Yo escribo sin saber aun por qué escribo
si alguno hay que me lea lo agradezco,
no piensen que me crea lo merezco,
y aun menos que leerme es de recibo.
Y vivo sin saber aun por qué vivo,
si alguno hay que lo sepa me lo aclare,
si existe alguna bala la dispare
debiendo de cuidar si yo aun pervivo.
Vivir es percibir que uno está vivo
mas solo eso es verdad si lo percibe,
y puesto ante la duda sobrevive
lo mismo a mi me ocurre cuando escribo.
Pues vida yo la siento al escribir
así no haya ninguno que me lea,
demuestra sigo vivo en la pelea
pensando lo que deba de decir.
No soy un hombre
Soy un poema.
Una mujer ya fallecida
me escribió en la noche
sobre una servilleta.
Una mujer todavía ingenua
me recita en la penumbra
con su voz de eucalipto.
No soy un hombre.
Mi rostro es un verso.
A veces
para poder oírme
me busco en los espejos.
TESTIMONIO DE OTOÑO 1
En la escasez
de su tierra
la encontré
silenciosa
como una alhaja
desde siempre
extraviada
y opaca
como una moneda
en el fondo
del agua.
BAJO LOS ROBLES
Sin sentido ya.
Bajo la sombra de un silencio
cobijados
indefensos
como esperando el final de este poema
fabricamos vidas ajenas
y besos de húmedas maderas.
SIN RASTRO
Entre sombra y sombra
sucede en un instante
la historia de tu boca.
Porque el tiempo no es ya
un río en Éfeso
y un beso tuyo dura apenas
lo que una cicatriz
sobre la piel del agua.
AMBROSIO
Luego de largas horas
platicando sobre la poesía
ella me trajo la ofrenda
de su cuerpo tatuado
por las dudas y los atardeces.
Y yo prometí leerlo
como se lee un alma:
de rodillas y en silencio.
ERRATA DE FE
Ven, acércate…
Que no son palabras, que son actos.
Por eso no puedo decir sino callando,
Y no puedo nombrar sino dudando.
Ven, acércate…
Que no son manos, que son alas.
Por eso no puedo intentar sino deseando,
Y no puedo despegar sino cayendo.
Ven, acércate…
Que no son sombras, que son oráculos.
Por eso no puedo olvidar sino soñando,
Y no puedo ser sino deviniendo.
Ven, acércate…
Que no son heridas, que son labios.
Por eso no puedo vivir sino amando,
Y no puedo amar sino equivocándome.
Mapa al corazón del hombre, 2012
EPITAFIO VI
Señor,
recibe aquí
la boca más manzana
la piel más eucalipto
los ojos más almendros
el corazón más ciruela
el alma más llovizna
para que tu jardín
sea menos polvo
y más primavera.
LA MEZQUINA
Está lloviendo…
a través del universo
envío señales de humo.
No te preocupes
no ha muerto el Papa
no hay un hereje en la hoguera
no hay libros entre los leños sedientos.
Está lloviendo…
no te preocupes
la dicha que me niegas
ya no te pertenece.
La voz que callas ya reconfortó
a un moribundo en Sumatra.
El roce que detienes ya humedeció
a un adolescente en Los Ángeles.
La mirada que ciegas ya alumbró
a un peregrino en Santiago.
El gesto que amputas ya rescató
a un minero en el Cuzco.
La palabra que borras ya inició
una revuelta en el Congo.
Está lloviendo…
la dicha que me niegas
ya es mía.
No te preocupes
la lluvia tampoco sabe del milagro
que despierta en las uvas.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.