Planto mis pies heridos en la arena, en sus partes sensibles relamidos -pies húmedos de sal, de piel curtidos- en playa tan sutil, dulce y serena, bañada por el mar con sus gemidos.
Yo te azuzo: ¡burrito arre que arre, sin parar vueltas dándole a la noria trotando en tanto el polvo el rabo barre, que a tu esfuerzo le esperará la gloria.
Aquí está dios sentado en la marisma platicando a la gente de la calle comentando lo que es la vida misma, costuras, descosidos, con detalle del hábitat su prisma.