LOS TRES CICLOS DE LA VIDA (Mi poema)
Nerea Delgado (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA …de medio pelo

 

El futuro, ese enigma que hoy no tengo.
¿Pasado? Ya está muerto, no interesa,
-un beso apasionado que no besa-,
al que lanzo una coz. Y lo sostengo.

¿El presente?. En él hoy me entretengo
día a día, paso a paso y hora a hora.
Soy hombre que al ayer ya no le añora,
donde otro ha de llegar de allí yo vengo.

Que un sueño fue mi vida en este establo
en que nunca gocé de un abolengo.
Nadie puede negarlo, sé de qué hablo.

Mi existencia trocada es un devengo
que gracias deba a dios, quizás al diablo,
son siete las historias que hoy mantengo.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Nerea Delgado

Nerea Delgado

Aviones a 4000 poemas de altura

Lo primero que veré mañana al despertar
serán tus ojos.

Y no serán ojos,
sino el mejor paisaje
donde el sol se ha dejado caer
en las primeras horas del día.

No serán ojos,
serán monte,
río
y cabaña.

Serán chimenea, leña y fuego
calentando los versos
de nuestra pared.

También camino,
huellas,
polvo.

No serán ojos,
serán estrellas fugaces
a plena luz del alba.

Escaleras de piedra,
pájaros, lluvia fresca.

Serán películas en domingo
mientras nieva afuera.
Partida de cartas.
Un beso junto a la hoguera.

Serán notas por debajo de las puertas.

Cervezas frías,
cuellos cálidos,
cena preparada,
postre de sábanas blancas
y luna creciente a la que los dos aullamos.

Mañana por la mañana
tus ojos no serán ojos,
serán beso de buenos días,
verso de buenas noches,
orgasmo de buenas madrugadas.

Serán masaje en la espalda,
sonrisa en la penumbra,
niños jugando en la plaza.

Guitarra sobre el sofá,
Springsteen cantándonos «The River».

Ventanas frías,
luces lejanas.
Carreteras secundarias,
niebla en las curvas,
animales salvajes tumbados en la cama.

Serán botas manchadas de barro,
vaqueros sucios,
bolsillos llenos de pipas.

Aviones a 4000 poemas de altura.

Madrugadas,
desvelos,
mantas de ganchillo en la terraza.

Tus ojos no serán ojos,
serán árbol, rama, espantapájaros.
Huerto y nuevos frutos.

Incluso charco,
zarza,
araña y lagartija.

Serán primaveras dentro de inviernos.

Serán todo lo que no se ve pero está.

Serán todo lo que no hace falta decir,
porque ya lo decimos con las manos.

Zorro desentrenado

De los errores se aprende.
De los errores aprenden los listos,
pero tú…
Tú piensas que hay errores que no son errores
y de los que crees que nadie se da cuenta.
Y recaes.
Una y otra vez,
como un cerdo revolcándose en su propia metedura de pata que jamás admitirá.
Recaes hasta la estupidez y la soledad.
Y sigues intentando agrandar una bola de nieve en pleno agosto,
ridículo como alguien que corre detrás de un autobús y lo pierde.

Talas el árbol donde estoy subida
-porque hasta hace poco todavía confiaba en poder alcanzar las estrellas-
me haces caer en un pozo de realidad que me negaba a creer,
con los pantalones rotos y no por moda,
con las gafas más limpias que nunca
para verte mejor.
Para veros mejor.
Para ver,
después de tanto tiempo mirando hacia otro lado.

Vuelve el frío cada vez que te abres la camisa,
en tus ojos existe Laponia,
tu corazón es una tarrina de helado caducado mordisqueado por todas las butacas de la última sesión del cine.
Pero hay un calor nuevo,
transparente y rocoso que me cuida la garganta.
Y ahora tu astucia fracasada es el motivo de mi risa.

Te miras en el espejo con la poca vergüenza
y el escaso respeto
de quien sólo se quiere a sí mismo,
pero no te has dado cuenta de que ya te has perdido.

Seremos nosotros.

Gulliver

No has querido estar a la altura;
yo vivía en la zona de los aviones
y tú a ras de suelo con ella
en su coche
escuchando sus canciones de festival.

Cada vez que me abrazabas
me llenabas del barro maloliente que compone su pelo.

Has preferido llegarme por las rodillas
a levantar un poco más la cabeza
y explorarme el corazón.
Pero quién va a querer elevarse hasta el corazón,
escalar todas estas costillas eternas y puntiagudas,
¿quién se la jugaría?
tú no.
Quién va a querer pasar del ombligo
si tiene todo lo que necesita debajo de una falda ajustada sin compromiso.

Asesino.
Borracho sin excusas.
Francotirador sin remordimientos.

Tenían razón los que me aconsejaron que me alejara,
ahora ya no hay vuelta atrás:
me he quedado atrapada en tu falsedad,
atada de pies y manos con las cuerdas de tu sonrisa hipócrita,
amordazada
con la boca llena de la saliva de ella.
Vomito.

Voy a caer desde aquí arriba
como un Gulliver capturado.
Ojalá alguien llegue a tiempo para enseñarme a volar.

Mi propia sangre

Ahora sé que no eres el hombre de mi vida
ni el hombre de mi muerte.
Ahora sé que el vestido que me regalaste
estaba hecho de flores muertas.
Ahora ha llegado el momento de cargar el rifle
incendiar tu cabaña de madera
y derretir la nieve del camino que nos une para que te ahogues.
He encontrado oxígeno fuera de tu burbuja
el color ha vuelto a mis mejillas
y se ha borrado mi nombre de la esquela del periódico.
He conseguido respirar lejos de tu dióxido de carbono
lejos de tu saliva contaminada
lejos de tus manos manchadas de otro pelo negro.
He tardado pero por fin mi barca está preparada
para cruzar el río desbordado
y llegar a la orilla donde las palmeras son altas
pero no tanto como para no ver lo que esconden
-mentiroso-
a la orilla donde yo no pasaré hambre
y me dará igual que te llenes la boca en el primer bar de carretera que te deslumbre
con luces de neón y un vestido blanco asquerosamente ceñido.
Desconocerte es lo mejor que me ha pasado en la vida.
Hoy por fin he vaciado mis venas de tu contaminación.
Hoy he vuelto a sentir mi propia sangre.

Reencuentro

Me esperarás en la puerta del restaurante
tomando el sol y un vaso de vino
vistiendo camisa blanca y quizá un sombrero
de pie junto a una silla de mimbre
sujetando un cigarrillo que mancharé de pintalabios después de saludarte.

Giraré la esquina del taller de guitarras
en dirección contraria al viento.
Me verás aparecer
ya sin bufanda
sin abrigo
sin bloques de hormigón bajo los zapatos
caminando por la superficie de este mar de callejones antiguos
con el flequillo alborotado
y una mochila llena de poemas colgada del hombro derecho.

Te miraré como quien mira su libro favorito de la infancia
recién sacado de una caja de cartón
recuperada del fondo del desván
junto a viejos cuadernos de notas y recetas de cocina.

Me rodearás con tu brazo
y me sentiré inmortal
sabiendo que ése será mi mejor cinturón de seguridad.

No tengo un bólido de color rosa
ni aviones con los que recogerte a la salida del trabajo
ni siquiera tengo bicicleta
pero creo que podemos llevarnos bien con el «paso a paso».

Volveremos a encontrarnos
justo a tiempo
mortales y decididos
con las manos preparadas para cualquier fuego.

Cambio climático

Ahora que en los días de lluvia hay dos huellas distintas de barro sobre el felpudo
ahora que he hecho las paces con el invierno
puedo salir en manga corta a la calle
saludar a los tenderos que cogen las nueces con guantes de lana
y volver a casa sin tos.

Puedo sentarme sobre las parabólicas de las azoteas
en pantalón corto
con las piernas colgando
y retransmitir a toda la ciudad que el cambio climático existe.
Que existe y que hoy me ha invitado a desayunar.

Puedo hacer flores con el vaho de los niños que juegan en el parque
y repoblar los balcones de la avenida que todavía creen que el invierno no tiene color.

Puedo negarle al estanquero el mechero que quiere regalarme:
el fuego duerme de 2 de la madrugada a 9:30 de la mañana
en mi cama
con las mantas en el suelo y la almohada doblada
con una camiseta de un grupo de rock’n roll del que no queda ningún componente vivo.

Puedo subir la cuesta guardándome el soplido del viento en la funda de mi cámara,
puedo liberarlo
para que despeine mi flequillo
y haga tambalear en el salón los altavoces donde suena Keith Richards:
nada se destruye cuando tú eres el terremoto.

Si llevo botas es porque todavía quedan cristales en los pasos de cebra
del accidente que hubo anoche
cuando llegaste a casa con las luces de los semáforos en una caja de cartón.
Viniste a iluminar las paredes llenas de fotografías
y acabaste nombrándome amante eterna del sol.

Ahora que bailo alrededor de una hoguera de bufandas y abrigos
no dejes que pare la música
no dejes que vuelva el frío.

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Donaciano Bueno Diez
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