Pongamos que estoy muerto. Supongamos.
sabemos no es verdad, que eso no es cierto.
Lo noto pues me toco, estoy despierto.
La vida es esa cosa que tocamos.
Se debe de pasar tomando cañas
y a veces esparciendo la simiente.
La vida es esa cosa que se siente,
no debes de perderte en sus marañas.
Que vino a despertarte de un mal sueño,
el sueño ya se sabe que es mentira.
La vida es esa cosa que delira
y te hace hasta morir en el empeño.
Pues solo al caminar tú eres el dueño
que empieza desde el punto de partida.
La vida es esa cosa divertida
que sales a jugar desde pequeño.
Es clara e inquieta.
Es clara e inquieta
y ahueco hoy las manos para brindarla.
¡Cuánta contienen mis manos
de esta dulce agua!
La cojo cuando ágil y naciente salta
—plena de fragancia, de frescor, de iris—
mojando el follaje de mis ansias.
Tomad cada uno prolongado sorbo,
los que váis sedientos de un cristal nervioso.
Impaciencia lucen mis manos delgadas,
vaso que palpita sintiéndose colmo.
Bebed, que se apagan las burbujas pronto
y será agua muerta
el agua bullente que en las manos porto.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.