Hoy recibí una carta con tus besos, los pude percibir sin que la abriera, aquellos que te diera en primavera ingenuos, espontáneos, de embelesos, y guardo en mi nevera.
¿Por qué no imaginar?. Yo si imagino que un día ha de llegar después cien años ¡qué digo cien! perdón si desatino, que aunque parezca exceso estoy de vino no pretendo embaucarles con engaños.
Se fue aquel hombre que todo lo sabía, que asesoraba él mismo al ignorante, el que era ingenuo y el que era un petulante, agnóstico, el ateo, el que creía de la verdad supina un fiel
Ya sabe que es mayor, mejor, que es viejo, la muerte va pisando sus talones, que escaso anda de vicios y pasiones, y de cerca precisa un catalejo para trazar renglones.
Si hoy yo pudiera hacerme otro cerebro o si dios al hacer me consultara haría al que es actual un buen requiebro evitando que fuera cual enebro torcido, y si es posible enderezara.
Daría mi alma al diablo si el diablo lo admitiera partiendo del supuesto que el alma sirve de algo, si poco es lo que queda, coger lo que quisiera o con piedad pidiera decirme nada valgo.
¿Qué sería de la vida sin humor? Le daría al trasero una patada de quien fuera, que le hizo esa trastada, a ese mismo que le trajo sin pudor metiendo en la manada.
Supongamos que hallamos a un puntito en medio del bullicio entre la gente y a tu chepa se sube y pega un grito que se oye desde Oriente hasta Occidente.
Hoy me he subido a un banco para acercarme al cielo, cogerle con la mano, pintarle de amarillo, hacerle más cristiano rompiendo al fin el hielo sentirle más cercano y hacerlo más sencillo.
Aunque no me lo creáis tengo una fuente que echa un líquido de un blanco virginal. En verdad, no es una fuente muy normal, así sea que se pare de repente o aumente su caudal.
Vivo en piso alquilado sin puertas ni ventanas donde las amapolas no salen a pasear como no tengo vistas no puedo ver el mar las olas disfrutar, ni el sol en las mañanas.
No me digas que no puedes respirar, que no logras suspirar cuando te miro si a tus ojos los confundo con el mar y me incitas a temblar porque te admiro.
Está sólo y vacío sin agarre, sin nadie que le invite y tome asiento, con barco a la deriva y sin amarre dejando aquí la broza en lo que barre vagando por el mundo como el viento.
Yo sostengo que el poeta es inventor de historias que construye con palabras, con ladrillos arrancando en su interior o sacando de su entorno alrededor para hacerlas felices o macabras.