¡FEA! (sátira) (Mi poema)
Juan José Arreola (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Una persona esa era que miraba al espejo y se daba asco,
¡qué sería que hasta el reflejo recriminando se lo afea!
y que al verla los hombres revolvían observando con gran fiasco
y hasta su sombra deforme la sigue así gritando ¡eres muy fea!

Que cuando iba a la playa y metía en el mar subía la marea
en precaución y para así evitar a los bañistas algún susto,
peligro público era, ¡cuidado hemos de tener, nadie la vea!
pudiera ser que alguno se muriera de un infarto o de un disgusto.

Fea, fea, fea, fea eres, requetefea, ¡me quedo a gusto!
alucino, la veo en sueños, por ella me siento perseguido,
obesa, veo como se me echa encima y me aplasta con su busto,

a punto de axfisiarme, déjenme, que respirar preciso !ea!
esta pesadilla sólo la puede así contar quien la ha vivido,
es la pura realidad, yo aquí lo juro aunque haber no hay quien me crea.
©donaciano bueno.

La sátira es un género literario que expresa indignación hacia alguien o algo, con propósito moralizador, lúdico o meramente burlesco. Se puede escribir en prosa , verso o alternando ambas formas (sátira menipea). Se inspira en la poesía yámbica griega, pero se desarrolló sobre todo en la literatura latina.

MI POETA SUGERIDO: Juan José Arreola

CANCIÓN

La canción más triste
quiero decirla sin voz.

La diré como un eco
que repite el dolor,
y llegará al corazón
sin caminar por la voz.

Tendrá en su silencio
la oscura palpitación
de las palabras que viven
sin deshojarse en la voz.

Como la fina lluvia
tendrá un lento compás
para que sea como un llanto
que se disuelve sin voz.

La canción más triste
quiero decirla sin voz.
De Cinco sonetos, diez décimas, una canción, 1941.

A JOAQUÍN DÍEZ-CANEDO

A Joaquín, que sobre los textos clásicos me
enseñó una tarde cuál era la más exacta
distribución de los versos de la décima
Décima, dulce artificio
de dimensión y cadencia
donde poética ciencia
extrema y luce su oficio.
He aquí, Joaquín, beneficio
de lección segura y breve:
¡ya la décima se mueve
con preceptuado rigor!
Mil gracias por el favor
¡oh dilecto de las Nueve!
De Antiguas primicias, 1996.

BALADA

El gavilán que suelta en el aire la paloma
y gana las alturas con el estómago vacío;
el barquero que tira por la borda el cargamento
y recobra su línea de flotación;
el bandido que arroja la bolsa en su carrera
y se salva por piernas de la fortuna o de la horca;
el primitivo aeronauta que corta para siempre las amarras de su globo
y saluda y se despide desde la canastilla
agitando su sombrero de copa sobre la muchedumbre pedestre.
Todos me dicen:
mira tu paloma.

Ya puedes ser del chivo, del puerco, del caimán y del caballo.

El que abriéndose las venas en la tina del baño
dio por fin rienda suelta a sus rencores;
el que cambió de opinión en la mañana llena de estupor
y en vez de afeitarse hundió la navaja al pie de la jabonadura
(afuera, en el comedor,
le esperaba el desayuno envenenado por la rutina de todos los días);
los que de un modo o de otro se mataron de amor o de rabia,
o los que se fueron por el ábrete sésamo de la locura,
me están mirando
y me dicen con la sonrisa extraviada:
mira tu paloma.

Ya puedes ser del chivo, del puerco, del caimán y del caballo.

Mírala desde el vértice del amor propio,
girando en barrena, dándolo todo al diablo,
descendiendo con pocas alas y con mucho bodrio.

Mírala cumpliendo con la intima ley de su gravedad,
cayendo en la piara, enganchándose en los cuernos,
entrando por el hocico empedrado de colmillos,
yaciendo en los lomos calientes y desnudos.

Desplumada ya por las pinches,
espetada en el asador del cocinero indecente;
trufada de anécdotas para el regocijo de los bergantes
y el usufructo de los follones.

Ya puedes ser del chivo, del puerco, del caimán y del caballo.

GRAVITACIÓN

Los abismos atraen.
Yo vivo en la orilla de tu alma.
Inclinado hacia ti,
sondeo tus pensamientos,
indago el germen de tus actos.

Vagos deseos se remueven en el fondo,
confusos y ondulantes en su lecho de reptiles.

¿De qué se nutre mi contemplación voraz?
Veo el abismo
y tú yaces en lo profundo de ti misma.
Ninguna revelación.
Nada que se parezca al brusco despertar de la conciencia.
Nada sino el ojo implacable que me devuelve mi descubierta mirada.
Narciso repulsivo, me contemplo el alma en el fondo de un pozo.

A veces, el vértigo desvía los ojos de ti.
Pero siempre vuelvo a escrutar en la sima.

Otros, felices, miran un momento tu alma
y se van.
Yo sigo a la orilla, ensimismado.

Muchos seres se despeñan a lo lejos.
Sus restos yacen borrosos,
disueltos en la satisfacción.

Atraído por el abismo,
vivo la melancólica certeza
de que no voy a caer nunca.

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Donaciano Bueno Diez
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