INCRÉDULO A LA FUERZA (Mi poema)
Angelina Muñiz-Huberman (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Así es él, creyente, un descreído
que un día al terminarse la jornada
contempla con rubor no cree en nada
e ignora incluso aquí a qué ha venido,
si acaso es que se encuentra confundido
al ver su candidez le fue robada.

No cree en dios ni cree en los humanos
y duda de si mismo, que existiera,
e intuye, en el supuesto que intuyera,
que el mundo está plagado de gusanos,
de virus maliciosos y malsanos
que llenan de ruindad nuestra mollera.

Que aquí todo es maldad, nada inocente,
quien diga lo contrario mentiría,
y en este cenagal si algo extravía
¡cuidado! se lo lleva la corriente
dejando algún tufillo maloliente
de luchas intestinas en la vía.

Pues nada es de fiar, todo es oscuro,
y hay piedras que te han puesto al caminar
dispuestas a que puedas tropezar,
soñando y renegando del futuro
lugar donde al final se encuentra el muro
allí donde se acaba el divagar.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Angelina Muñiz-Huberman

Pájaros en el silencio

En el reino de la corona
los pájaros en el silencio
fundaron el canto perdido.
Las calles desoladas
rompieron el pavimento
ni un sonido, ni un eco.
Ni una miga
ni una gota
ni el resquicio de una ventana.
Cuchillos afilados
no sonaron
vértebras entrechocaron.
Dueños del silencio
los pájaros volaron.
Y cantaron, cantaron como nunca
ensayaron trinos y más trinos
se deleitaron unos a otros.
Eran los dueños del silencio.
Los humanos callaron y
por primera vez entendieron
para qué llegó la corona.
La corona de la creación
derramó sus perlas
y los humanos cayeron a sus pies.
Mientras los pájaros cantaron y cantaron
no una vez
sino miles de veces
al son de la campana del entierro final.

Los cuatro jinetes de la corona

Se abrió el pergamino de los siete sellos
no ayer sino hoy.
Cuatro jinetes saltaron de las páginas
cuatro caballos
blanco, rojo, negro y amarillo
no ayer sino hoy.
Salpicaron a su paso el aliento de la muerte
gotas de rocío, espuma, saliva
trasparentes, de cristal.
Diamantes de la corona extraviados
signo de todo mal envuelto en dolor
el Invisible recoge su manto y los caballos
al galope no pueden ser detenidos.
Blanco sin principio ni fin, niega su luz
rojo de sangre en éxtasis derramada
negro de hambre desmaya los trigales
amarillo de muerte acecha en las esquinas.
No ayer sino hoy.
La corona de la creación se desmorona
no el Invisible
sino los invisibles
todopoderosos.
Entran y salen de uno a otro confín
espuma entre las manos batida
saliva que se esconde humillada
sola la esperanza del rocío baila
máscara de otros tiempos cubre
deseos de no ser reconocidos.
Como si así se ahuyentara
la corona de todos los tiempos
en este nuestro tiempo renacida
al galope de los cuatro caballos
enloquecidos.
No ayer sino hoy.

VILANO AL VIENTO

Como no tengo raíces
no me entierro.

Ser errante,
ser sin polvo,
ser que no es ser.

Quien no tiene casa
no tiene muro.
Quien no tiene muro
no tiene yedra.
Tal vez hojas de árbol
y plumas de ave.

¿Dónde escribir entonces?

Si no tengo raíces
es que no tengo tierra.
Porque toda la tierra no es nada.
Si no tengo tierra
es que no tengo país.

No tengo país,
no tengo tierra,
no tengo nada.

A veces, en el camino, me siento a descansar.
Y amo el árbol que me apoya.
Y las hojas de cristal titilante.

A donde llego
soy extranjera
de pie leve
y mirada en tránsito.
Rodando de grano en grano,
piedra de río no pulida,
agua que no vuelve a pasar,
sol de cada amanecer.

Como he callado tanto
he olvidado el hablar.
Mis palabras nadie las entiende.
No hay eco que las repita.
De un silencio en otro silencio,
de una soledad en otra soledad.

Mis huellas desnudas sienten la tierra,
y la tierra es la misma en todas partes.
Pero yo no reconozco el tacto de la mía.

Desterrada aún sin haber nacido
ni siquiera me queda el recuerdo,
ni siquiera puedo rebuscar en mi memoria
ni un olor, ni un sabor,
ni un murmullo de no sé qué aguas cadenciosas,
ni un color, ni una forma,
ni paisajes, ni ciudades, ni calles.

Todo lo invento,
todo lo sueño,
todo lo presiento.
Como amante sin amado,
conozco el amor y no sé lo que es.

El viento, la lluvia y el sol
han golpeado mi piel
cada día del año sin herirme.

Pude escoger alguna tierra
y decir que era la mía,
pero no pude aprender a mentir.
Pude haber olvidado
lo que ya era un olvido
para sólo despertar mi memoria.
Me esforcé porque no muriera
lo que no había nacido.
Tuve entre mis manos
criatura sin forma
de sangre que yo perdía.

Creí que el mundo era redondo,
caminé, caminé, caminé,
pero no llegué.

Creí que el tiempo purificaba
y mis temores espesaron.
Los años corrieron.
Cuando volví la vista atrás,
era más el camino andado
que el por andar
y ni un signo,
ni un polvo,
ni un resquicio
en el mundo derruido.

Como siempre,
el invento de cada día,
la mirada que no se ve,
espejo roto, sin soplo.

Vilano al viento
es vilano en busca
de una tierra donde caer.

UNICORNIO DE ORO

Eslabón de los últimos días:
Cae una gota de oro
en forma de unicornio
Extiendo la mano
sin saber lo que recibo
La herencia viene de lejos
—espacio y tiempo, absortos—
lenguaje que no se pierde:
las señas son claras
los grados se confunden
El óvalo del Eterno
señala cada cápsula
envuelta en querencia
Cuerno espiralado
entre las crines revueltas
Su trote retumba
ecos no habitados
paisajes no inventados
Ritmo a ritmo la vida fluye
en una mano que da
y en una mano que recibe.

LOS CABALISTAS

Recibieron de lo alto la voz divina,
la chispa que incendia el corazón.
La palabra sólo la tradujeron de boca a oído.
Nada quedó escrito.
Sobre el agua o sobre el río sí.
Con los nueve atributos del innombrable
Más la esfera sin fin
dibujaron el árbol de la sabiduría.
La escala de la luz
El entorno en exégesis
Fuego negro en fuego blanco:
La página no dice lo que dice
sino lo que hay más allá de lo que dice.
Detenidos frente al lago,
las altas espigas en la orilla,
lanzan una piedra al punto equidistante
y los círculos concéntricos
van expurgando las vías del conocimiento.
Cada uno acoge la enseñanza que cuidadosamente bruñe
entre diamantes tallados
para el iniciado que quiera adiestrar su sonido y su memoria
y el sueño de todas las cosas

LOS ALQUIMISTAS

Dejan correr el agua de la fuente del rosel
húmeda sombra pétrea
frescor no repetido en curva inesperada
mancha salpicada
luz interpretada.
Cristales líquidos y aire lúcido
como reflejo del atanor:
al atardecer suaves llamas
al anochecer fuego pleno.
Dejan crepitar la madera dividida
apuntalan las columnas y envuelven
frágilmente los resquicios.
Que nadie sepa.
Que el buho no interrogue
Que el águila repose
Que el perro dormite.
Sólo el batir de las alas del ángel
el pulir de la fórmula incandescente
el raspar de la espátula,
la burbuja en el alambique.
Dejan sellada la puerta del cónclave
Los elementos fragmentan su unidad: el átomo se ha escindido.
¿Lo difundirán o no lo difundirán?
Bajo siete capas de tierra hunden el huevo filosofal
las esquirlas casi resbalan y el azufre se derrama
pero bajo siete capas de tierra nadie lo descubrirá.
Recogen sus pertenencias, su sabiduría la restringan.
su ciencia la doblan.
Vuelven a los caminos y a fatigar los polvos
Lo que empiezan a expresar no es el conocimiento
sino su leyenda.
Son perseguidos
Son incrustados
Son desangrados.
La gota de mercurio disuelve la tierra

EL CENTRO MISMO

La maraña del árbol circunscribe el espacio
enredando equívocos
sombreando azules
El calor del plomo derrite con lentitud
larvas de pensamiento
entrañas de alquimista.
La selva medianera asfixia los sonidos
intuye los campos
oculta los atajos.
Cómo llegar al centro mismo del centro mismo
si el muro si la piel
obstruyen la semilla
La garza de la neblina levantará el vuelo
cortando con el pico
la opacidad del alma
Salpicará la espuma
apartará la nieve.
En el centro del gran hueco.

LOS ILUMINADOS

a Alberto

Pocos iban quedando, muy pocos,
Se extinguían melancólicamente.
Absortos en la flor blanca del pico de la montaña
Heridos por el aire frío de amaneceres intuidos
Consolados por la luz bendita que parte las nubes.
Al fondo del la cueva, el tabernáculo esperado:
siete brazos con velas encendidas
y el prisma de colores en cada reflejo de llama.
Sus rostros iluminados
Su interior revertido:
sentidos que todo lo han sentido
lucidez que rota la sabiduría.
Callan los himnos extraños
Prorrumpen los silencios obstinados
Con el dedo van siguiendo la lectura de la página sagrada
para que el proceso de la creación
siga siendo el proceso del cristal inusitado.
Al fondo de la cueva, el nacimiento dibujado.

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Donaciano Bueno Diez
Angelina Muñiz-Huberman
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