Una gota, silencio, cae otra, y otra más la que sigue a otro silencio, la nostalgia que en el pretil se empotra y otra y otra que escucho o que presencio.
El hombre, ese es el único que mata al otro al que le dice que es su hermano, que tiene compasión, tiende la mano y cuando está en el suelo le remata mostrando es inhumano.
Prometo, no fui yo quien lo pidiera, yo era un niño cantando el "Cara al Sol", una especie incipiente de español al que un día robaron la cartera y hoy se siente cual fuera un esquirol.
Ante todos vosotros me desnudo, las vergüenzas que guardo hoy las aireo -yo era un niño jugando en el recreo- y hoy ya triste al pensar se me hace un nudo y doy siempre un rodeo.
Las guerras, ¿quiénes hacen? los humanos, los mismos que, ¡soldados a la guerra!, envían a matar a otros hermanos, y arrastran sus miserias cual gusanos y luego con honores los entierra.
Sean malditos aquellos gobernantes que ascienden al estrado haciendo astillas y suelen observarte en sus mirillas tratando cual muñecos figurantes que escupen a rabiar con sus colillas.
Nadie sabe quien soy, nadie me ha visto saltando entre la lluvia cuando llueve, haciendo marionetas con la nieve tampoco cuando visto y me desvisto si intento hacer un ocho y hago un nueve.
No debieras quejarte, que hay peores, los muertos que no tienen quien les recen, o mueren ya al nacer y no envejecen, pintando van de negro los colores.
Quédate en silencio. Cierra los oídos. Solo, tú estás solo. Lo demás no existe. Si te sientes muerto, si te sientes triste, mira a tus adentros, palpa sus latidos.
Que campos yo he visto llenos de tristeza, de sueños sedientos que al cielo bramaban, a huraños rastrojos que a dios suplicaban reclame a la lluvia no tenga pereza.
Destruir es más fácil. Construir precisa habilidad y de talento, esfuerzo y no morir en el intento tratando más de dar que en recibir, del ánimo el sustento.
Hoy demos paso al dios de la palabra, la única que es voz en la disputa así sea inocente o disoluta, la misma que al espíritu le labra mostrando las vergüenzas de una puta,
La tarde está muriendo. Y el ocaso se asoma silencioso en la colina denunciando a la vida y su fracaso, el tiempo que le resta tan escaso su exceso en insistir que es de propina.
Yo creo en la bondad del ser humano, mas ¿qué digo creer?, mejor, creía, la culpa es de un sujeto, de un rumano que el móvil me ha arrancado de la mano en tanto que noticias yo leía.
Es de un pueblo de tierras sin preguntas, de iglesias y campanas siempre a solas, lugar donde relucen amapolas y a todo los paisanos sacan puntas en luengas merendolas.