El alma del papiro en que yo escribo
es blanca, ella es muy limpia y transparente,
mantiene una actitud muy complaciente
con todo lo que ve no es de recibo,
pues nunca dice no, que siempre asiente.
El alma no es agnóstica o creyente,
pues nada lo que escribo lo rechaza,
ni pone en mal lugar, no mete baza,
que todo le resulta indiferente
cual pan es tierno y suave como hogaza.
El alma del papiro es limpia y pura
si algún grumo se encuentra es del que escribe,
se presta a publicar tal que recibe,
no pone ni un mal punto de sutura,
por ver que alguien le lea se desvive.
Imperceptible, un sol
Declina por las ramas de la costa
Hasta las ondas de poniente
Que agitan los insectos.
Aquí reposa el cuerpo en la húmeda
Tierra de la memoria.
Un grito hubiera roto la distancia.
El único retorno
Murmura en lo más alto de la densa arboleda
De eucaliptos bajo el cielo cubierto. La sombra
Del volcán vertida al mar es el último mar
Que se cierra a los ojos en medio de un gran sueño.
El mar que penetraba por el borde más alto
Del sol, será el último mar
Para dorar tu frente. Como
Si el mar que terminara
de un golpe
Cumpliera tu figura De ‘Disparos en el paraíso’ 1982
En noviembre
Al fondo de esta tarde de tormenta
Nada huye del sabor a duelo
En las nubes que pasan.
La confianza de que vendrá
Otro amanecer, la cabaña
Entre los sombríos redobles
Del viento,
Como invitando a danza
O fin de asedio.
No puedo darte nada más
Que este ahora de todo en abandono,
Como si cumpliera una respuesta o un deseo
Que ya no importa.
Montón de labios, presencia de cosas
De repente, vislumbres que se apagan,
Desolada siembra en los bordes de la crecida
Avalancha que trastoca y confunde,
Y todo lo inunda, y también termina. (De libro inédito)
En Zanzíbar no hay trabajo
Carece de importancia cómo dicen que me llamo.
Carece de importancia la reputación que me sostiene.
El primer cuerpo con que tropiece será el primero y el
más hermoso, si no quiero morir bajo un montón de
lealtades.
El auténtico perdedor debe de ser un ganador nato,
pues sólo así se entiende la insistencia, la
meticulosidad que pone en la derrota.
Nada, nada es en vano. Todos cumplen con su deber,
todos tienen razón. Soy lo que me he dejado hacer y
valgo lo que la longitud de un sable.
Después de todo, la vida es un puente hacia la verdad,
cuyo peso se enamora del abismo. De ‘El cónsul del mar del Norte’, 1990
Infancia sólo es tierra,
Ya sólo tierra lo que beso.
Si yo abro la memoria
El aire allí su tumba encuentra. De ‘Disparos en el paraíso’, 1982
Ligero como el canto
LIGERO como el canto que no acaba
Se ondula tu recuerdo en el verbero.
Regresa y es el mismo.
Despierto y no es un sueño,
A tu vuelta inocente encadenado.
La voz no sabe lo que canta.
Tallas mi vida y no lo advierto.
Hablo,
Y siempre ignoro de quién hablo. De ‘Muerte sin ahí¡, 1986
Nos obligaron a olvidar…
Nos obligaron a olvidar
Dónde estábamos
Tan sólo dónde estábamos.
¿Es mi patria la lengua?
¿Habita
En la ciudad que ya no existe?
En la memoria,
Silencio de un cielo sin despedidas.
Al pie de otro volcán,
¿Hay patria que cantar?
Trazamos
El color de la sombra
De los cuerpos ausentes y nombramos
Lo que la aviva
Con los restos de los borrados
En la lengua de sus verdugos. De ‘En tregua’, 2001
Nubes en la noche
Nubes vanas en la noche,
Así pasan las palabras
Por la aurora irreversible de las cosas.
Todo pensar se declina
En el grito oscuro de lo pleno.
Y yo entre las vorágines te buscaba
Como si así pudiera con tu rescate
Cumplir un luminoso pasado. De ‘A las islas vacías’, 1997
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.