Podrá faltarme el aire que respiro,
podrán la luna, el sol, el mar y el viento,
la sombra que acompaña al sentimiento
y el aura que le adorna a mi suspiro
e incluso hasta el aliento.
Podrá surgir del cielo algún lamento,
y un grito resoplar, si es de recibo,
la duda que me agobia mientras vivo,
enfado que atenaza con el viento
y quiera hacer cautivo.
Podrán caer mil aguas a raudales
y el mundo que amanezca dando vueltas,
las lágrimas que en ácido disueltas
amenacen con traernos muchos males
o aunque vengan revueltas.
Yo no mamé la lengua castellana
cuando llegue al mundo.
Mi lengua nació entre arboles
y tiene sabor de tierra;
la lengua de mis abuelos es mi casa.
Y si uso esta lengua que no es mía,
lo hago como quien usa una llave nueva
y abre otra puerta y entra a otro mundo
donde las palabras tienen otra voz
y otro modo de sentir la tierra.
Esta lengua es el recuerdo de un dolor
y la hablo sin temor ni vergüenza
porque fue comprada
con la sangre de mis ancestros.
En esta nueva lengua
te muestro las flores de mi canto,
te traigo el sabor de otras tristezas
y el color de otras alegrías…
Esta lengua es solo una llave más
para cantar el canto viejo de mi sangre.
El agua y el fuego
Yo no olvido la imagen
de aquella cocina encendida,
el humo ardía en los ojos
y era amargo en la lengua…
Las sombras en las paredes
eran espantos negros.
El fuego enloquecido
devoraba los leños…
Y el agua hirviendo
parecía un animal rabioso
rascando dentro de la olla.
Neblina de la tarde
Déjame llorar ahora
porque después ya no tendré tiempo.
Déjame amarte en este tiempo
porque mañana me pesará más la vida.
No me digas que el sueño
tiene término.
No me digas que la ilusión desaparece
como la neblina de la tarde.
No quiero saber que me miento
y que este dolor que poco a poco
se hace espacio en mi corazón
es la única verdad.
Camino al revés
De vez en cuando
camino al revés:
es mi modo de recordar.
Si caminara sólo hacia delante,
te podría contar
cómo es el olvido.
Dos lágrimas
Cuando nací
me pusieron dos lágrimas
en los ojos
para que pudiera ver
el tamaño del dolor de mi gente.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.