QUÉ SERÍA, ME PREGUNTO (Mi poema)
Carlos Pío Urbach (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

A veces me pregunto que sería
de haber nacido yo en otro lugar,
la vida que hoy debiera de llevar,
posible nunca yo lo creería.

Pongamos un ejemplo: Afganistán,
¿país con su facción separatista?
-posible hubiera sido terrorista,
-seguro hubiera sido talibán.

Si en África naciera, negro fuera,
o un ser que se murió antes de nacer,
futuro condenado a padecer
que tuvo por visión una alambrera.

Si en India, convertido en un budista,
España o Sudamérica, cristiano,
si en China, maoísta o comunista,
en mundo del islam, mahometano.

En Cuba, Venezuela o Nicaragua,
allí donde gobierna es dictadura
haciendo lo que ordena un caradura
debiendo bendecir por darme el agua.

En France, la de Macrom, republicano,
monárquico en Holanda y Reino Unido,
doctor o analfabeto hubiera sido,
depende si carnívoro o vegano.

De idiomas qué debiera aquí decir,
olvida de fardar, ser presumido,
que tú como hice yo te has aprendido
el que hablan no dejándote elegir.

Pues todos somos frutos del lugar,
del sitio, por azar, en que nacemos,
del padre y madre y sitio en que comemos,
de aquel que se dedica a adoctrinar.

Que el mundo solamente será humano
el día en que los niños al nacer
les dejen de enseñar como han de ser
y enseñen solo a ser buen ciudadano.
©donaciano bueno.

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MI POETA SUGERIDO: <strong>Carlos Pío Urbach</strong>

Carlos Pío Urbach

Budoir

Alcoba. En los tapices, el ramaje
sobre malva entreabre blancas rosas
con un tinte enfermizo. Un oleaje
de blondas cae del lecho. Temblorosas

parpadean las joyas. El paisaje
de un biombo irradia luces misteriosas
de crepúsculo pálido. Salvaje
y voluptuoso olor de resinosas

maderas esculpidas. Grave escudo
labrado en la cornisa. Espesa alfombra
ahoga las pisadas. En la incierta

penumbra de la tarde, yace mudo
el fastuosos budoir, donde la sombra
va envolviendo el recuerdo de la muerta!…

Homero

Un gigantesco cíclope simula
cuya espalda no encorvan las edades,
y aun su lira de bronce a las deidades
con sus estrofas clásicas adula.

El regio canto que épica modula
estremece las ruinas de ciudades
muertas, o en las celestes soledades
a los dioses proscriptos estimula.

Supremo forjador de eterna joya,
émulo poderoso de vestiglos,
yérguese excelso en inmortales bregas.

Y el resplandor magnífico de Troya
apagóse en la bruma de los siglos
cuando aun refulgen sus pupilas ciegas!

Byron

Nació de heroica estirpe ese poeta
de bruna cabellera ensortijada,
brillando su pupila constelada
como un rayo que filtra una faceta.

Fue su musa tan triste, que interpreta
la desdicha de un alma desolada
o la expresión que anima la mirada
cuando rueda, vencido, de un atleta.

Del tumultuosos hervor de sus pasiones
huyeron, como tímidos alciones,
sonoras rimas de vibrantes ecos;

y trazóle su horrenda desventura
hosca senda de tétrica amargura
donde halló sólo corazones secos.

Incoherentes

¡Los fervientes anhelos! los que hilan
los flébiles amores celestiales
y enervando el dolor de los mortales
cual lánguidas visiones se perfilan;

en mi alma nostálgica destilan
el aroma de goces ideales,
y lívidos fantasmas, espectrales
por mis ensueños cándidos, desfilan;

al cruzar por mi mente oscurecidos
como un sol deslustrado que se apaga
o tristes como pálidos dementes;

entumecen mis nervios doloridos
con la dulzura misteriosa y vaga
que engendran los delirios incoherentes.

Los templos

En sus bóvedas guardan la infinita
castidad que los sueños tornasola,
como guarda en su pálida corola
alburas la silvestre margarita.

En su recinto protector no agita
el ansia terrenal su impura ola;
del blanco cirio la dorada aureola
a los delirios lánguidos excita.

Narcótico deleite se desprende
del incensario fúlgido que al aura
impregna de balsámicos olores;

y el ritmo melancólico que extiende
por la atmósfera el órgano, restaura
el piadoso fervor de mis mayores.

Julián del Casal

Amó el brillo sutil que reverbera
aureolando las joyas fulgurantes,
los místicos deleites enervantes,
la tarde, de los sueños mensajera.

Con el matiz de rubia cabellera,
o el iris de las sedas espejeantes,
forjó sus tersas rimas deslumbrantes
moldeando el verso como dúctil cera.

Cruzó cual encendido meteoro,
con radiaciones fúlgidas de aurora
el firmamento azul de Poesía;

a sus estrofas de bruñido oro
ungiendo con la esencia soñadora
alma de vesperal melancolía.

In extremis

Aura sutil su clámide olorosa
de verde enredadera en los festones
desgarra. Melancólicas canciones
flébiles surgen de la selva hojosa.

Tiñe el cielo su bóveda azulosa
con lácteas tenuidades de jarrones,
y en el ocaso humeantes bermellones
del sol la veste esparce esplendorosa.

Como un pálido ejército las garzas
van acampando en las punzantes zarzas
que bordan los linderos del camino

donde en áspero lecho de fría piedra
que alfombra crespa exuberante hiedra
agoniza extenuado peregrino.

Un cruzado

Nímbale el casco broncínea cimera
donde erizado feroz jabalí,
a la ígnea lumbre del sol reverbera
chispas sangrientas de ardiente rubí.

Pende bruñida tajante altanera
como un trofeo del marcial tahalí,
y la acerada lóriga, severa
surca y blasona la cruz carmesí.

Yergue su diestra cruzado orifloma,
lleva en la mente su Dios y su dama,
sacro amuleto, feliz talismán;

y en la hosca brega febril del combate,
hunde frenético, agudo acicate
a encabritado brioso alazán.

Vesperal

El sol envuelve su caldeado escudo
en sudario de brumas irisadas,
cual la púdica virgen el desnudo
turgente busto en sedas sonrosadas;

rasga trémulo el aire el eco agudo
que lanzan los alciones en bandadas:
quiebra en negro arrecife el mar sañudo
sus eréctiles ondas argentadas.

Como un ópalo níveo en ocre raso,
mancha con su blancura del ocaso
la ensangrentada clámide, alba vela;

pájaro de plumaje marfileño
finge, que a las comarcas del Ensueño
por encendidos firmamentos vuela.

Velada

En la blanca frialdad de la neblina
su lívido semblante verde-plata
la luna arropa, y tenue se retrata
tras su manto de aérea muselina.

Cuando en su curso agónico declina
hacia el ocaso, su cendal desata,
y el nítido sudario desbarata
su luz que argenta y pálida ilumina.

Filtrando el cortinaje de la bruma,
en la onda azul, crenchada por la espuma
al irisar sus últimos fulgores,

copia del tedio abrumador el astro
que al surgir en mi cielo, deja el rastro
de su fúnebre brillo en mis amores.

Reminiscencia

Lánguida y melancólica sonrisa
de cándidos infantes hechiceros;
flores de alba corola que la brisa
mece a la lumbre azul de los luceros;

amores de cruzados caballeros
y blondas castellanas, indecisa
luna que al resplandor blancos regueros
con metálicos tintes la onda irisa;

a mi alma habláis con musicales voces,
hacéis promesas de ideales goces
a mi tétrico espíritu abatido;

y, emisarios de ignotas lontananzas,
me traéis soñolientas remembranzas,
del lejano país en que he vivido.

Enclaustrado

Sólo en mi corazón reina el hastío
como un déspota audaz que se entroniza;
lo que ayer me sedujo, hoy me horroriza,
y encuentro el mundo en derredor vacío.

La nostalgia del claustro mudo y frío
en mi alma soñadora y enfermiza,
como fragante flor, aromatiza
las ansias de mi espíritu sombrío.

¡Ay!, yo aspiro a las dichas ideales;
los efímeros goces terrenales
engendraron el tedio en mis placeres.

Pueblan mis sueños vírgenes con tocas,
y no me encienden las sangrientas bocas
con que besan las pálidas mujeres.

Desolación

Como el gallardo paladín caído
viendo inutilizada la cimera,
levanta desde el polvo su bandera
como postrer esfuerzo de vencido.

Así mi corazón, mártir herido
por aciago pesar, ya nada espera,
mas sostiene su fúlgida quimera
como un faro entre ruinas encendido.

¡Oh Señor! Si perpetuo desolado
cruzando los senderos terrenales,
llevo mis ilusiones condolidas.

¡Infúndele a mi espíritu agobiado
la fe de religiosos ideales
o el heroico valor de los suicidas!

Para unas voces

En la penumbra incierta del historiado coro
disuélvese un perfume como de castidades,
y de la nave inmensa las blancas soledades
invade un leve soplo de virginal decoro.

De los erguidos cirios la lágrima de oro
tiembla al errar el vuelo de espiritualidades
que emana de las voces del coro, en suavidades
flexibles, tenues, leves, como hálito sonoro.

La vibración postrera se extingue de las voces,
y aun se perciben vagos, como sedosos roces
que pueblan el silencio de los sitiales almos;

y el ánimo interroga, si en la alta sillería
expira lentamente la santa melodía
o inícianse en el alma desconocidos salmos.

De Carlos Pío y Federico Urbach

Introducción

Somos nosotros pálido pintores
que diluyendo el alma en la paleta,
esbozamos ensueños de poeta
con justas gradaciones de colores.

La trágica expresión de los dolores
forja marco a la cláusula discreta,
si la indomable aspiración, boceta
iris de fugitivos resplandores.

En el cielo del arte, los matices
cruzándose en artísticos deslices
simulan espejismos visionarios,

y en el paisaje desolado, abiertos
lirios negros en cármenes desiertos
forja nuestra labor de solitarios.

Somos nosotros pálidos pintores
que infundir anhelamos al bosquejo,
la expresión vacilante del reflejo
que agoniza entre lampos tembladores.

La dicha que difunden los amores
o el pesar que deforma el entrecejo,
quisiéramos copiar, como un espejo
de una ninfa los rasgos turbadores.

Pero, como los copos invernales
el diáfano fulgor de los cristales
opacan con sus gélidos sudarios,

implacable el olvido tenebroso
opacará, cruzando misterioso,
nuestra extraña labor de solitarios.

Para unas rosas

Rosas que el rosa tenue de senos virginales
mostráis, y la clausura del tiesto cristalino
ornamentáis con tono de lampo vespertino
o fugitivas luces de cielos otoñales.

Espirituales rosas que a las espirituales
contiendas amorosas unís vuestro destino,
poniendo en las mejillas rubores, y en el vino
de amor de rojas bocas los hálitos sensuales.

En el fecundo huerto del corazón nacidas
las rosas del ensueño, dobléganse rendidas
al alma de las rosas que en el salón divaga,

y dulces rendimientos el corazón presume
en la embriaguez suprema que emerge del perfume
y el resplandor de rosas que la pupila embriaga.

En la arcada

Bajo el dosal de la esculpida arcada
eres visión de blanca vestidura,
que de una estrofa esquiva la clausura
por suplicantes ritos evocada.

Por locas inquietudes agitada,
tus ojos, que abrillantan la ternura,
fíjanse, escrutadores, en la oscura
sombra de la avenida enarenada.

En la tiniebla nocturnal imitas,
inmóvil en el rico barandaje,
virgen enferma o moribundo nardo…

Viendo en el horizonte de tus cuitas
cruzar con resplandores de celaje
la última rima del ausente bardo!

En la partida

Cuando la inquieta nave, refractaria
a indolentes perezas, dejó el puerto,
e internóse en el náutico desierto
ávida de región hospitalaria;

ella junto a la borda solitaria,
viendo esfumarse el horizonte incierto,
la frialdad homicida de lo yerto
sintió invadir su dicha visionaria.

Y entonces ¡del amor loca sublime!
asiéndose al anhelo que redime
con un desbordamiento de alegría,

forjóse una quimera misteriosa:
¡que su alma se quedaba venturosa…
en las patrias riberas con la mía!

De otoño

Un vuelo melancólico de hojas
en las arcadas de la selva ondula,
como sonrisa virginal que adula
la muerte, de la vida en las congojas.

tal en tu selva, corazón: despojas
tus ramas de recuerdos, y simula
un miraje engañoso que estimula
el manojo de ensueños que deshojas.

De otoñales tristeza se diluye
un algo espiritual en la contienda
en que el aroma de tu vida exhalas;

y al rumor angustiado, sustituye,
de tus alas heridas en la senda,
un vuelo melancólico de alas.

De tránsito

Yo vengo de un país que el sol inflama
con su lluvia de ardiente pedrería,
que en regueros lumínicos envía
de su ígneo disco la caldeada llama.

Donde susurra lánguida la rama
del árbol de los sueños su elegía,
y sus notas de rítmica armonía
en los delirios pálidos derrama.

Allí a través de mágico espejismo,
descúbrese del sacro misticismo
el séquito de goces ideales;

y vírgenes de cándida hermosura
engendrando en el alma la locura
profetizan las dichas celestiales.

Crisantemos

Fabulosas leyendas orientales
dicen del crisantemo la leyenda,
que entraña en dulce símbolo la ofrenda
de exaltadas primicias virginales.

Fingiendo atardeceres estivales
sus corolas deshójanse en la senda,
que señala al encanto la contienda
de áureos deslumbramientos floreales.

Sus pétalos, a modo de venablos
de mil luces, a zonas mil alcanzan
como flechas de un sol iridiscente,

y engarzando en sus pétalos vocablos
a las comarcas del ensueño lanzan
fabulosas leyendas del Oriente.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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Que dos y dos son cuatro es evidente,sumar…
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