LA PARTIDA DE AJEDREZ (Mi poema)
Rosa Cruchaga De Walker (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Frente por frente están los jugadores,
en sus caras se aprecia un gran desprecio,
simulan ser allí los dos señores,
tratando asemejarse a un olmo recio.

La ficha lista está para mover
a espera está impasible aquí el tablero,
ninguno se decide a abrir primero
pues que ambos tienen mucho que perder.

Ganadores virtuales del combate
seguros de si mismos, presumidos,
dispuestos al debate, decididos
a dar a su contrario un jaque mate.

De entrada ambos se sienten malheridos,
debido a que es el pueblo el que aquí manda,
la música resuena en otra banda
no logra penetrar en sus oídos.

El lance ha concluído sin comienzo,
es hora de lanzar un desmentido,
¿la culpa? ¡qué más da de quién ha sido!
pues que ellos no han de hacer, yo me avergüenzo.
©donaciano bueno

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Comentario: El poema es una reflexión sobre la situación política en España en manos de dos politiquillos que únicamente piensan en ellos y en el poder olvidándose del verdadero sujeto al que ellos se deben, que es el pueblo español.

MI POETA SUGERIDO: Rosa Cruchaga De Walker

Rosa Cruchaga De Walker

Sé que me voy

Sé que me voy. Me voy retrocediendo
como el salmón que vuelve cuna arriba.
No alcancé nunca al mar, estando viva.
No llegaré a las cumbres, falleciendo.
Sé que te vas, te vas y no queriendo:
como una esponja amarga y fugitiva.
Hasta el fondo del mar con tu saliva,
sobre la arena rosa oscureciendo.

Sé que te vas de mí. Que nada queda:
ni un rastro ni algún sauce que nos pueda
llorar de bruces arañando el río.

Yo nunca llegué al mar. Yo nunca: siendo
que aquel morir inmerso era lo mío.
Y que. me voy, te vas. Nos vamos yendo.

Con silencio te llamo

Con silencio te llamo. Con un nudo,
con clavo de silencio yo te oprimo,
y te traspaso.
Hijo mío, en un viento de silencio:
raído ya te veo en todo el aire.
Brotaste en mi silencio.

Todo en ti ya lo he dicho sin los labios.
Oigo en ti todo un mundo de palabras
de Dios arrinconadas.

Hijo de mi silencio: tú sostienes
y hiendes mi pared, do ti empapada
como un vaso.

Noches en la madre

Noches de nifia; siempre en su costado,
como lluvia en la lluvia, iba y venía.
Un levántate escondo, como Lázaro
que arrebatan de madre en piedra tibia.
No alcancé a ser su sangre: sólo el pálido
néctar que la nutrió y empobrecía.
Yo era un bulbo profundo: allí llegaron
por las venas auroras encendidas.

Y había de nacer: antes descanso
me procuró en sus fosas sumergidas.
Martirio que inminente me signaba
y en profundos laureles me ceñía.

Que yo quiero esta vez madre sin labios,
duro pecho que no traspasaría.
Me gesto ancíana y nifia para el mármol,
alud rojizo, cicatriz de orillas.

Celos

Bajo un árbol ayer riéndote a oscuras
se te escapó otro nombre, otra cereza
se reventó en la hierba, que ya empieza
a encharcarse de púrpura verdura.
Sobre otoños que son roja basura
fue crujiendo mi risa que regresa.
Y mi tristeza también sabía a fresa.

Y burbujeó otra tapa de cerveza
bajo un árbol ayer riéndote a oscuras.

A un infierno de estrellas

A un infierno de estrellas han lanzado
ese mar que enterrara su talento.
Porque al siervo cobró su trigo el viento:
crujiendo dientes rueda y condenado.
Yo, en un fruto lloroso me he salvado
de maldición a higuera sin lamento;
más retumba, como un inmenso viento,
mi larga sangre en él, que está enclaustrado.

Bebe, hijo, de esa hiel. Mi honda, mi dura
cruz eres, y te calca, y te asegura
tu semilla de sangre sepultada.

Bebe, otra vez, y sal hacia la estrella
del fruto aquel de maldición, de aquella
que he sido en ti, cuando no soy en nada.

Despierten

No le culpen en pecho sino en roca.
No le tomen el eco por latido.
No es hijo: es un deshielo en que se esponja
cima en que no cabía ya más frío.
No le hablen que la espiga tiene roja
médula que las uvas ya palpitan,
porque él viene de un mar, vértigo y boca
donde la vida emerge y cae hundida.

No le canten: se acuerda de su siega,
cuando un tallo cortó que estremecía.
Que aliente al oír pasos en sus venas,
pasos de vuelta a mar ya sin orillas.

No despierten las lluvias esa yesca
de mi carne arrasada en un diluvio.
Muera sin sed: por no beber se muera
sin el agua culpable y sin el fruto.

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Autores
Donaciano Bueno Diez
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Yo amo al ser que se cuida así…
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