Protesto. Que me niego. No lo admito. No quiero que haya nadie que me pise. Incluso si el que lo hace ya me avise. Que sepan su pesar me importa un pito, con su pan se lo guise.
Así es él, creyente, un descreído que un día al terminarse la jornada contempla con rubor no cree en nada e ignora incluso aquí a qué ha venido, si acaso es que se encuentra confundido...
Engáñate si quieres, tú te engañas, aquello que era tuyo ya no es, era, que fueron convirtiéndose en patrañas sacándote la sangre cual pirañas, no quieres admitir hoy tu ceguera.
Que ha llegado hasta aquí sin tener casa, sin nada, ni sustento que alimente, le impulsa a presentirse indiferente, ausente de la vida y lo que pasa, dudando si es que vive o lo presiente.
Está sólo y vacío sin agarre, sin nadie que le invite y tome asiento, con barco a la deriva y sin amarre dejando aquí la broza en lo que barre vagando por el mundo como el viento.
Ansias de sed. Los pájaros hambrientos arrastran sus pezuñas sobre el lodo que pasan junto a mi. Van codo a codo. posible sean mas de mil. Quinientos seguro que yo he visto que, beodos,
Me iré, sé que me iré, cuando me vaya apenas dejaré en alguna esquina de la que fuera, humilde, mi atalaya en el lado u orilla de la playa una gota del pino de resina.
Que fue un día, quizás fuera una noche, ¡qué más da que fuera lo que fuera!, que un malage, quizás fuera un fantoche a una bomba pego bajo tu coche y explotarla activó en la carretera.
Hay siete niños ciegos. Palestina. ¿Otros siete? ¡qué más da, y qué decir! Otros siete a añadir. No hay medicina que a los hombres obligue a discurrir según la ley divina,
Callar nunca fue fácil, la injusticia campando va a sus anchas, se nota su presencia por las canchas, allí donde produce alguna picia, o surgen avalanchas.
Aquello que de niño me vendieron hoy dicen ya no existe, se ignora lo mataron o murieron, y empiezo ya a dudar si me mintieron, quizás es que jugaran al despiste.