No sé por qué será, nunca lo supe,
por qué cuando comienza la mañana
me empiezo a despertar de mala gana
creyendo molestando el cielo escupe.
Y hay días en que empiezo de mal genio,
pues ganas no me dan de levantarme,
no encuentro una razón en que apoyarme,
y dudo si existir, eso es un premio.
Creyendo que hasta el cielo se ha nublado,
y el viento ya no sopla suavemente,
dejándome llevar por la corriente
en medio de la duda si he pecado,
me muevo en la galbana y la pereza
y sigo adormilado complaciente.
negándome a tender a Dios un puente
pues meto bajo el ala la cabeza.
Deseo conciliarme con mis sueños
haciéndole al futuro garabatos,
rompiendo a la existencia los retratos
de aquellos que no fueron halagüeños.
Encaramada en la acera,
dando está diente con diente
la churrera.
¡Con cuánta frescura miente
su pregón de: calentitos!
La delatan los mitones;
encubren a diez curritos
de un guiñol de sabañones.
Canción para dormir un pie
A la nana, nanita, nana.
Duérmete chiquirritín
dentro de tu calcetín:
que es de lana.
El niño y las ranas
Al pasar junto a la charca
el niño me preguntaba:
-¿Qué son las ranas?
-Pues, mira niño, las ranas…
-¿Y por qué cantan?
-Pues, mira niño, las ranas…
-¿Y por qué saltan?
-Pues, mira niño, las ranas…
-¿Y por qué nadan?
¡Y no tuve más remedio
que tirar el niño al agua!
Semana Santa
Jueves Santo,
Viernes Santo:
duelo y llanto.
Tanta aflicción es de espanto;
no sé ni cómo la aguanto,
ni soporto ni resisto,
ver al Hombre, ver a Cristo
tragar hiel ¡está tan visto!
Y en filas indias, detrás
y delante, nazarenos,
nazarenos,
nazarenos,
unos diez mil, indio más
indio menos;
el interminable lote,
por docena un iscariote,
de agudos de capirote;
y el impenitente brote
de unicornios,
de bicornios,
de tricornios;
la teoría del cuerno
rogándole al Padre Eterno
que nos libre del Infierno.
Y el blandón, el cirio, el hacha,
y el hacha, el cirio, el blandón,
y suma y sigue la racha,
y, ¡toma!, más procesión,
y otro paso y otro envite
y el asunto se repite,
si no hay lluvia que lo evite,
hasta que Dios resucite.
Y, ¡qué tonos!,
la semana está de monos.
Y, va que arde, de cera
litúrgica, la carrera;
la de Cristo, nos espera:
muchos,
muchos,
muchos,
muchos
¡¡cucuruchos!!
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.