He pensado meterme en la nevera,
de una vez congelar mis pensamientos
evitando sufrir. Y es que hay momentos
que la duda se vuelve traicionera
no hallando ni razón ni fundamentos.
Y he subido al desván de mi tronera
donde un día guardé resentimientos
encontrando a suspiros y lamentos
que oxidados estaban a la espera
de poder reforzar les los cimientos.
Que hoy no sé ni tan siquiera qué es pensar,
qué actitud mantener ante la duda,
si es correcto decir que a mi me suda*
o inmiscuirme en el magna y divagar
hasta ver si el recelo se desnuda.
Qué decir de mi postura ante el sentir,
si he de darme a gozar a tumba abierta
aun sabiendo la puerta no esta abierta
o debiera aguantarme y reprimir
ante esa incertidumbre tan incierta.
Aquí mi lengua suave para el verbo
que ha de sembrar de espigas los caminos.
Para mentir, jamás; gloriarse, nunca;
ni adular, ni callar cuando otros callan.
Mudos deben quedar los que traicionan,
los que dejan hacer y los que engañan.
Lengua para el combate, para el himno
que entonarán las voces oprimidas.
Lengua para lamer las esperanzas,
la miel de los rosales venideros.
Lengua, para la vida yo te quiero
y no para gemir y enmudecerte
cuando a tu lado el restallar del látigo
vaticine la hora de la muerte.
Quiero Sembrar un Maíz
A René González Barahona
Quiero sembrar un maíz
en la Zona del Canal.
Y sobre el verde arrozal,
la saloma más feliz.
He de escuchar la perdiz,
allá en la curva lejana,
y encima de la montaña,
clavaré la enseña mía,
Ay, flor de soberanía,
que rescataré mañana.
De Colón a Panamá,
cuánta tierra tiene el gringo,
mientras yo pobre “chingo”
no tengo en la vida “na”.
Me voy donde el pueblo
con su daga y su sombrero,
hacia el Canal, compañeros,
de Los Santos y de Herrera,
de la República entera,
¡a ver quien llega primero!
Que bonita agricultura
a la falda del Ancón.
La amarilla floración
entre la verde espesura.
Tendré maíz y verdura
desde Curundú a Gatún,
y trabajaré a según
me lo permita la vida,
en bien de la Patria herida,
y por la dicha común.
Arroz de soberanía
cultivaré en Miraflores.
Y el Chagres de mis dolores,
me entregará su agua fría.
Ya nada se prohibiría,
porque el cañón militar,
en arado he de cambiar
para acabar con la guerra,
y se cubrirá la tierra
de flores de mar, a mar.
Sueño de la Luna
La luna cayó en el río.
El río la llevó a la mar.
En el mar, unos marinos
la quisieron devorar.
Nadando, la luna vino
por el río hasta el manglar
y en el manglar unos duendes
la quisieron maltratar.
Entonces quedó la luna
entre el manglar y la mar.
De tanto huir, se ha partido:
muy pronto se va a gastar.
Si se va al mar, se la comen.
Si se queda, va a llorar.
¡Despierta, luna, lunita,
no te dejes apresar!…
La Muñeca de Tusa
Yo recogí una tusa
que vestí de muñeca.
Le arreglé un corpiñito
y una falda de seda.
De algodón amarillo
le fabriqué las trenzas.
Dos lazos de organdí
le puse en la cabeza,
y en sus pies chiquititos,
zapatitos de cera…
Tan tusa como estaba
y, mírala…
tan muñeca!
Después de tanto lío
de tanta morisqueta,
me ha salido malcriada
la muy pizpireta.
Ya no quiere chupón;
no quiere mamadera;
nada más quiere helado,
“bolonchón” y paleta.
Oigala usted llorar!..
“Ñoé, ñoé…qué treta!
Qué vida estoy pasado
tan cansada y molesta.
“Mentilla, ay corochón…
dórmache mi cuqueta,
en chu hamaquita de oro,
como una princhecha.
Tome un bechito,
tome una paleta…
Ay, no llolle, no llolle
dórmache mi muñeca.
Shiiit…
Cállese todo mundo
la “chigarra y la estrella…
Que en su hamaquita de oro
dormida está la nena…
Tan tusa como estaba…
y, mírala
tan muñeca!”
Las Normalistas son Blancas
Las normalistas son blancas como un pueblo de azucenas,
como un pueblo de palomas y una cúpula de estrellas.
Los caballos de la luna dejaron sobre la arena
sudor de nácar y plata con lagunitas de higueras,
y seiscientas niñas niñas, como seiscientas muñecas,
tomaron agua de luna para vestirse de estrellas.
Las normalistas son blancas,
blancas de risas ligeras.
Cuando van subiendo el llano
van sembrando una quimera.
La tarde se va poniendo
detrás de las cabelleras,
con anillos de sardinas
y con nubes de cadenas.
La tarde se va llorando.
La tarde no quiere verlas.
Cuando van bajando el llano
van quitando las linternas.
El llano queda gimiendo.
El llano quisiera verlas.
Cuando van subiendo el aire,
aire de luz, luz de idea…
« Dice la razón: Busquemos
la verdad.
Y el corazón: Vanidad.
La verdad ya la tenemos.
La razón: ¡Ay, quién alcanza
…la verdad!
El corazón: Vanidad.
La verdad es la esperanza.
Dice la razón: Tú mientes.
Y contesta el corazón:
Quien miente eres tú, razón.
que dices lo que no sientes.
La razón: Jamás podremos
entendernos, corazón.
El corazón: Lo veremos.
Moneda que está en la mano
quizá se deba guardar:
la monedita del alma
se pierde si no se da.
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
…se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar. »
Comentario Cuando Machado escribía sus rimas, dialogaba consigo mismo (o con la fuente o con la tarde, fantasmas de su conciencia solitaria). Cuando escribía sus cuadros, trasfundía su alma en cosas o personas, correlatos con los que no dialogaba o a los que invocaba sin poder comunicarse con ellos. Cuando escribía sus proverbios, iniciaba y armonizaba la relación al tú esencial. Mediante los apócrifos, crea personajes de ficción por conducto de los cuales habla y entre los cuales urde por fin el anhelado coloquio. El proceso expresivo va así de la lírica pura, pasando por cierta épica descriptiva y cierta ética enunciativa, de seguros valores, hacia una novela dramática que tiene por asunto no ya la verdad buscada sino la búsqueda y el ensaye de verdades. Es un proceso de la soledad a la compañía. Yo no voy a llegar a la prosa de la novela. Me detengo a examinar, mediante algunos ejemplos, el paso de la verdad en la rima a la verdad en el proverbio, haciéndolo así por creer que la fase de poesía sentenciosa es la más crítica en el aludido proceso y aquella que menos atención ha suscitado.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.