UN PIROPO, POR FAVOR! (Mi poema)
Luis Carlos López (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Yo he vivido esperando que las damas
me lanzaran al paso algún piropo,
y hoy me paro a pensar y me sofoco
si es que acaso no anduve por las ramas,
pues miro y no me toco.

Cada día soñando, tensa espera,
me dijeran: ¡chaval, tú eres muy guapo!.
Y en respuesta, trataran cual guiñapo.
Ni una sola yo hallé que me quisiera,
pues miran como un trapo.

Y hoy las damas se sienten ofendidas
y a escuchar las lisonjas no se avienen.
Ignorantes, ¡no saben lo que tienen!.
Pues debieran mostrarse agradecidas
¡mejor que se serenen!

Yo que escaso ando ya de mereceres
y no espero de nadie algún halago,
me pregunto si es justo lo que hago
cuando aun echo un piropo a las mujeres
o acaso es que la cago.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:

Luis Carlos López

A mi ciudad nativa

Noble rincón de mis abuelos: nada
como evocar, cruzando callejuelas,
los tiempos de la cruz y de la espada,
del ahumado candil y las pajuelas…

Pues ya pasó, ciudad amurallada,
tu edad de folletin… Las carabelas
se fueron para siempre de tu rada…
iYa no viene el aceite en botijuelas!

Fuiste heroica en los años coloniales,
cuando tus hijos, águilas caudales,
no eran una caterva de vencejos.

Mas hoy, plena de rancio desaliño,
bien puedes inspirar ese cariño
que uno les tiene a sus zapatos viejos…

 A UN CONDISCÍPULO

“El hombre es digno
de sus propias obras”.

Baronesa de Wilson

¡Qué situación la tuya!… ¡Qué situación la mía!
Los dos fuimos alumnos de griego y de latín
y desde aquellos años de olímpica alegría,
tú no pasaste nunca de ser un adoquín.

Mas hoy, por un prodigio quizás de hechicería,
ya eres académico, tu casa es un jardín,
y sabiamente preñas de duros tu alcancía,
mientras que tu cofrade no guarda ni un chelín…

Después surgió el político. Yo apenas soy un cero.
Viajas en automóvil. Y yo por mi sendero
cabalgo en rocinante sin humos de chofer.

Y yo, cuando te encuentro, con qué efusión te acojo
—siempre andas por la calle más serio que un cerrojo—
con una de las cáusticas sonrisas del Voltaire.

 A UN PERRO

Todo es igual y lo mismo.

Fenelón

¡Ah, perro miserable,
que aún vives del cajón de la bazofia,
—como cualquier político— temiendo
las sorpresas del palo de la escoba!

¡Y provocando siempre
que hurtas en el cajón pleno de sobras
—como cualquier político— la triste
protesta estomacal de ávidas moscas!

Para después ladrarle
por las noches, bien harto de carroña,
—como cualquier político— a la luna,
creyendo que es algún queso de bola…

¡Ah, perro miserable,
que humilde ocultas con temor la cola,
—como cualquier político del día—
¡y no te da un ataque de hidrofobia!

 A MI CASA

¡Pobre casa de mis antepasados!
Si pudiera comprarte, si pudiera
restaurar tus balcones y tejados,
y por el caracol de tu escalera

subir a tus salones empolvados,
para en tu soledad, casona austera,
revivir episodios olvidados,
teniendo en tu zaguán loro y portera…

Pero tú, caserón en esqueleto,
refugio de vampiros y lagartos,
donde penetra el sol hecho una brasa,

¡qué sabes de las cuitas de un biznieto,
de un biznieto aburrido y sin dos cuartos,
que no puede comprarte, pobre casa!…

Adiós

…abandonémis lares
marcando rumbo hacia
remotos climas.
Núñez de Arce

¡Adiós, rincón nativo!… Me voy y mi pañuelo
parece un ave herida que anhela retornar,
mientras singla el piróscafo bajo el zafir del cielo,
cortando la infinita turquesa de la mar.
¡Nunca podré olvidarte, noble y heroico suelo
de mis antepasados!… No te podré olvidar
ni aun besando a una chica que sepa a caramelo,
ni aun jugando con unos amigos al billar…
Pero al imaginarme que yo no pueda un día
tomar a tu recinto, ¡con qué melancolía
contemplóte a lo lejos, romántico rincón!…
Porque, ¡ay!, todo es posible, no exótico y extraño,
si el destino de pronto me propina un buen baño
para darle una triste pitanza a un tiburón…

Versos para ti

y sin embargo, sé
que te quejas
Bécquer

…Te quiero mucho. Anoche, parado en una esquina
te vi llegar… Y como si fuese un colegial,
temblé cual si me dieran sabrosa golosina…
— Yo estaba junto a un viejo farol municipal.
Recuerdo los detalles, cualquier simple detalle
de aquel minuto: como si fuese un chimpancé,
la sombra de un mendigo bailaba por la calle,
gimió una puerta, un chico dio a un gato un puntapié…
Y tú pasaste… Y viendo que tú ni a mí volviste
la luz de tu mirada jarifa como un sol,
me puse más que triste, tan hondamente triste,
¡que allí me dieron ganas de ahorcarme del farol!…

Noche truculenta

Para libar el jugo de agrios vinos
– no dejes ver la pierna,
muchacha – los marinos
vendrán dentro de poco a la taberna.
Son de brusco perfil, biceps de acero,
niños enormes de cuadrada espalda
y andar patojo. – Pero,
¿le arreglarás la falda?
Con sus jarrones de licor, sus dados
y sus cachimbas se darán al juego
carnavalescamente iluminados
por la epilepsia del candil. Y luego
terminarán rugiendo una salvaje
canción sensual. – Del cafetín me salgo,
porque – ¡bájate el traje! –
lo que es aquí pasa algo.

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Autor

Donaciano Bueno Diez
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