EL SOL, LA LUNA Y LAS ESTRELLAS (Mi poema)
Pedro Mairal (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Entre el sol y la luna hay una estrella,
entre el cielo y la tierra hay una nube,
si me meto en el agua, el agua sube,
si la luna se cae aquí se estrella.

Cuando aquí luce el sol la luz es bella,
si no luce, en la tierra doy de bruces,
si la luna se va, se van las luces,
solo falta ponerle una querella.

Nada es oro se vé, cuando reluces,
si la nube se aparta, se desnuda,
nada aquí a mi me saca de la duda,
todo es ruido y sonido de arcabuces.

Y si yo hoy no me veo, es que no existo,
pues que a nada que dicen yo me creo,
miro al sol y a la luna y me recreo
y a marchar de este mundo me resisto.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Pedro Mairal

TAN LEJOS DE LOS DIOSES

El hombre, tan omnívoro y callado,
metiéndose en la ropa, atravesando
hileras de botones que se abren
o patíbulos, puertas o tristezas,
bajando en ascensores al invierno,
bostezando, subiendo a colectivos
que pegan coletazos de colores
en todas las esquinas, detestando,
viajando entre sus prójimos lejanos,
tan frágil, vertical, embotellado,
tan buscador, tan lejos de los dioses,
trasnochado mamífero embustero
que emana de la boca de los subtes,
que fuma, tan mendigo del asombro,
tan rey cuando le lustran los zapatos,
tan peatonal y bípedo sin cielo,
regresando con tráfico en las venas,
cautivo en geometrías y bullicio,
soñando alcantarillas, despertando.
Tan asfáltico, el hombre, tan urbano.

LA ESPERA

El tiempo se ha trabado en la herrumbre de mi espera.
La vertical del sol
sin una sola sombra.
Las ansias en el toro que no embiste:
las cuatro patas negras
clavadas en la arena.
Los siglos que ya lleva
sin parpadear la esfinge.
El David sepultado en la cantera
esperando que llegue Miguel Angel.
Calma chicha en un lago de la puna,
el indio masca coca allí en la proa,
la vela desmayada cuelga inerte,
el agua como un vidrio.
Los soldados aqueos respirando
en lo oscuro del vientre del caballo.
El áspero silencio que da el disco
cuando va a comenzar la sinfonía.
Sombreros en el aire.
Un picaporte inmóvil.
El invierno goteando en el pasillo.
El tiempo de las grutas y los zapatos huecos.
Los gestos detenidos en los cuadros.
Y esperarte en esta mesa yerma,
esperar a que se abra aquella puerta
para que entres y gire el engranaje
y entonces sople el viento, embista el toro,
recobren el aliento las estatuas,
y en los cuadros la vida continúe
y caigan los sombreros
y la lluvia,
y el tiempo se destrabe con su música.

DESDE EL CAFÉ

Revuelvo mi café
y le doy fuerza al día con lentas espirales.
Se echan a andar las horas
desde ese sol formado en el impulso.
Gira la espuma tibia del alba de las calles,
gira el amplio fragor en la mañana,
doblan los colectivos de colores
que viajan hacia el centro
del negro remolino,
rodean el azúcar y las plazas,
toman la curva, suben las mujeres
con sus ojos enormes y se bajan
perdiéndose en la rueda de los vientos.
Se desenrosca así la madrugada,
desde la taza arranca
para mezclar las vidas,
los pálidos oficios que pesan en las manos
por la ciudad redonda, gira y gira
y la espiral se expande
desde el café, la luz del movimiento
que enreda la jornada
da vueltas alejando la sombra de la tierra,
hace rodar los astros,
un gesto circular
que inicia la torsión del universo,
revolver el café, dar cuerda a la galaxia.
¿Acaso la cuchara de Dios indiferente
gira en el zumo oscuro del espacio?

Aguas vivas

En la fila del banco
para atenuar la espera y el silencio,
los clientes miramos el fondo azul del mar
por un televisor colgado al techo:
es un documental sobre aguas vivas,
medusas de gelatina
bailando en el cobalto de las profundidades,
los violáceos tentáculos ardientes
flameando como crines en el sueño,
traslúcidas se mueven en conjunto,
se expanden y contraen
en su elegante nado,
se dejan arrastrar por las corrientes.
Es su turno, señora,
le digo y me arrepiento
porque ella justo estaba sonriendo,
mirando la pantalla.
Con un solo tirón
la traje desde el fondo del océano
hasta la tierra firme y sus impuestos,
la devolví a sí misma
con su pañuelo verde en la cabeza,
la devolví a su edad, su guerra contra el tiempo,
su maquillaje espeso y pantalones.
De vuelta en el oxígeno vigente
la señora se acerca hasta la caja
y olvidada de las profundidades,
paga las aguas muertas y argentinas
con fondos personales.

La fauna embalsamada

¿esto es un poema?
¿estar a oscuras sin dormir
puede ser un poema?
¿si no hay nada
puede haber un poema?
¿si digo que respiro en este cubo negro,
no es algo ya? ¿no es demasiado?
¿no es mucho más que esto en realidad?
busco un silencio quieto entre paredes
una sola palabra de penumbra
cualquiera menos noche
porque noche está solo permitida
a los poetas cósmicos
yo me refiero a este apagón del verbo
la boca ciega en la sombra de este miércoles
yo fui —yo quise ser— poeta natural, poeta cósmico
pero soy un poeta de edificio
poeta de ascensor
y no quiero dormir
quiero estar acostado sin luz en las palabras
por ejemplo:
¿adónde están las manos
de esta pregunta?
¿cómo es un poema en un departamento a oscuras?
yo que llamaba mulata, yegua de tinta a la noche
¿adónde voy a ir?
¿qué voy a hacer con mi fauna embalsamada
a las doce menos cuarto sin imagen
a tientas por el verbo del piso seis sin sueño?
vendo o alquilo mi fiel cosmogonía,
cambio sistema solar
por dos palabras ciertas
que consigan decir toda mi sombra.

Esta tarde

Todo sucede dentro del breve resplandor
de un gran espejo.
Ya no es la sombra que trae hasta los sueños
caballos muertos.
Ahora brilla el invierno
con la tarde inclinada en las veredas.
La luz en su hora grave de altísima marea
inunda en su follaje de lúmenes el aire,
pasa a través del clima, del humo,
de todas las ventanas de este café sin sueño.
Una sombra le nace a las palabras,
a los hombres sentados, a las sillas.
Un colectivo pasa,
el rayo de la tarde lo atraviesa
y ametralla de luz las soledades.
Abren la puerta,
entra el sol con un gato que se trepa a una silla.
Apenas en minutos,
hay algo que se va como un perfume.
El fracaso del fuego y el silencio
apagan este día para siempre.

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