CUMBRE VIEJA (Mi poema)
Teresa Melo Rodríguez (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA…de medio pelo

 

El alma de la tierra se ha mostrado
por medio de un rugido,
preguntan y no saben por qué ha sido,
qué pudo suceder, qué le ha pasado
por qué con tanta rabia se ha enfadado
que a todos nos pilló desprevenido.

La bilis va expulsando de su vientre
airada y revoltosa
cubriéndole al paisaje de una losa,
trazando un garabato en la pendiente
con forma simulada de serpiente
y el cuerpo rutilante de una diosa.

Que hay Cumbres que se cuentan que son viejas
mas siguen doloridas,
parece estando muertas van dormidas
pues siguen adelante con sus quejas
tratando liberarse de sus rejas
de tanto que se sienten doloridas.

Caballo eres de Atila, donde pasas
jamás la yerba crece,
que el pueblo ha de tener lo que merece
puliendo a sangre y fuego con sus brasas
dejando vas las uvas hechas pasas
así se crea en Dios ni aun que se rece.

Quién sabe si del fondo del volcán
las voces de los muertos,
resurjan y no clamen en desiertos,
que sirvan de escarmiento a los que están,
adviertan de peligros que vendrán
y a todos pille atentos, más despiertos.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Teresa Melo Rodríguez

Las altas horas

El día de mi padre me decía al oído:

be careful, its my heart

Louis Armstrong dictaba en el oído
lo que nunca cantó.
Otro hombre perfecto fue su dueño.
Cantores, militares, ya no viven aquí.
Vive Daniela
el eterno retorno de la canción que pide
cuida mi corazón de alturas y cemento.
Y por la suerte cuido.
Levísima es la suerte a la que doy memoria.

Hija mía. Sé libre
ama con esperanza con ingenuidad.

Una taza de té empecé a tomar hace años
y hace más tiempo removía la carne temblorosa
que tomaría el té. Desde ese temblor
escribí, escribí:
ahora cuento las palabras
que quedan sin contaminar.

Dentro de mí el piso 23 la escuela
el corazón que cae.
Tú eres ese cuerpo sin fragmentar intacto.
Hija mía soy libre
te amo con esperanza con ingenuidad.
Quédate cerca de la puesta del sol:
quien la fragmenta y disecciona
no puede hacer que el sol se ponga para ti.
Quien diseca la palabra
no puede hacerte vibrar con palabra alguna.
Eso te doy las puestas de sol que fueron
las sobre mí
las que te inquietarán y aquietarán
y esta palabra sin contaminar
para que la bebas con fruición
como la leche de las altas horas
la acunes, aprendas y mastiques
y te haga luz en la hora violeta
cuando el sol se ponga sobre mí.

Luz ciega

para Belkys Ayón

La punta aguzada dando contra la superficie
el grafito. El vuelo de la mano forma los rostros ciegos
pera reconocernos. Otros ruidos.
La vi entonces asomarse a ellos
como veré mañana, en los ojos de Ilsia, las torres del tarot
convertidas en polvo. Otros ruidos
pueblan con insistencia nuestro mundo mudo:
la punta aguzada del disparo penetra el rostro ciego.
Ni lienzo ni piel resistirá.

Vi cosas que olvidé porque estaban ahí
y eran recias o débiles según como se mire
otros ruidos:
la punta del labio sonriente dando contra el ladrillo
contra una cúpula cercana
contra los muros del Country Club.
Y el rostro ciego se hacía permanente.

No sé lo que recuerdo como no sé dónde está lo que
no permanece. Sólo los otros ruidos: lo que fue la punta

aguzada dando contra los rasgos de cartulina
punta del labio que da contra los muros
y es estriada punta contra piel.

Otros ruidos no supe guardarlos para mí.
Otra luz ciega
donde asomar nuestra impotencia.

Los hermosos ahogados

I
De los mares de todas las islas ahogados
hermosos ahogados emergen para desandar
los trillos que sus propios pasos
abrieron en la hierba.
Fueron al mar
arrastrando sin saberlo la maldición del agua
y como agua dócil sus cuerpos
se abatieron frente a los elementos:
no reposan no duermen.

Ladrones de cuerpos toman sus huesos
los pasillos del cráneo y de los ojos
y parecen animar en breves lapsos
lo que las aguas ya tomaron antes
y fue tributo al espacio de la hierba trillada.

Hermosos ahogados de las islas
sin un pedazo de isla para los huesos
cansados del vaivén.

Es posible verlos a la luz del faro
como bañistas despreocupados de lo que agita
las ciudades y las oficinas

y simula vida
lejos de las pequeñas luchas
de los insectos breves.
Encima de las aguas
no hay aliento ya para los hermosos ahogados.
Ellos son nuestro pueblo submarino
lo que acaso dejemos al minucioso azar
como una pieza suelta el eslabón perdido
hasta la ocasión de entrar resueltos a las aguas.

II
Sostienen la isla y la socavan.
Ignoran nuestro peso en ella
si peso damos a tanta levedad.
Pequeños habitantes no nos miran
y les pertenecemos.
Esperan el naufragio el inevitable
choque la caída veloz:
imanes nos atraen a nuestro destino de agua.
Me pongo allí
en el imaginario tentador de la cama flotante
por nuestras hundiduras, alter ego
las hundiduras.

Lento es lento despeñarse.
Rocas abajo.

III
En la lechosa alfombra
donde descansa a tramos de la ruta marítima
el ahogado hace su propia ruta de sal
ruta de sedas presentidas en los animales vivientes.

El ahogado busca el punto de reposo
pero sólo en el movim
es capaz de mantener el recuerdo de su objetivo.

Ahogados de las islas.
Su hermosura es la desnudez
de nuestras vanidades.
Ahogados de la tierra.
Su hermosura no existe.

La creamos a voluntad
para sentirnos a salvo de un destino semejante.
Pero las aguas escriben su libro inalterable
en caracteres invisibles para el ojo del sol.
Ahogados de las islas
descifran en el libro la ruta venidera
como otros antes fijaron la suerte de las caravanas.

Debajo y encima de las aguas.

Dios es amor danger hay perro

Con la misma eficacia que el cartel de aviso
hacerte decir que lo comprendes. No dejo que me afecte.
El desmembrado cuerpo entra al iris espejeante, al violeta.
La sin cabeza entra con cabeza prestada.
Es fuera de programa. No dejo que me afecte.
Los clarinetes bajo el agua no cantan su reclamo
ave de cacería sálvate.

Tiene gestos humanos, por lo tanto cobardes
por lo demás comunes, por exceso gratuitos.
También ofrezco gestos. Donde la flor búlgara
se exhibe démodé. Y por amor cometo
los interesantes crímenes. Danger Hay perro.
Es decir trampa de agua para el ave
pared acolchada
caja de resonancia con salidas ciegas.

Yo te quiero dormir en la trampa de agua.
En el centro del corazón del pájaro
donde la profecía del insomne

donde la flor búlgara se exhibe démodé.
Y es fuera de moda estremecerse en la plana belleza
donde el misterio sea perdurable.

No dejo que me afecten los carteles de aviso.
Cuídate. Hay perro listo para morder
hay bestia entrenada para soplar la llamada patética
hay cuerno de caza sin sonido bajo el agua.
Cuídate dios será amor
pero yo ave de cacería
sé salvarme.

La breve duración

Leí un largo poema de William Carlos Williams
sobre el amor y los asfódelos. Entre lo que ignoro,
tampoco sé qué cosa es el asfódelo. Otras flores tuve
y de otros poemas gusté y también tuve otras ignorancias.
Es cierto que los poemas colocan cosas sobre el mundo
y que hay personas que no gustan de ellos
ni del mundo,
aunque serían mejores si tuvieran
aquello que tienen los poemas.
¿Qué tienen los poemas, William Carlos Williams?
Provocan la desazón de lo desconocido,
el deseo de asir el humo que emana
de lo que creemos conocido.
Tuve esta flor, por ejemplo, hace años,
sobre la pared de una casa en la que estuve viviendo;
en su patio las orquídeas cubrían el lugar
donde antes estuvo la caseta de madera;
en la caseta de madera, el padre de mi amigo,
una mañana nada especial
amaneció colgado de las vigas.
Las orquídeas luego cubrieron el lugar
pero no borraron su aura de tragedia.

De entonces acá estas flores no perdieron hermosura,
pero igual son materia del suicidio.

Otra flor tuve que vi crecer bajo mi agua
—el lirio perenne descrito por Ariel—;
tenía pocas cosas, paredes alquiladas me servían de hogar:
todavía me sirven.
No tuve asfódelos, tuve éstas para mí.
Y de mí ellas no guardaron memoria.
Es vanidad de los poemas fijar los deseos del otro
y es vanidad de los poetas
creer que sus versos se fijan en el otro
como no lo hace la flor más que el tiempo
que le corresponde.
Si acaso guardaré algo para mí será lo mismo
que di a los otros que se me acercaron:
la breve duración de los asfódelos,
las orquídeas suicidas, los lirios de agua.

Pez peleador virtual pez

para Axel

Nevada la pared que oculta el pez
detiene el roce con que podría ser reconocido.
Deseaba un pez acariciable.
Si algo tornó leve un instante el rictus de la boca
fue ese lugar impreciso que emerge veloz
desde las aguas
y veloz escurre y se evapora.
Difuminado pez en el cristal nevado.
Si algo pudo quedar puesto de pie sobre la tierra
fruto iba a ser de la ascensión nocturna:
tiempo de respirar y dar la cara oculta
como un aletazo cortando la superficie líquida
tiempo de asomar los ojos transparentes

y de reconocer.

Para el oído del pez hubo palabras de aceite
por las que resbalaba inofensivo el mundo
hubo el reflejo de la casa posible días de tregue.

Del pez acariciable el rictus
el aletazo breve.

Ya no puedo confiarlo de la mano a la orilla
aunque tuvo el vientre tierras feraces lo que fue.
Allí quiso ver la casa del espejo enemigo virtual
pelea contra nadie.
No puedo ya contra el hermoso pez
detenerlo aceitar palabras nuevas
que reinventen la casa y transparenten la pared nevada.

Si algo iba a quedar de pie sobre la tierra
fruto del vientre sería y no del juego
de la casa de espejos.
Acariciable pez que desconoce la sangre semejante
la vena cristalina que le anuncia
que no hay enemigos ni guerra ni perdedor alguno.

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Donaciano Bueno Diez
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