PRESENTACIÓN (Mi poema)
Luis Mizar (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA …de medio pelo

 

Yo soy Manolo y, amigos,
un humilde guitarrista
que no aparece en la lista
de los discos más vendidos.
Yo canto por afición
y en agradarles me esmero,
si lo consigo prefiero
su aplauso de corazón
antes que me den dinero.
Mas si dinero me dan
no crean que lo desprecio,
no me importa el qué dirán
ni piensen que soy un necio.
Y ya, para terminar
esta breve alocución
doy comienzo a mi actuación
implorando su clemencia.
Pido su benevolencia,
que al final pueda lograr
gozar de su aprobación
y me den su complacencia.
Yo sólo soy un juglar
¡Va por la mejor audiencia!
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Luis Mizar

Salmo del viejo truco

Señor
Al pie de la letra he seguido tu consejo.
De mi rostro he arrojado la máscara.
Amigos y enemigos han visto
con acusador espanto mi verdadero rostro.

Señor
Fuiste audaz y te funcionó el viejo truco.
Tu sugerencia me trajo una camionada de repudio.
Mis amigos (alimañas pedigüeñas de tu lluvia)
niegan la franca sequía de mi Huerto.
Mis enemigos (pálidos mercenarios de tu fuego)
festejan el incendio de mi bohío.

Oh, Dios de mi desgraciado barro,
ahora que me miras convertido en vivaz antorcha
suelta las amarras de tu risa
pues, una vez más he sido víctima de tus trampas.

Salmo de la cuerda

Señor
En noches que son hondos abismos y desacuerdos
me despierta el apretón (no sé si justo o injusto)
de una cuerda rodeando mi cuello.
Otras veces he visto mi cuerpo
Colgando de un árbol
columpiándose
ante el soplo de un viento escandalizado.
Señor
¿Permitirás que una noche lluviosa
huérfana de luna y palabras
se vuelvan realidad mis sueños?

Salmo de la inocencia

Señor
soy inocente como un grano de trigo,
un tigre enjaulado o una gota de miel.
Señor,
Acuérdate que desde mi primer grito
procuro eludir tus senderos,
pero tus tercos senderos
siempre solicitan mis pasos.
Señor,
no te oculto nada; a tus ojos soy visible
como el reposo del agua en el cántaro dormido;
mis actos te huyen como un ciervo asustado,
pero solo y rodeado de tristes bejucos
en horas vulneradas, tu resplandor me encuentra.
Señor, soy inocente
como la voz del manantial,
soñada por los desiertos.
Desdeñoso y audaz me alejo de tu perdón,
y alejado de tu perdón, comprendo
que también del desvarío de mi fuga soy inocente.

Salmo de la primera piedra

Señor
puesto que yo soy todos los hombres
es justo que sea condenado
por haber arrojado la piedra
que golpeó el rostro del ángel
y volvió añicos el cielo
creyéndome
(en un peregrino arrebato de santidad)
libre de la renga sombra de los pecados.

Rogativa por el néctar de ébano
o Salmo de la cobija esquiva

Permite señor
que me cobije su tibieza
que mis manos se asomen a sus manos
que mis pies se enreden con sus pies
que el olor de su piel se aposente en mi piel.

Permite señor
que cese mi sana angustia
y yo pueda beber por siempre
el néctar de ébano
de los pechos de mi amada.

Salmo de la náusea

Señor
hace tiempo te lo quería decir
pero la timidez (que siempre me ha jodido)
me amordazaba la boca.
Después de mi perorata
sé que dirás:
“Mizar es mancha de plátano
para el blanco vestido de mis ángeles.
Es más fácil que entre un elefante
por el ojal de una camisa
a que entre Mizar a mi paraíso”.

Señor
no me importa tu retórica
pues, hace tiempo que agonizo por decirte
que tu paraíso y tus mandamientos
me producen náusea.

Salmo de los lunares
o centellas elocuentes

Oh, tú omnipotente
que dominas el filo de las tempestades
que apaciguas la furia de los volcanes
que conviertes en girasol a la centella
que el mar lo viertes en una totuma.

Oh, tú milagroso
permite que mis labios ganen el paraíso
viajando a los lunares prohibidos
de esa trigueña que alucina
los setenta kilos de barro clamoroso que soy.

Salmo de las heridas

Señor
ahora que soy sol eclipsado
en el paréntesis
de las piernas de una mujer
liberaré el mentol de mis palabras
para que tu paladar
comprenda mi súplica.

Señor
venga a mí tu reino de heridas
porque en el mapa de cicatrices
que representa a mi esencia
aún hay comarcas baldías.

Salmo de la estación fenecida

Señor
Si me descubro ciego bajo un resplandor de luna
Si halagados por una sinfonía de Vivaldi
mis oídos se niegan a gozar el misterio musical.
Si mi olfato no percibe
el olor sufrido del baúl de mamá.
Si lenguas de fuego lamen mis piernas
y no libero lamentos.
Si mi boca es una porción cerrada de silencio
entonces, oh todopoderoso,
¿Debo conjeturar que soy tiempo en reposo
o estación fenecida propicia para los gusanos?

Salmo del insensato

Señor
Mírame frente a este río
que brota de mi costado menos contaminado.
Mírame sentado en esta piedra
que conoce el peso exacto
de mis rencores, desamores y angustia.

Señor
Que hoy, tu benevolencia me sea propicia
y se vuelva amiga de mi petición.

Señor
Aleja el yugo de la sabiduría de mi sombra
aleja la infernal lucidez de mi esencia
hazme insensato
porque más vale un torpe feliz que un sabio infeliz.

Salmo de la locura

Señor
Desde siempre has sabido
cuántos kilogramos de inocencia
tengo en salmuera.

Tú has visto lo abarrotada
que está mi alacena de ironía.

Tu mano derecha desgranó compasión
cuando apareció
la séptima flor de locura en mi huerto.

Desde siempre has sabido
que yo soy tu broma más amarga.
Entonces, bendito señor, no permitas
que mi risa sea vestida
por la túnica inconsútil de la razón.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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