A UN TAL DJOKOVIC (Mi poema)
María Teresa Cervantes (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA…de medio pelo

 

El riesgo de creerse bendecido
por dioses que le otorgan su dispensa,
que exime a obedecer y en su defensa
por otros que en el palco enardecido,
querrán bailarle el agua, que es la prensa.

Que él es un personaje muy famoso
aupado a lo más alto de la gloria,
creyendo los demás somos escoria,
y tiene en su derecho entrar al coso
y oír como le aplauden con euforia.

Así funciona el mundo, hay unos pocos
que piensan son distintos, diferentes,
aupados a su altar por otras gentes,
los mismos, los que sufren de sofocos
y ven como se muestran prepotentes.

Delicias no se hicieron para cerdos,
si el astro ha de gritar ¡aquí chitón!
por eso él es el líder, un faltón,
que trata a los demás cual fueran lerdos,
no hay bula para bobos del montón.
©donaciano bueno

El día en el que los aplausos no se regalen, políticos, artistas…etc… comenzarán a valorarlos como se merecen. Entonces solamente podrán disfrutar de ellos, los expertos en alguna disciplina o que demuestren valores como personas, los que los merezcan realmente o los que los paguen.
Esto me retrotrae a la etapa por los años 60 de mi llegada a Madrid y aquellas tardes de teatro gratis en que disfrutaba merced a la Cla.

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MI POETA SUGERIDO: María Teresa Cervantes

María Teresa Cervantes

La luna ha descendido su luz en el desierto.

La luna ha descendido su luz en el desierto.
No me pidáis que vuelva.
Aquellos que me amaron ya no están
y en mis ojos no hay paso a la ternura.

No me pidáis que vuelva, que retorne.
Voy a ausentarme, a revestirme de otra,
para que nadie sepa la que he sido.

Mi reino es de otro espacio, de otra edad,
de otro sueño tal vez, de otra memoria.
El reloj ha atrasado su rutina
y el alba se ha juntado con la noche.
He olvidado ese nombre con el que me nombraban,
he dejado de ser la del espejo.

Soy duna que se pierde entre la arena.
No me pidáis que vuelva.
(Premio Emma Egea, Cartagena, 1992)

AQUELLA triste historia :

la nostalgia por un tiempo perdido
que mis brazos quisieron retener
oscilando en mis sueños y en las rosas.

Ese deseo tierno de un jardín ideal
sólo habitado por mí.
Último otoño, reciente todavía,
en que de memoria supe
una página de Tácito.

INVENTAR otro espacio:

aquí las bellas margaritas
con pétalos de entonces.
Noches evadiendo sombras,
una nostalgia distinta.

Y reinventar al hombre de otro modo
–trágico protagonista del mundo-,
encerrado en un destino
que nunca fue opcional.

El que imagina voces y se sabe demente
(los silencios del cosmos)
y huye, huye, huye…
aun sin contar con nadie.

Esa hora distinta que nunca alcanzaría,
los secretos que tanto le oprimieron
escuchando el lamento
de pájaros heridos, incurables.

MÁS allá de mi cuerpo

he respirado vida.

Mas se advierte una luz
antes de que amanezca.

Hay un silencio que me recorre entera.

Hoy huelo a eternidad,
a oscuridad de abismo:
recuerdos adheridos a la noche.
Siento un peso de abismo
entre mis párpados.

Abro el cajón donde mamá guardaba
sus pañuelos bordados,
su mantilla de encaje.
Y la fotografía
con su mano a mi espalda.

Mi amor se quedó anclado
en el último bucle de sus largos cabellos.

Entre sus uñas pálidas:
el más sencillo esmalte del augurio.

YO era ¿quién? Nunca lo supe,

ni aún después de haber sido la que soy.

Concebida cual niña solitaria,
novela irrepetible,
por siempre inacabada.
Del libro Al fondo de la escena -inédito-

¿Quién pudo ser su verdadero autor?

HUBO ocultas razones

por si acaso el amor
sorprendía de frente.

Te conté muchas cosas
junto a un balcón de edad muy avanzada.
Yo miraba el espacio, el gran recinto.

Frente a mí contemplo todavía
la consola de roble que me daba otra imagen.

A través de un espejo oxidado de edades
mi imagen se emborrona,
tampoco a ti te veo.
Aún quiero imaginarme
buscando esa otra imagen
que nunca encontraría.
La entrada, el gran sillón
con más años que nunca
y ese olor a pasado en gris y negro:
la borrosa pantalla que permite
reconciliar la vida y la no vida.

LAS rosas apenas cumplen días.

El florido rosal
se tiende tiernamente hacia mi mano
y me deja un perfume
de poniente sereno.
Voy caminando a solas
desde dentro de mí.
Quizá no me parezca
a la que tú escuchabas en la lluvia,
a la que tú escribías
para saber sus cosas.
Ahora ha anochecido y tú te muestras otra,
otra que ha ido perdiendo
su terso rostro nácar,
el azul de sus ojos de crepúsculo.

Pienso en aquellos días con púrpura y metal
en tu viejo balcón.
Mas hoy se ha hecho tarde y tú no llegas.
Tu portal está oscuro, tu ventana cerrada.
Transitan transeúntes por la calle:
figuras enlutadas.

¿Se habrá muerto María?

El recuerdo es de fuego y arde en mí.

QUÉ difícil ahora

pensar lo que tu pienses,
el fragor angustioso
que se hunde en la noche.
Ya nada será igual, ni tus zapatos,
ni tu traje de otoño,
ni aquellos versos tuyos
rayando por el lado de las hojas caídas.

Dime en qué recientes páginas
anotas tus poemas de ese mundo de ahora,
si aún recuerdas tus más bellos instantes,
tus apacibles días, si existe allá un mañana.

Hoy quisiera leerte
mis últimas quimeras,
con pausado sonido. Explicarte
que he cruzado las calles de La Unión
y no te he visto.
Del libro La sombra que me acompaña -inédito-

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Donaciano Bueno Diez
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