A MI ME RECONOCERÁN (Mi poema)
Ricardo Labra (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

A mi me reconocerán por lo que escribo
puesto que acostumbro a expresar mis sentimientos
impertinentes y enfrentado a que los vientos
tranquilos soplen o amenacen con derribos.

Y aunque reconozco dudar de lo que digo,
-el roble ha de permanecer con sus cimientos
sin importarle si agraciado es o mendigo,
ceder a cantos de sirena o a lamentos-,

observo patinar las aguas por el río,
cómo, a veces suaves, de pronto se enardecen
y avanzan decididas aun con mucho más brío
hasta que ya al final los mares lo agradecen.

Mi pluma es patosa y triste, amén de humilde,
como espiga que aposentada en sementera,
donde encuentra algo que decir, pone la tilde,
a los toros siempre observando en la barrera.

Alma de juglar, cardelina o mariposa,
vagando inquieta más allende de los mares,
ha subido al cielo o acabado en una fosa
sin oráculo al que acceder a sus altares.
©donaciano bueno

Al final todo se queda en una especie de psicoanálisis de la personalidad a interpretar del que escribe.

MI POETA SUGERIDO: Ricardo Labra

Ricardo Labra

FUEGO EN EL CREPÚSCULO

Es primavera y bien lo sientes.

De tus manos agrietadas
brotan las hojas verdes
con frescura.

Te agradaría si no fueran
demasiado dolorosas
sus verdes quemaduras.

Es primavera en los muñones
de tu memoria

y bien que lo sientes.

Tus piernas

Tus piernas parecen las alas
de una mariposa.

A veces se estremecen como si quisieran
desprenderse de la luz

que las sorprende en la lámina
de la tarde.

Tus piernas tienen el rubor
de la mañana.

Hacia ellas vuelan deslumbrados
los deseos de la noche.

Tus piernas unen dos distancias
insalvables.

A un solo paso
el infierno y el paraíso.

Tus piernas tienen el sonido
del fuego
cuando llegan

y de la lluvia cuando se van.

Tus piernas cruzan la luna
de dos horizontes.

La sombra hechiza su misterio.

Tus piernas se asoman,
largas y torneadas,
por la corta falda
que anuncia el verano.

La estación del sofoco.

Tus piernas son un peligro
para el orden público.
Congregan las miradas a su paso,

con los consiguientes atascos
púbicos.

Tus piernas no son un templo

y, en cambio, ante ellas oran
los adoradores de Venus.

Tus piernas escriben
su destino.

En cada paso que dan
busco mi nombre.

Tus piernas no soportan las medias
tintas.

Puede que por ello,
así de desnudas, estén llenas
de enigmas y misterio.

Tus piernas nada saben
de los espejismos
que crean.

Cada caminante ve en ellas
una ciudad diferente.

Tus piernas están hechas para cabalgar
sobre el viento.
En ningún lugar hallarán reposo.

Pobre del ingenuo que sueñe
con retenerlas.

Tus piernas son dos verdades
que interrogan

y sacan los colores a la costumbre.

Tus piernas nunca se convertirán
en el nudoso tronco de un árbol,
como una Dafne cualquiera.

El fuego está condenado a la ceniza
y a la arena.

Tus piernas buscan la plenitud.
Por eso huyen de cada instante
agotado

y dejan el rastro de su quemadura.

Tus piernas son un espejo
que también sueña
con duplicarse.

Tus piernas juegan a las adivinanzas.

¿Qué se esconde detrás de los ojos
que logran inquietarlas?

Tus piernas fueron requeridas
para probar un zapato viudo.

Pero tus pies no tenían la huella
de una cenicienta.

Desde entonces más de un príncipe sueña
con poder rescribir su historia.

Tus piernas avanzan quedamente,
muy despacio.

Aún no me explico por qué deslumbran
como relámpagos.

Tus piernas arrugan el abrigo
de invierno.

Se insinúan
por sus pliegues dolorosos.

Así protestan por el largo asedio
del frío.

Tus piernas son un río

en el que nadie acaricia dos veces
la misma orilla.

Tus piernas emiten señales luminosas
en medio de la noche.

Aunque resulta inalcanzable
para la mayoría de los náufragos

la tierra que prometen.

Tus piernas están en permanente peligro.
Ariadna es mujer envidiosa

y además hace tiempo que desea
congraciarse con el Minotauro.

Tus piernas —me ha dicho un médico forense—
no dejan de ser una necesaria relación
de huesos
y músculos envueltos por la piel
como un paquete de regalo.

Qué visión tan lamentable de un prodigio.

La misma que sobre la poesía tienen
algunos críticos literarios.

Tus piernas también miden el paso
del tiempo.

Saben que el final del camino no admite
exceso de equipaje.
Apenas un rastro de arena, un perfume…

ya sin memoria.

Tus piernas alimentan el viejo mito
del retorno.

¿Quién no soñó con volver
a ser un niño
o Tarzán
—el hombre simple y bueno—
en medio de la naturaleza?

Tus piernas son muy sofisticadas
con medias de seda y tacones estrechos.

Siempre tuvieron andares de reina.
Y, de vez en cuando, les gusta enseñar
su corona.

Tus piernas se despiertan como si nada
hubiera sucedido.

Levantan el vuelo de las sábanas
sin sobresaltos, casi sin hacer ruido,

de regreso a su laguna.

Tus piernas en la sombra
de la alcoba,
son las más diestras.

Las que imprimen velocidad al centauro.

Tus piernas cortan como tijeras
lo que consideran innecesario.

No nacieron para las cadenas,
tampoco para los naufragios.

Tus piernas fueron a explorar
nuevos territorios.

Si alguien desea saber por dónde andan
esta noche,
que pregunte a la otra cara de la luna.

Tus piernas entran en la oficina.

Los empleados inclinan la cabeza
con indisimulado respeto,

para contemplarlas con más detalle.

Tus piernas más que adornos
llevan puestos los cepos de Diana.

Con calculada precisión enseñan los ligueros
que besan sus líneas más secretas,

de los que cuelgan los ojos desgarrados
y ornamentales
de más de un pájaro.

Tus piernas recuerdan que la vida
es corta

y demasiado larga su belleza.

Tus piernas desnudas incitan
a desnudarlas de nuevo.

Quién pudiera alcanzar su desnudez
última

para vestirlas de nuevo
y comenzar a desnudarlas.

Tus piernas han recorrido la mitad
de su belleza.

Que el tiempo no se detenga,
porque la eternidad es este instante.

Tus piernas cruzan el bosque.

El lobo feroz llora de impotencia.

Tus piernas no precisan un espejo
mágico.

Les basta la unanimidad de los videntes.

Tus piernas son de diosa.
Y ya se sabe lo que pasa
con las piernas de las diosas,

que bajo sus mármoles fríos arde
el fuego de las bacanales.

Tus piernas inventan un argumento
cada día.

Aunque el sol se ponga
por el mismo horizonte.

Tus piernas por mi vida.

Ya sé que resulta anticuada
esta propuesta.

Pero, ¿quién no desea habitar en el paraíso?

Tus piernas están de compras
por los grandes almacenes.

Se mueven con rapidez por las secciones,
flexionan sus rodillas, elevan sus talones

y arrastran el peso
de la tarde.

Tus piernas no tienen dueño
y sí muchos perros que les ladren.

Tú misma desconoces el lugar
adonde han de llevarte.

Tus piernas en el otoño
parece que también se deshojan.

Qué dulce la savia
del olvido.

Tus piernas son el pecado,
la tentación de cada día.

Los renglones torcidos
que todo lo enderezan.

Tus piernas barajan la suerte
marcada
de los afortunados.

En esa partida el azar
apenas decide.

Tus piernas centran el punto
de mira.

En vano un locutor de televisión
anuncia el cese de hostilidades.

Tus piernas impregnadas en aceite
con el dorsal de la indiferencia.

Largo va a ser el maratón
de la noche.

Tus piernas danzan sobre la pradera
de un bar.

Enmudecen los tambores,
fascinados.

Tus piernas duermen bajo el sol
del verano.

Que nadie las despierte,
para que mi sueño no se desvele.

Tus piernas en el jardín.

Lejos queda el otoño.

Tus piernas a veces amanecen tristes
como dos gatas melancólicas.

La luz del día se parece entonces
a un roedor insaciable.

Tus piernas, aunque inmaculadas,
son de este mundo.

Por eso inquietan tanto a los santurrones
y a los arcángeles,

que ante su contemplación padecen
más de un rigor místico.

Tus piernas se ponen en marcha.

Como una perrita faldera
la luna las sigue.

Tus piernas son felices descalzas,
sin ataduras,

ni huellas permanentes.

Tus piernas vibran en el arco
de la playa.

Qué héroe no soñó con unas flechas
tan audaces.

Tus piernas no cuentan historias,
ni se defienden de las miradas de la gente.

La belleza suele ser así
de silenciosa.

Tus piernas se mueven como las hojas
de un libro abierto.

Quién pudiera descifrar los signos
de sus deseos.

Tus piernas provocan el vértigo
o un dulce sosiego.

Abismo y remanso
en la misma orilla.

Tus piernas huyen irremediablemente.

Los segundos acompasan sus pasos.

Tus piernas pueden ser trágicas.

Conocen demasiado bien la trama
de la comedia.

Tus piernas puntuales recorren
la esfera del día

y revelan la hora con más precisión
que un informe sociológico.

Tus piernas niegan las profecías.
Son la insurrección de la carne
que resucita a los muertos

que las miran.

Tus piernas caminan descalzas
por la playa,
descalzando la arena

que no puede atarles los cordones
de sus zapatos.

Tus piernas detestan el tacto
frío.

Las manos de manual con fe
de erratas y otros roedores.

Tus piernas quiebran cualquier simetría.

Son la atracción de los contrarios.

Tus piernas dos caminos
o una luna partida.

La promesa del hallazgo
o del encuentro.

Tus piernas se burlan del principio
de autoridad.

Conocen demasiados finales
que lo niegan.

Tus piernas suben la escalera
repicando
en la campana de su falda.

Llamando a la oración de los sentidos.

Tus piernas esta noche.

¿Quién puede envidiar la realidad
de otro sueño?

Tus piernas en el infierno.

La tentación de los ángeles.

Tus piernas conocen demasiado bien
la pobreza,

por mucho que sus árboles
se vistan de reales académicos.

Tus piernas están llenas de metáforas,

como versos infinitos.

Tus piernas ponen a prueba
la lucidez.

Heracles jamás pudo conquistarlas
por la fuerza.

Tus piernas son la viga
del ojo ajeno,

que sólo ve la paja
de sus muslos bellos.

Tus piernas tendidas en la hierba.

Los árboles de sombra, las flores,
la fuente de agua fresca
que rumorosamente corre…

Aparece el locus amoenus
donde ellas se detienen.

Tus piernas no ven por delante
el mundo.

Se conforman con caminar a su lado,
paso a paso con su montera.

Tus piernas pueden conceder la inmortalidad
de una noche.

Nada podrá hacer el gusano,
ni el viento

que dispersará su arena.

Tus piernas tejen un tapiz
prodigioso,

para que el pobre Ulises pueda,
al menos, consolarse los ojos.

Tus piernas son una visión
del mundo.

La realidad también puede ser
hermosamente intensa.

Tus piernas alimentan los monólogos
interiores,

dando pábulo al condenado
que a duras penas sobrevive.

Tus piernas tienen el rumor
del agua que corre
por la imaginación y el recuerdo.

Así calman, piadosas, la sed del sediento.

Tus piernas bajo la parra sombreada
de su falda,
proclaman la primavera.

El fruto inagotable de la dicha.

Tus piernas son el mejor
deseo.

A su lado la tierra es leve.

Tus piernas en la edad
de lo posible.

Bajo su sombra todo florece.

Tus piernas se llevan la luz
de la tarde.

Inquieto y famélico,
un viento frío
olisquea los rincones.

La noche nace huérfana.

Tus piernas me han enseñado
la ciudad
de la alegría.

Ésta tan triste
que ahora recorro
con el paso cambiado.

Tus piernas ponen mi corazón
en un puño.

El mismo que desea abrir sus dedos
—o mejor sus alas—
para liberar su latido.

Y yo sé muy bien por dónde.

Tus piernas vienen de ida
y van de vuelta.

La luna ilumina su mediodía
y el sol las sombras
de su plenilunio.

Tus piernas esperan el verde guiño
del semáforo.

Pasan vertiginosos los coches,
ciegos en su sentido.

Tus piernas doblan la esquina
de la calle.

Una nueva página comienza.

Tus piernas se sumergen
en el mar.

Brillan las olas
iluminadas.

Tus piernas señalan el rumbo
de la aventura.

Tienen el mapa de la isla
del tesoro.

Tus piernas también encierran
más de una contradicción.

En algunas ocasiones afirman
lo que niegan.

Tus piernas sobre el diván.

La negación del psicoanálisis.

Tus piernas se parecen tanto
que me equivocan,
cuando se cruzan en mi mirada.

Y nunca sé si es la derecha
la que se adelanta juguetona
bajo la piel del zapato,
o es la izquierda la que no pierde pie
sobre la tierra que pisa.

A veces me pregunto si tienen deseos
gemelos.

Tus piernas aman la verdad
de las manos
que buscan la verdad

y se afanan por encontrarla.

Tus piernas proyectan su sombra
por la luz del mediodía.

Mis manos van en su busca,
asombradas.

Tus piernas parecen las alas
de una mariposa.

Entre los dedos dejan el color
inolvidable de su ausencia.

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Autor es esta páginna

Donaciano Bueno Diez
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Imagina que en este mundo cruellas personas vivieran…
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