LA RUTINA (Mi poema)
Javier Egea (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA…de medio pelo

 

Pasa un día, pasan dos, pasan cuarenta,
y otro más que has de añadir a la rutina,
y otro más, pues que he perdido ya la cuenta,
y otro y otro sin saber cuando termina.

La semana se ha escapado de mi vista,
y otra empiezo a compartir con su letargo,
vigilando está mi estado de revista,
pues la fecha ha de arribar, que me hago cargo.

Es posible que al llegar la primavera,
o quizás ha de esperar llegue el invierno,
a qué viene soportar tan tensa espera,
si esta vida se ha tornado ya un infierno.

Cuando vuelva aquí a nacer, si es que esto ocurre
deberé antes calcular si me compensa,
si es que el tiempo y la desidia que me aburre
por lo menos gozará de recompensa.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Javier Egea

Dicen que no quiere ser…

«Para la libertad
sangro, lucho, pervivo»
Miguel Hernández

Dicen que no quiere ser
ni vendida ni comprada,
que aquí la cercan los lobos,
allá le minan sus aguas
y en sus orillas acechan
sombras de flores quemadas.
Joven aún, peligrosa,
en los sueños empeñada,
me mira desde una paz
herida sobre su mapa.
Dicen que en ella resisten
fusiles de la esperanza.
Hoy me pueblan el deseo
su promesa y su batalla,
hoy puede ser que comprendan
por qué soy ciego en Granada.
Si la ve un día, viajero,
dígale que me acompaña,
ponga las manos al fuego
que limpia su madrugada,
cuente su luz por el mundo.
Está entrando en Nicaragua.

A Aurora de Albornoz

Mas se fue desnudando. Y yo le sonreía.
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Vino primera frívola –yo niño con ojeras–
y nos puso en los dedos un sueño de esperanza
o alguna perversión: sus velos y su danza
le ceñían las sílabas, los ritmos, las caderas.

Mas quisimos su cuerpo sobre las escombreras
porque también manchase su ropa en la tardanza
de luz y libertad: esa tierna venganza
de llevarla por calles y lunas prisioneras.

Luego nos visitaba con extraños abrigos,
mas se fue desnudando, y yo le sonreía
con la sonrisa nueva de la complicidad.

Porque a pesar de todo nos hicimos amigos
y me mantengo firme gracias a ti, poesía,
pequeño pueblo en armas contra la soledad.

El viajero

(De Miguel, camarada viajero con el frío)

III
Pretendieran tus ojos estos mares felices,
esta orilla encendida.
Pretendiera esta luz tu corazón viajero.

Desde el muelle miramos,
contemplamos los mares que se agrandan ya tuyos.
Fue en ellos que tu casa levantaste de nuevo,
en estas luces cálidas,
en estas aguas
adonde está tendida,
verde y grande la mano de las algas,
blanca y fresca la boca de la espuma.

Aquí, donde la paz adivinamos
por las grutas azules que ha poblado tu cuerpo,
aquí, donde caballos presentimos
como un galope verde en la memoria,
aquí, donde traineras y velámenes
amaneciendo están
y sorprendidos.

Es tuya tanta luz.
En este puerto
donde los marineros aparejan el aire
y nos mira la obra sumergida
es tuya tanta luz.
Hemos querido hablarte
cuando el sueño te quema como tú pretendías,
hemos venido a verte desde el miedo
hasta esta casa nueva
donde brillan tus ojos como peces de fuego
por si acaso tuvieras noticias de ese barco
en el que un día zarparon los hombres y la historia.

Es tuya tanta luz. Hoy todo está contigo.

Y baja la marea
y cantan los dormidos
y gaviotas llegan con el viento encendido
y hemos de volver
y tú no estás pero tu voz nos llama.

Para los que quedamos es más triste el camino.

Quizás alguna tarde,
en alta mar tu sueño y las primeras algas,
como un octubre nuevo,
florecerá en las gavias
una bandera roja, Miguel, que nos reclama.

Entre cuatro paredes…

«Ellos los vencedores»
Luis Cernuda

Entre cuatro paredes
comenzaba la noche del asedio

Ellos, los asesinos,
alentaban la larga collera de los perros.

El hambre por las sábanas
se agazapaba oscura como un cepo.

Ellos, los asesinos,
nos pusieron el pan sobre unos ojos bellos.

Fuimos muriendo todos
hasta que todo se volvió desierto.

Ellos, los asesinos,
vigilaban la caza del amor en silencio.

COPLAS DE CARMEN ROMERO

Díselo, Carmen Romero,
dile que estamos aquí,
que él parece estar allí
y es aquí donde lo espero;
dile que ningún obrero
entiende que un presidente
mande guardias a su gente
en vez de mandar trabajo,
dile que va cuesta abajo
frente a la Cuesta de Enero,
díselo, Carmen Romero.

Dile que están encendidos
los faros de un pueblo oscuro,
dile que mire al futuro,
no a los Estados Unidos;
dile que estamos perdidos
en medio del capital,
que una rosa sin rosal
naufraga en las oficinas,
dile que por las esquinas
anda el sueño prisionero,
díselo, Carmen Romero.

Dile, tú, Primera Dama,
cuando hagas su equipaje,
que a veces también viaje
por los campos de Ketama
y, dile, cuando la cama
anula la presidencia
y el amor dicta sentencia
contra todos los misiles,
que aún florecen a miles
banderas del sueño obrero,
díselo, Carmen Romero.

Espumas de la escollera…

A Rafael Alberti

Si Garcilaso volviera,
yo sería su escudero;
que buen caballero era»

Rafael Alberti

Espumas de la escollera,
Puerto de Santa María,
si Garcilaso volviera
yo sé que preguntaría
por su joven escudero
que quiso ser marinero
y se quedó en tierra un día.
Si Garcilaso volviera
seguro que encontraría
sus armas tan bien veladas
que entre claveles y espadas
le entregaría su arnés
y el luminoso vigía
del pueblo de la poesía
yo sé que respondería:
¡qué buen camarada es!

La casada infiel

«con la pasión que da el conocimiento»
Jaime Gil de Biedma

Hoy está triste el juglar
sólo canta para ella,
que también la juglaría
tiene parte en la tristeza.
Sepan que de mal de amores
nadie está libre en la tierra.
Demasiado enamorado
-aunque ya no pueda verla-
y demasiada pasión
esta noche de tormenta,
el juglar siente en sus manos
caer el agua y la sueña.
Sueña que ve su sonrisa
-de labio a labio le tiembla-
cruzar las calles sin medio,
poner el asfalto en siembra,
hacer libre el corazón,
bajar del sueño la fiesta,
abrir los brazos de un mundo
que es otro cuando se acerca,
adelantada de abril
y la nueva primavera.
Hoy está triste el juglar,
pues es con ella que sueña.
y le reconoce al tacto
la luna de sus caderas
cuando ya, ciego en Granada,
la noche toma las riendas
y uno, sin luz, dice en versos
las soledades eternas.
Hace ya tiempo, señores,
que el juglar no puede verla,
pero a pesar de sus ojos
entre la lluvia le espera.
¿Quién le trae un lazarillo
para buscarla en la niebla?
Le canta a los cuatro vientos
y nunca halla respuesta.
Llévenle mientras el alba
un poco de buena yerba.
Den la mano a este juglar
cansado que la recuerda.
Por hoy cesa en la romanza,
perdónele su clientela:
él es un juglar de ésos
que a veces rompen las cuerdas,
de los que han amado tanto,
que diría Gil de Biedma.
Hoy está triste el juglar,
sólo canta para ella.
Se me fue con su marido,
pero yo sigo queriéndola.

Lo que pueda contaros…

Lo que pueda contaros
es todo lo que sé desde el dolor
y eso nunca se inventa.

Porque llegar aquí fue una larga sentina,
un extraño viaje,
una curva de sangre sobre el río,
mientras todo era un grito
y ya se perfilaba resuelto en latigazos
el crepúsculo.

Las historias se cuentan con los ojos del frío
y algún sabor a sal y paso a paso
-lengua y camino-
porque la sangre se nos va despacio,
sin borbotón apenas,
desmadejadamente por los labios.

Las historias se cuentan una vez y se pierden.

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Donaciano Bueno Diez
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