ESTE MUNDO TRAIDOR (Mi poema)
Fernando Paz Castillo (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

En este mundo traidor
el hombre no tiene cura,
se mueve entre la inconsciencia
y el estado de locura.

En este mundo traidor
nada es igual que acontece,
el hombre quiere ser dios
y es morir lo que merece.

En este mundo traidor
el hombre busca un futuro
y a cada paso que da
se tropieza con un muro.

En este mundo traidor
solo queda la esperanza,
sin la esperanza es hedor
lo que el hombre siempre alcanza.

Que vive alabando al cielo
y el cielo a cambio le escupe,
y nunca encuentra consuelo
que al cielo le preocupe.

Se pasa la vida andando
sin saber por qué camina,
soñando que va soñando
creyendo todo adivina.

Tan pronto echa una carrera
como a veces sube y baja
sin saber lo que le espera,
da un traspiés o se relaja.

Estudiando, no comprende
que la vida es de prestado,
va mirando a cada lado
y no ve el hilo en que pende.

Y al fin se acaba tumbando
sin importar qué dirán,
que al resto les vayan dando,
tan pancho ya en su diván.
©donaciano bueno

Una excusa para leer hoy a Campoamor

MI POETA SUGERIDOFernando Paz Castillo

Pero los ojos…

Pero los ojos,
los misteriosos ojos extasiados
son risueño consuelo del espíritu:
suave ternura de contemplar la vida
y contemplar la nada,
de sentir la caricia de la luz
y la llamada audaz de la distancia.

El oído sutil,
gruta del canto azul
del viento y de la espuma,
divino caracol,
rosa imperfecta,
laberinto de músicas ingénitas,
sorprendido por el ritmo de las alas
y las hojas:
delgadas cuerdas de arpas misteriosas
que tañe el viento de las manos largas.

El olfato ¡enigma! ,
dócil al arte por el hombre creado,
penetra por caminos infinitos,
silenciosos,
atento al mensaje de la tierra recóndito
y al perfume de las estrellas ácidas
de las noches de insomnio.

El paladar descubre entre sabores varios
el temor de la muerte… Porque la muerte
es el sabor primero de las cosas
que dan placer al hombre y sus instintos.
Sabor de tierra y sombra amarga
que el hombre ignoto logra superar
con la expresión feliz de la belleza
confundida con Dios
en tres caminos,
Poder, Sabiduría y Dolor.

El tacto
aísla el misterioso ser naturaleza
de las cosas sensibles o inertes
y luego en soledad, lo une a todas
por el gozo y el dolor
inevitables.

Y todos son leticia del espíritu
ante el olvido de la muerte del cuerpo
que no sabe
qué cosa es el morir,
porque la muerte no es sino el reflejo
del sagrado reposo de un Dios ante recuerdos.

Poesía

La calma,
lejana, íntima
que tiene el ímpetu audaz
del monte altivo.
El resplandor dormido,
más rojo que el rojo
y menos rojo
que el rojo,
sobre la inquieta llama
o en la llama agonizante.
El punto
indefinido
de donde regresa la mirada
insegura,
de conquistar la nada
de su origen.
La palabra buena,
la palabra mansa
que al fin de muchas luchas,
y triunfos y derrotas,
encuentra,
que sólo sabe comprender, callada.

Un pensamiento

Un pensamiento fijo
tu rostro modela
y tu vida concentra en torno a él
como la piedra
el agua, toda intacta, de la fuente.

Tu vida no es más que pensamiento
que lentamente se va haciendo fuerte

Tus ojos, deslumbrados ante la belleza,
presienten una forma no encontrada,
y tus manos revelan
algo del pensamiento.

Toda tú te vas haciendo de ti misma,
como la lluvia hace sobre el naranjo con el sol una tela
y como la noche con la sombra
una rosa en torno de la estrella.

Te adelgazas junto a tu pensamiento,
como en la fría plata del candelabro la llama inquieta,
con un afán perpetuo de esconderte a ti misma…

Pero en todo te revelas.

En el día

I
En el día
amo la noche
y en la noche el día.
Pero en la tarde,
entre colores vagos
me amo a mí mismo.
Porque entonces soy
como el recuerdo de algo que hice,
o como el temor de algo
que pude haber hecho.

II
Tarde, hermana!
No eres día ni noche.
No eres más que un paso,
un punto detenido,
entre dos extremos,
como la vida,
como la dulce fuga
indecisa
que en la mañana
va hacia la noche.
Y en la noche
-por entre nostálgicas claridades
vencidas-,
hacia la luz;
o más bien hacia el rumor de luz
que adelanta,
la espiga, casi de oro,
junto al alba.

Es bello el cuerpo…

Es bello
el cuerpo
y su misterio;
íntegramente bello
como el sol entre los astros…

Tierra enaltecida
por el sagrado soplo silencioso;
profundo consuelo del espíritu,
como lo dijo el santo,
ascético y tremendo,
naturaleza triste
anegada en Dios
y en el abismo de su propio arcano.

La mujer que no vimos

Se alejó lentamente
por entre los taciturnos pinos,
de frente hacia el ocaso, como las hojas y como la brisa,
la mujer que no vimos.

Bajo una luz de naranja y de ceniza
era, como la hora, soledad y caminos;
armonía y abstracción como las siluetas;
esplendor de atardecer como los maduros racimos.

De lejos nos volvía en detalles
la belleza ignorada de la mujer que no vimos.

La tarde fue cayendo silenciosa
sobre el paisaje ausente de sí mismo
y floreció en un oro apagado y nuevo
entre el follaje marchito.

Hacia un cielo de plata
pálido y frío;
hacia el camino de los vuelos que huyen,
de las hojas muertas y del sol amarillo,
se alejó lentamente
la mujer que no vimos.

Sus huellas imprecisas las seguía el silencio,
un silencio ya nocturno, suspendido
sobre el recogimiento de la tarde,
huérfana de la prolongación de sus caminos…

Pero su voz, entre la sombra,
hizo vibrar la sombra, y era su voz un trino:
fúlgida voz que hacía pensar
en unos cabellos del color del trigo.

Recuerdos de las formas evocan las siluetas
de los apagados árboles sensitivos;
pero la voz que se aleja entre masas borrosas,
denuncia unos ojos claros como zafiros,
y unas manos que, trémulas, apartan los ramajes
como dos impacientes corderitos mellizos.

Ni pasos furtivos, ni voces familiares:
oquedad y silencio entre los altos pinos,
y en las almas confusas un ansia de belleza.

¿Pasó junto a nosotros la mujer que no vimos?

Las cosas y sus nombres…

Las cosas y sus nombres
son símbolos confusos
que acompañan al hombre en su destierro,
en su andar de adivino
entre alboradas.

Ingenuas compañeras de un recuerdo
que nace en la raíz
de la conciencia,
donde Dios y el hombre se confunden
y se entienden;
y Dios se hace para el hombre humano
y el hombre, ante su amor, crece divino,
trasciende la leve línea
de luz o sombra
que limita su ser:
su estar indefinido
ya que el ser no es perenne forma,
sino que está en la forma limitado,
con ansias de romperla a cada instante,
con nostalgias de muerte y nacimientos
y temores de un nuevo despertar.

Dios y hombre

Pues es indudable que todo espíritu creado
necesita el consuelo del cuerpo.
San Bernardo

Ante el misterio,
lejana realidad,
Dios en silencio,
teme el espíritu encontrarse
libre del cuerpo
tierra que familiarmente lo acompaña,
cárcel oscura y fuga luminosa:
su paz o su inquietud,
su ingénita frescura y su descanso.

Entre formas confusas se desliza el espíritu
dormido o vigilante,
altivo o fatigado de recuerdos,
detenido por ausencias sin contornos
junto a la eternidad
de lo perfecto.
Y sólo el cuerpo atrapa
con los cinco sentidos perspicaces
y sus vagos senderos ignorados
el gozo de la luz y del sonido,
y del mirar confiado a las espigas
y del callar sereno hacia los astros.

El cuerpo, criatura delicada…

El cuerpo, criatura delicada,
tierno como las rosas en el alba,
conserva su frescura primera junto al miedo
que vive de él, y en soledad profunda
lo devora con un afán intenso
de perfección.

El cuerpo es morada pasajera
del espíritu nómada,
su consuelo,
su fiel compañía generosa,
su sombra en la llanura
sin rumores,
su imagen sorprendida,
su grito sin color
y su esperanza.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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