Yo era un niño. Jugaba al escondite,
ingenuo, sin saber por qué jugaba,
seguro de que al tiempo disfrutaba
haciendo algún regate, yendo al quite,
y a veces naufragaba.
Yo era un niño. Seguro. Aquí lo juro.
Otro más que jugaba a la pelota.
Que vio como la tiras y rebota
y no es por el efecto de un conjuro
ni de una chirigota.
Jugaba si pedía el que mandaba,
recuerdo como yo me divertía,
los ratos tan feliz que compartía
al tiempo que en el lance disputaba
y cómo me reía.
Muchas mujeres lo hacen bien
pero ninguna como tú.
La Sulanita, en la gloria,
se asoma a verte hacerlo.
Y yo le digo que no,
que nos deje, que ya lo escribiré.
Pero si lo escribiese
te velverías legendaria.
Y no creo en la poesía autobiográfica
ni me conviene hacerte propaganda.
Alucinaciones
El vio pasar por ella sus fantasmas.
Ella se estremeció de ver en él sus fantasmas.
Él no quería perseguir sus fantasmas.
Ella quería creer en sus fantasmas.
Montó en ella, corrió tras sus fantasmas.
Ella lloró por sus fantasmas.
Canción De Seguimiento
No soy el viento ni la vela
sino el timón que vela.
No soy el agua ni el timón
sino el que canta esta canción.
No soy la voz ni la garganta
sono lo que se canta.
No sé quien soy ni lo que digo
pero voy y te sigo.
Claridad Furiosa
No aceptamos lo dado, de ahí la fantasía.
Sol de mis ojos: eternidad aparte, pero mía.
Pero se da el presente aunque no estés presente. Luz a veces a cántaros, pan de cada día.
Se dan tus pensamientos, tuyos como estos pájaros.
Se da tu soledad, tuya como tu sombra,
negra luz fulminante, bofetada del día.
Danzón Transfigurado
Alguna vez,
alguna vez,
seremos cuerpo hasta los pies.
¿Dónde está el alma?
Tus mejillas anidan pensativas.
¿Dónde está el alma?
Tus manos ponen atención.
¿Dónde está el alma?
Tus caderas opinan
y cambian de opinión.
Bárbara, celárent, dárii, feria.
Tus pies hacen discursos de emoción.
Todo tu cuerpo, brisa de inteligencia,
de cuerpo a cuerpo, roza la discusión.
El tiempo rompe en olas venideras
y nos baña de música.
Despedida
A punto de morir,
vuelvo para decirte no sé qué
de las horas felices.
Contra la corriente.
No sé si lucho para no alejarme
de la conversación en tus orillas
o para restregarme en el placer
de ir y venir del fin del mundo.
¿En qué momento pasa de la página al limbo,
creyendo aún leer, el que dormita?
La corza en tierra salta para ser perseguida
hasta el fondo del mar por el delfín,
que nada y se anonada, que se sumerge
y vuelve para decir no sé qué.
Elogio de Lo Mismo
¡Qué extraño es lo mismo!
Descubrir lo mismo.
Llegar a lo mismo.
¡Cielos de lo mismo!
Perderse en lo mismo.
Encontrarse en lo mismo.
¡Oh, mismo inagotable!
Danos siempre lo mismo.
Envío
Fragmento de «Fábula de Narciso y Ariadna»
3.
Acudes a tus ojos porque acudes,
los ojos de las noches estrelladas.
Y su luz no es tu eco, no lo dudes,
es otra luz que mueve tus miradas;
desde la luna, arcón de los rosarios,
hasta la luna sin itinerarios.
Luz del amor que llama a los amores
por encima del hombro para el viaje,
y en el espejo muestra sus pudores
de estrella antigua que abandona el traje,
mariposa, cristal, serpiente o perla
cuando se empaña nada más de verla.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.