Hay días que no sabes por qué nacen,
que invitan a querer no haber nacido,
y otros hay que, al contrario, tú has sentido
una pena y dolor cuando ellos yacen,
ambos son sentimientos que has tenido.
Y otros hay ignorados y anodinos
que acaban sin siquiera darte cuenta,
sin olor, ni color y sin pimienta,
andados sin presencia en los caminos,
son esos sin sabor, de vida exenta.
Y vienen los pelmazos y afligidos,
que debieran morirse de pesados,
al compás de monsergas embriagados,
bien podríamos decir que están podridos,
irritantes y amén despitorrados.
Lo que defiende a las mujeres es que piensan que todos los hombres son iguales, mientras que lo que pierde a los hombres es que creen que todas las mujeres son diferentes.
El amor nace del deseo repentino de hacer eterno lo pasajero.
Los que matan a una mujer y después se suicidan debían variar el sistema: suicidarse antes y matarla después.
Los globos de los niños van por la calle muertos de miedo.
El bebé se saluda a sí mismo dando la mano a su pie.
¿Y si las hormigas fuesen ya los marcianos establecidos en la Tierra?
La gallina está cansada de denunciar en la comisaría que le roban los huevos.
Lo peor del loro es que quiera hablar por teléfono.
Eso de creer que el loro no sabe lo que dice es no querer ofender, pero el loro nos mira cuando nos insulta.
Respetamos ese insecto que se pasea por el frutero porque es el que ha becado el campo para que vea la ciudad.
El sueño es un depósito de objetos extraviados.
El que está en Venecia es el engañado que cree estar en Venecia. El que sueña con Venecia es el que está en Venecia.
Los remeros de la regata componen el ciempiés acuático.
La tragedia de la gota de agua cayendo en el cubo del lavabo toda la noche es una tragedia de asunto lacónico, pero espeluznante, que conocen las pobres criaturas humanas, en las que no todo ¡ni muchomenos!, es heroico…
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo. De: Poemas de otros (1973-1974)Mario Benedetti
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.