EL GRAN SEPULTURERO (Mi poema)
Ronel González Sánchez (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA…de medio pelo

 

Pregunto si vivir vale la pena
o acaso es existir una memez,
que empieza cuando empieza la niñez
y acaba con la muerte, esa condena
lo mismo que sin agua muere el pez.

Vivir es esa cosa que se pasa
lo mismo que le ocurre al sarampión,
que arrasa y que no tiene solución
y a veces hay alguno al que le abrasa
llevando con su pena al paredón.

La vida tiene un halo de misterio,
camino el que hay que andar y que se corta,
produce al que lo sufre un improperio,
conduce irremediable al cementerio
que allí es donde la vida ya se aborta.

Que allí se acaban ya las fantasías,
las falsas veleidades y el dinero,
las ansias por llegar siempre el primero,
poemas, el amor, las melodías
en manos de ese Gran Sepulturero.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDORonel González Sánchez

Compasión

Los criminales odian ser compadecidos.
Pobre criminal que recibió maltratos desde el kínder.
Pobre criminal con sus abusadores padres,
su temor a la oscuridad y sus animalitos degollados.
Un asesino necesita respeto
y no misericordia de los simuladores.
Un asesino es venturoso cuando hay cobertura de la prensa.
Un asesino no es una víctima.
Para eso, obviamente, están las víctimas, y las candidaturas.
Los criminales requieren escenarios factibles
para engendrar performances.
No importa si en la misma ciudad o con las mismas armas.
En eso, también, son parecidos al poeta.
Cero compasión con el criminal de la palabra.
Un poco de respeto, quizás, pero mucha tortura.
Obséquienle todo el dolor del mundo.
Ya él se encargará de desmembrarlo,
y de pasar inadvertido como el viento en la noche.

Unidad de crímenes intensivos

La poesía, como la vida, falla.
Le falta el aire al poema y hay que ponerle oxígeno.
Se precisa intubar los vocablos,
intervenir vías endovenosas,
la inserción de catéteres.
Ahí es cuando se implican mecánicos de euritmia,
albañiles de la expresividad, carpinteros gramáticos.
Milagrosamente el poema mejora,
pero hay veces en que los protocolos son respaldos
o maniobras inútiles,
y no es descabellado aplicar la eutanasia
o darle vía libre al criminal que yace en el poeta.
De cuando en cuando estrangular la retórica al uso,
la ilación y las alegorías
no es un procedimiento que deba despreciarse.
Ya cuando el infortunio resulta irreversible,
no es necesario convencer el autor
de las operaciones que hay que poner en práctica
con el poema agónico.
Dependen de su arbitrio
y una buena porción de sangre fría.
Si los intensivistas no ofrecen a la obra
un regreso dinámico,
no debe importunar que la escena insinúe
ser un crimen perfecto.

Estética de saltar al vacío

No es necesario una cara visible
para que los asesinatos se produzcan.
No es imperioso disparar a mansalva
o ahogar a un individuo
para obtener el crédito de infame consumado.
Estrangularle la palabra a un poeta,
volverle opresivo el horizonte,
ceñirle esposas de humo
para que no escudriñe la mugre del paisaje,
son modos de erigir una nefanda estética,
deudora del marbete que distingue al recluso.
La expulsión silenciosa de Machado, Juan Ramón y Cernuda,
edificó en la sangre palmarios contrafuertes,
lápidas de perpetua desmemoria.
Puso a escoger entre la poesía y la noche.
Ahora sabemos que no es imprescindible
una estampa notoria
para ponerle nombre a un infractor,
una era, una ignominia.
Uno de los crímenes en serie más atroces
contra la sensibilidad de una cultura
es forzarla al exilio.

Jesús

JESÚS, el Hijo de Dios,
además de ser Dios, es
la sombra que tú no ves
aunque percibas su voz.

Y hay Alguien entre los dos
que te envuelve con su manto
sin ser Dios ni Jesús tanto,
aunque fue a la misma cruz,
vive con Dios y Jesús,
pero es Espíritu Santo.

Historia de cruzados

Poeta, tú no cantes la guerra; tú no rindas ese tributo rojo al Moloch, sé inactual; sé inactual y lejano como un dios de otros tiempos, como la luz de un astro, que a través de los siglos llega a la humanidad. Amado Nervo

Yo no puedo escribir sobre la guerra
porque sólo conservo en la memoria
falsas reproducciones de una historia
que a veces mi optimismo desentierra.
Concebir esta página me aterra
como pensar que pude haber caído.
Las guerras no rebasan el olvido
y cualquiera es un héroe o un cobarde.
A mí no me llamaron. Ya era tarde.
Los últimos soldados se habían ido.

Eufóricos y osados ante el ruedo
a todos nos cegó la misma farsa
y avanzamos, detrás de la comparsa,
como en un carnaval de sangre y miedo.
Sólo cuando la Muerte mostró un dedo
dejaron de caer los gladiadores
entre perdonavidas y traidores
y se tornó la guerra paradigma.
Sólo cuando la Muerte fue un estigma
terminó el ajedrez de los mayores.

Para la guerra siempre hay un motivo.
El rapto de Briseida es un estorbo
universal, una ración de morbo
interminable en el siniestro archivo
de césares y brutos. Estar vivo
es un error de cálculo execrable.
La guerra no es un virus incurable
pero a todos los hombres nos contagia:
unos querrán que empiece la hemorragia,
otros que no castiguen al culpable.

Ninguna vida salvaguarda un verso.
A nadie un verso la razón despierta.
Tanta grafomanía desconcierta.
Ninguna causa vale tanto esfuerzo.
Podrá cambiar la guerra el universo
pero no sanará ciertas heridas.
Aunque de difidentes y homicidas
estén llenos impúdicos acrósticos
persistirá el horror de los agnósticos
y crecerá el placer de los suicidas.

Agresores y aliados: neandertales
que año tras año van a las cruzadas
con la cifra infinita de sus nadas
a cuestas como dones teologales:
los fanatismos también son fatales
como esperar en desolada orilla.
¿Tendremos que ofrecer la otra mejilla
y recibir, con júbilo enfermizo,
el vacuo resplandor del Paraíso,
la perfección que muere de rodillas?

Si al menos tú pudieras, Padre oscuro,
explicarme qué férula ilusoria
despierta en ciertos hombres la mortuoria
idea de enviar hacia lo impuro
de un supuesto principio al que más duro
pueda blandir la espada y al convicto,
si al menos tú escucharas lo interdicto
por el futuro mártir que simula
obedecer al que lo manipula
seguro impedirías el conflicto.

La guerra, para mí, fue un comentario
y el temor de mi padre al documento
que no firmé. La guerra fue un invento
para que no durmiera el vecindario.
Repasar sin aliento algún rosario
a nadie exoneró del crucifijo.
Alguien también lloró y alguien maldijo
a los que regresaron sin medallas
y a los que dirigieron las batallas
de donde no volvió, jamás, el hijo.

Escrito a mano limpia

Diestra y gritona amante mía,
siempre dispuesta a inspeccionar mi cuchitril para anegarte
con mis viciosos jugos,
esta mañana no voy poseerte hasta el desmayo
arrodillada sobre un cristal mugriento
que ensancha aún más la fisonomía
de tu antropófago deleite,
ni estrujarás tu balsámico sexo desmesurado
en mi boca de buril y lava;
deja que concentre mi mirada de caníbal infeliz desconcertado
en el sitio donde tus nalgas lujuriosamente se dividen
como compuerta de represa sin orillas
o como río inmóvil sobre el que se arroja el aguacero
con sus líquidos falos de agua múltiple
y en instantes sobreviene la inundación.

Escandalosa de mi intacta embriaguez,
más que refocilarme con la ceremonia de tus pechos
postrados
sobre las grosuras de tu mórbido busto,
hoy no me ruegues que sea el psicópata
de tu desvergüenza,
porque voy a encarnar al voyeurista
que observa, monomaníaco y feliz,
cómo deslizas el carmín por tus labios,
y revuelves tu pelo
para que cubra al desgaire la suculenta lubricidad
de tus hombros desnudos.

Torneo voluptuoso

Amo tu mano agresiva
arrancándote la blusa
para que tu carne intrusa
se disuelva en mi saliva.
Tu mano, en definitiva,
no es personaje central,
pero si el multilabial
tragaluz del paroxismo
patrocina el erotismo,
la coalición es “letal¨¨.

Beso las ondulaciones
que te lascivian el torso
como patente de corso
para epicúreas regiones.
Tus areolas y pezones
magnetizan cordilleras
lúbricas y majaderas,
en relación inmediata
con la deseosa fogata
que camuflan tus caderas.

Me excitan tus cicatrices
de maternal eugenesia
segmentando tu geodesia
en minúsculos países.
Yo enaltezco esos deslices
de seducida bisoña,
porque anulo la carroña
sobre la que el goce asciende
cuando la duda pretende
inmiscuir su ponzoña.

En la mañana tu axila
transpirante es un hallazgo,
aunque ejerza el liderazgo
la redoma en que destila
tu cuerpo su retahíla
de emanaciones ignotas
que me empujan a remotas
madrigueras donde el hombre
comenzó a ponerle nombre
al placer con palabrotas.

Sería suprema injusticia
menospreciar a tu boca
que casi nunca se apoca
en el rol de la impudicia.
Es cierto que la codicia
la mueve, que su honradez
es discutible, tal vez,
mas, en su misión no mengua,
aunque al final es la lengua
quien le gana en avidez.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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