Dicen que el paraiso está allí arriba en lo más alto, donde plácidamente se encuentra el dios bendito, que para subir no es suficiente dar un salto y para que te oiga no precisas dar un grito.
¡Oh, ese feliz paraíso prometido! ¿por qué te has ido?, di, ¿dónde ahora estás? No me insistas que aún existes, que no más soy un ciego que no ve, que está perdido.