Es España. Es Madrid, Y esto es agosto.
Hay fiestas en los pueblos. La alegría
se expresa libremente cada día
aflorando sonrisas en el rostro
como en Andalucía.
Fanfarrias. Canciones. Chirigotas.
Ruidos de pasacalles y pachangas.
Todo el mundo ríe feliz. Charangas
bailando algunos chotis o unas jotas
a ritmo de bullangas.
En honor de algún santo, Isidro o Roque,
pues que aquí cualquier santo es un pretexto,
para hacer una fiesta. Que del resto
se ocupa la sangría o lo que toque
o esté el cuerpo dispuesto.
Sólo el ave conoce
los exactos perfiles.
De sus ojos aprendo
el universo miniado
el eterno poniente que oscurece
las islas.
Puedo ver la verdad:
el lento claudicar del horizontes
y su amarga
caída.
A qué región…
A qué región me llegaré a buscarte
ahora que reposas a mi lado
en forma de deseo
hombre
cuya belleza apenas
conocía. Cada día me ciñe
su cilicio de ausencia.
Me has herido de vida desde toda
tu muerte
y no hay sueño bastante a tu vacío.
Hay libros que se escriben…
Hay libros que se escriben sobre la carne misma.
Son esas cicatrices que nos hablan
y sangran
cuando el tiempo se rinde a su derrota
un puñado de signos que apenas
comprendemos
Hay libros que se escriben sobre la carne misma.
Son esas cicatrices que nos hablan
y sangran
cuando el tiempo se rinde a su derrota
un puñado de signos que apenas
comprendemos
La casa que abrigó tu corazón
será una ruina. Furtivos
en la noche
la habéis abandonado.
Oscura en el jardín la tierra removida.
Quise
decir traición
y dije llanto.
NO LIMPIAN LAS PALABRAS…
No limpian las palabras.
Alumbran una isla en el lugar
del miedo y extienden una rama
al paso de los pájaros. Acogen
cuanto nace del hambre de las cosas
y mueren en silencio.
Pero su amor no limpia.
Como no limpia el llanto el rastro
de estar vivos.
lo que fuera el poema. Oscura
vocación de profecía.
La sed, 1997.
LAS PALABRAS QUE DIJE YA NO…
Las palabras que dije ya no
me significan. No sabía que a todo
le sucede lo mismo
y que mueren de tiempo
también
las palabras. O seré yo
tal vez. O seremos lo mismo.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.