Yo nunca fui a Madrid, me dijo un día un tipo valenciano entrado ya en edad, un hombre anciano, que al ver que en un asiento yo leía me vino a dar la mano.
Yo te busqué entre las palabras raras de un crucigrama, las salidas inexistentes de un laberinto, hurgando en los muros medievales de la catedral de Burgos,..
Escribir cada día es un suplicio, escribir cada día es placentero, la forma de sacarte a ti de quicio, dejando a tu relajo sin resquicio, igual que un pordiosero.
Que el alma no se rinde, se resiste, haciéndose preguntas pasa el tiempo, intenta adivinar por qué viniste y nunca comprendió por qué te fuiste, ¡maldito contratiempo!
La vida es una estafa. Es evidente. Que aquí no pintas nada. Pues naces sin saberlo, de repente. Sin nadie preguntar ni ser consciente ya estás en la manada.
Te incrustaron rencor desde pequeño, tanto odio te inculcaron en tus venas que hoy te impiden soltar ya esas cadenas truncada por el tiempo en un mal sueño.
Vosotros los que sois tan buena gente que hacéis un lado a parte a la razón, propensos a morir de compasión si os pide una limosna un indigente y os toca el corazón.
Como la mayor parte, de pequeño yo era un niño glotón y muy egoísta. Mi madre, la misma que insistía en que a mi me comía a besos, frecuente, con rabia me reprendía: ¡hijo, ya está bien! ¿otra vez comiéndote
Los toros no me gustan, lo confieso, ¿matar para comer? me causa pena, la flor cuando marchita es mi condena e incluso cuando miro y veo a un preso el alma se me encoge, a mi me apena.
Me acerco hasta mi hogar. Tomo aire fresco. La vida se me escapa a cada paso. Me pongo a recordar. Hago un repaso. No sé qué pinto aquí que nada pesco y nadie me hace caso.
Supuse que aquel cura no era tal el día en que me quiso meter mano, decía que el amor no era malsano y quiso convencerme el carcamal que así era un buen cristiano.
Creí entender que amigo me decías y yo, que ni siquiera sé quien eres, gocé de los halagos que escribías, después pensé mejor, que me mentías y al fin ya concluí ¿qué es lo que quieres?
A veces beberás donde no haya agua si hay muchos como tú que la bendices, que allí es donde se cazan las perdices hurgando por debajo de la enagua de insignes meretrices.
Pintar, pintar..., yo ya no pinto nada, que soy como el pintor que está acabado, la brocha de no usar se le ha secado, del bote la pintura en desbandada en busca de otra novia le ha dejado.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.