Ya no te alcanzan los continuos dolores
que aquí permanecen
te ha ausentado la muerte hermano.
Estás exento del odio y lo amargo
que nos toca vencer
del largo trayecto que nos toca recorrer.

No descanses hermano
esa que ahora tienes
no es la paz que mereces.

Los inmigrantes

Aún no se ha escrito
la historia de su congoja.
Su viejo dolor unido al nuestro.

No tuvieron tiempo
-de niños-
para asir entre sus dedos
los múltiples colores de las mariposas.
Atar en la mirada los paisajes del archipiélago.
Conocer el canto húmedo de los ríos.

No tuvieron tiempo de decir
-Esta tierra es nuestra.
Juntaremos colores.
Haremos bandera.
La defenderemos.

Hubo un tiempo
-no lo conocí-
en que la caña
los millones
y la provincia de nombre indígena
de salobre y húmedo apellido
tenían música propio
y desde los más remotos lugares
llegaban los danzantes.

Por la caña.
Por la mar.
Por el raíl ondulante y frío
muchos quedaron atrapados.
Tras la alegre fuga de otros
quedó el simple sonido del apellido adulterado

difícil de pronunciar.
La vetusta ciudad.
El polvoriento barrio
cayéndose sin ruido.
La pereza lastimosa del caballo de coche.
El apaleado joven
requiriendo
la tibieza de su patria verdadera.

Los que quedan. Estos.
Los de borrosa sonrisa.
Lengua perezosa
para hilvanar los sonidos de nuestro idioma
son
la segura raíz de mi estirpe.
Vieja roca
donde crece y arde furioso
el odio antiguo a la corona.
A la mar.

A esta horrible oscuridad
plagada de monstruos.
Oyeme viejo Willy
cochero
fiel enamorado de la masonería.
Oyeme tú George Jones
ciclista infatigable.

John Thomas
predicador
Winston Brodie
maestro.
Prudy Ferdinand
trompetista.
Cyril Chalanger
ferrocarrilero.
Aubrey James
químico.
Violeta Stephen
soprano.
Chico Contón
pelotero.

Vengo con todos los viejos tambores, arcos y flechas
espadas y hachas de madera
pintadas a todo color
ataviado
de la multicolor vestimenta de “Primo”
el Guloya-Enfermero.

Vengo a escribir vuestros nombres
junto al de los sencillos.
Ofrendaros
esta patria mía y vuestra
porque os la ganáis.
junto a nosotros
en la brega diaria
por el pan y la paz.
Por la luz y el amor.
Porque cada día que pasa
cada día que cae
sobre vuestra fatigada sal de obreros construímos

la luz que nos deseáis.
Aseguramos
la posibilidad del canto
para todos.
Sobre la marcha. 1969. Poesía completa (Biblioteca de las letras dominicanas nº 69). Kindle Edition.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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Parece que fue ayer cuando la nievecaía suavemente…
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