AÑO INTERMINABLE (Mi poema)
Marie Gouiric (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA …de medio pelo

 

Ese año se me hizo interminable,
pues nunca se acabara pareciera,
ausente de verano y primavera,
debióse de olvidar qué es ser amable
haciéndole a la vida llevadera.

Recuerdo las etapas de esa estancia
de escaso disfrutar y a la deriva
sin nadie que se acuerde o que le escriba
y miedo a perfumar con su fragancia
cernido en el tamiz de aquella criba.

Aquel año pasó, y fue el siguiente
que vino a recordar con sus esquelas
y aun sigue hoy apretando sus espuelas
el eco de ese miedo intermitente
que marcan las campanas y las velas.

Preciso es anotarlo en mi existencia
robada por la gracia del destino
que vino aquí a acortarme mi camino,
forzándome a purgar la penitencia
sin culpa, así exigiera un ser divino.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Marie Gouiric

Marie Gouiric

HOY EN LA ESCUELA VI ALGO MUY

Triste.
Por eso me gustaría escribir algo hermoso
y suave que suene así
y se lea así
como leen algunas chicas
que escuché leer y me
gustaron.

Como se les caía el flequillo sobre los ojos, me gustaron.
Y como se mojaban los labios
secos
de leer así, tan bajito
como besos
a alguien que ya finge estar dormido
para finalmente dormirse. Me gustaron.

Porque para dormir hay que fingir primero:
acostarse, echarse como un perro.
De lado o boca abajo. Cerrar
los ojos, llenar
la panza de aire
y largarlo en cámara lenta. Llenar la panza
de aire
y largarlo lentamente. Hasta que
sin que lo notemos
nos caiga el sueño encima
y eso que actuábamos estar
-dormidos-
se vuelva verdadero.

Hay espaldas que se curvan hacia adelante
apenas unos centímetros,
cuatro o cinco,
porque hace mucho que nadie
ni nada
las abraza y les dice que
las quiere.

Entre esas jorobas latentes
está la mía y la de otros
renegando en su curva para que las quieran.
Recuperándose
de creer la confianza como una coraza.

Como una coraza
hay chapas autoritarias. Una chapa
al lado de otra chapa, al lado
de otra chapa. Con un policía junto
a otro policía,
a otro policía,
a otro policía
y a otro policía. Policía, chapa, chapa, policía.
Chapa chapa, policía. Todo inútil.

Que sirva, pero que sirva denserio
esto que leo así, medio gualichero
corte consuelo
para no volvernos como una chapa milica
enterrándose en la tierra
a la orden de
enrejar un parque que merece seguir abierto.

Que suene como si sirviera para
dormir juntos
apilados como cucharas
sin que nos toquemos un pelo, ni nos insinuemos nada.
En un colchón pequeño y acaroso
pero que amortigua la dureza del suelo. Pero que sirve. Que
te apoye el cuerpo:
Como un pañuelo la cabeza sobre el pecho. Mi pierna izquierda
acariciando tus piernas, cuando me muevo.

Banquémonosla y pongámonos encima
las ganas molotov de esas chapas bien crucificadas
entre ellas, contra el suelo, en columnas de madera.
Que supieron armarse en forma de rancho
después de ser encontradas en el basural que recibió los escombros
de algún edificio demolido.

Hablo del alivio
que tiene el metal liviano
cuando no lo vuelan las tormentas
y con sana distancia protege
del aire fresco que viene del río
a la pequeña en la familia desmembrada, que mira y adivina
lo que sale del tubo fundido del tele
en su último esfuerzo por entretener.

Mis preferidas

Que vivan las zorras, las negras, las putas,
las rubias teñidas.
Las que invitaron con su desobediencia
a que la violencia les rompa la jeta
y aprendieron a sanar sin dejar de retobarse.
Las que no aguantaron
las que duermen con pastillas.
Las atorrantas, las que no cocinan,
las que se dejaron caer al piso
las que trabajan cama adentro
las que tienen verga
esas, por favor, que vivan.
Las que cuando casi se la estas poniendo
se te ríen, te dicen “no, no quiero”.
A las que putanean tranquilas
vida larga, pero muy larga
qué digo, larguísima
a las que se arrancan los fetos
con pinzas.
Para esas que tuvieron miedo
y se fueron lejos,
a pedirle permiso a la distancia
y a las ciudades grandes
de ser así
tortas, marimachos, camioneras,
bocas sucias, de cloaca,
mal habladas, mal vestidas, mal peinadas,
las que no sirven
aunque hagan.
Esas que vivan,
futboleras que se hermosean bajo el naranja
con que las baña el sol
en un atardecer de campo.
Dulces con el viento suave
entre los yuyos
son espigas.
Para estas
que se besan entre ellas, vida
que se fabricaron una concha, vida
y que desafían “nunca voy a parir”
nono
desafían “siempre voy a ser madre”,
vida.
Las más turras de todas, que vivan.
Las que conocen el peso de un puño de varón
porque usaron el cuerpo de balanza.
Las que se pusieron unas lindas siliconas
que tal vez algún día
salvarán a sus corazones de las balas.
Las que se cuidan entre ellas,
las que lloran la esclavitud de sus madres
saliendo a bailar,
acostándose o de paradas,
las que cobran, las que se regalan
que vivan
las que se contagiaron
las que se masturban
las que envejecen humedecidas.

Sin forma y hermosas,
que vivan
expulsadas de las mesas familiares
mandadas a tapar.

Estas que son las peores,
que vivan aunque las haya atrapado la muerte.

Que vivan con sus manos hermosas
venosas y gruesas como pijas.

Las del resentimiento y la bronca,
las que no tranzaron con el perdón,
esas por favor,
que vivan
por vagas, por gordas, por yeguas, por chorras,
por chantas, por burras atrevidas.

Preciosas
nunca falten,
nunca cedan ante las promesas de la mansedumbre
ni se acobarden ante el cansancio y el costo
de todo esto que son.

Vivan ustedes, por todas las otras
que todavía no se enteraron,
o no les sale
o no se animan.
Y si mueren,
que una procesión de todas nosotras las abrace,
las llene de flores
y las llore y las nombre
tan fuerte y tan alto
hasta resucitarlas.

Por dónde saltar

Los días eran tamariscos en las vías,
mariposas dejadas en libertad al caer la tarde
porque éramos enseñados buenos.
Probar el girasol que caía de los cargueros
que los noventa dejaron
librados a su suerte insalvable
de volverse galpones abandonados,
pueblos grises con un montón de
pedazos de óxidos viejos.

Una mujer la dicen hermosa
cuando luminosa
en su casa sabe cortar telas,
mandar a los hijos a bañar.
Ahorrar dinero.
Hacer cosas de bruja blanca:
curar el dolor de panza
con un algodón mojado en alcohol
sobre la parte doliente.

Pero qué se dice si un día confiesa:
no cocino, ni quiero lavar,
ni sonreír, ni endulzarle el oído a nadie.
Prefiero tirarme al piso.
Cuando me digan: –pará que estoy hablando-
voy a insistir: yo también quiero hablar.
No quiero esperar el turno que otro me da.

Alcira del chalet de a la vuelta,
tan buenita y calladita
nadie se explicaba
que un día de la nada,
se apoyara sobre el pecho
el fierro del marido para cazar.
Abrió esa mañana clara
con el metal forjado
un agujerito en su pecho por donde sangrar
o al menos por donde le entre un poco de aire.
Un pequeño agujero por donde saltar
que se escuchó en toda la manzana,
desparramó los loros de los cables.

Perdón, pero
qué locura hermosa.

Del marido se decía
pobre hombre,
ahora hace todo él solo.
Peina a las hijas
y aunque trata de ser moderno
ellas lloran la vergüenza del peinado.
Él también se desespera, pide:
-cuidemos la limpieza,
que nos va a comer la mugre.

Ojalá siempre seas mi amiga

El trabajo a veces nos quema la cabeza.
Así que llamé a Silvita
y le conté que me sentía mal.
Ella me consoló algo así como que
la culpa no sirve para nada.
Que las cosas tienen que
sumar o sumar.
Que el que mucho abarca poco aprieta.
Pero que hay dos momentos diferentes:
Momentos para abarcar.
Momentos para apretar.

Ahora destapé una y calenté las lentejas.
Y quiero decirle a mis alumnos que me perdonen
por las veces
que en vez de pedirles que me escuchen
les digo que se callen.
Por los porque sí, los porque no.
Mandonearlos. No conocerlos bien.
Tratarlos de usted. Señalarles la vergüenza.
Enojarme con el desgano.
Calentarme con el desamor que tienen por las cosas
que a mí se me viene a ocurrir
que están buenas.

Por ese afán absurdo,
al que obedezco por obrera,
de ordenar las filas –rotas–
parándolos encerrados en baldosas,
separados uno detrás del otro:
—¡La mirada al frente!
¡Está prohibido darse vuelta!
(Casi siempre me doblo y les sonrío bajito
o les acaricio el hombro
cuando le cantamos a la bandera).

No puedo adoptarlos
ni llevarlos a todos de la mano.
En este tiempo se supone que comprendí
que no voy a cambiar la escuela:
sólo soy una maestra.
Hacemos lo que podemos, la piloteamos.
Nunca les voy a regresar al Tata y a Mayra
su madre muerta.
Ni le sacaré las ojeras a Valentín.
Ni volveré a saber nada de Yésica.

Sentir que no se puede cambiar nada
es la que más raspa de las violencias.

No sé cómo explicar algunas cosas
para que se entiendan.
Por eso a veces reparto papel glasé de a montones,
fotocopias con sopas de letras
y lleno los pizarrones de dibujos.
¿Cómo amamantar la hambruna
de los cachorros de otras fieras?

Ojalá pudiera calentarles el agua.
Despiojarlos. Empacharlos.
Llenarles de crema la piel seca.
Invitarlos a pasear.
Tener un regalo para cada cumpleaños
y no esos tontos tirones de orejas.

Una vez hice algo por uno:
le mostré cómo atarse los cordones
con una imagen simple:
un cordón doblado es una orejita de conejo.
El otro cordón doblado,
es como una orejita también.
Después una acción un poco menos sencilla:
apoyás una orejita sobre la otra como una cruz.
Pasás la oreja de arriba por debajo de la otra
y tirás.
Así se fabrica un moño.

Espero que algún día, cuando necesite trabajo,
él pueda decir:
—Sé atarme los cordones.
Y su futuro patrón lo abrace con alegría.

Y que cuando los chicos del barrio le pasen la
bolsa él diga:
—Sé atarme los cordones.
Y los chicos le respondan:
—Perdonanos, ni sabíamos.
Y que cuando su novia dé a luz él diga:
—Sé atarme los cordones.
Y todas sus cosas sean hechas nuevas para siempre.

También sería muy bueno
que cuando su hijo lo haga enojar
él, arrodillándose,
le agarre los cordones y le muestre:
—Primero una orejita de conejo, después la otra.
Las cruzás en cruz. Hacés la parte difícil que es
pasar una oreja por debajo de la otra y tirás.

Ahora nada sabemos,
ni tenemos maneras de saber.
Nadie sabe el poder de un nudo bien hecho
(un moño es un nudo, sólo que hecho con belleza).

Lo que ahora sé
es que con suerte pagaré las cuentas,
ahorraré un poco para el verano

y me tomaré esta cerveza
que, con un poco más de suerte,
me ayudará a dormir.

Un libro muy bonito

Ahí mismo en la librería
no conseguí comprarlo
estaba agotado y reservado
pero si pude leerlo
hasta la mitad.
Estos días descanso
y aprovecho
para hablar así nomás
contarte este pedacito
del libro
que escribe una trava
que se llama Marlene Wayar
¿La conocés?
Marlene
sabe que cuando una levanta
un cacharro de barro
y se rompe
después una lo repara.
Pero que el material tiene memoria
avisa
y que por eso cuando el cacharro
reciba un golpe de frío o de calor
una fricción
va a volver a quebrarse
en ese mismo lugar
donde alguna vez lo reparaste.
Y lo mismo pasa con una
que acumula el daño
aunque este reparadita
a simple vista.
Hasta que un día te dicen
una malapalabra,
tenés un mal momento,
ves una película,
un dibujito animado
y te pega todo ese daño junto
y no podés parar de llorar
y te dicen “Estás loca”.
Marlene dice que es esa memoria
que se vuelve a quebrar
en cada uno de esos rasgones.
Quería contarte esto
que explica ella,
porque lo hace muy bien
mucho mejor
de lo que yo hubiera
podido hacerlo
porque entonces
capaz entiendas algo
y no tengas susto de mí.
A mí me dio claridad, igual
seré más cuidadosa.

LEY 26.485

Se la bate
a todo lo que malogre tu cuerpo,
que vuelva cualquier parte de él
un ojo negro,
un estuche de puntos ciegos.

También lo que apague
como a botellazos
tus ideas luminosas de mezquino consumo
de frágiles watts. Lámparas miedosas
que de tanto entrenamiento duro
tiemblan y bajan su tensión con la vibración
del sonido del motor del auto,
que en la puerta de la casa
amenaza que a minutos está del próximo round.

Sería que se la pone
a todo lo que pelee contra tus ideas y tus
sentimientos
en desventaja.

Para esos sentimientos hay palabras: Para la tristeza
hay la palabra tristeza,
Para el miedo
la palabra miedo,
Para el desamor,
la desamor.

Para la palabra violencia hay
imágenes:
Una cara envejecida antes de tiempo
como si un elástico le cruzara la frente;
el ruido delator de los platos rotos
y un patio que él cubrió con cemento la tierra
donde ella quería poner helechos y malvones,
gajitos que trajo del interior.

Ni cabida a todo lo que
arruine la manera que vos tenés de verte, corte espejo;
Que sea descansero, con lo que hagas. Manipulero.
Que atrevido
te malondeé con si querés terminar el secundario,
cambiar el bar por una tiendita de ropa o
salir a vender pan casero.

Eso que te quiera decir como bailar,
de lo que te rías;
que si te ponés la pollera
corta, el jean
ajustado
o la remera muy
apretadita.

Que te sargentee o te delire
si te cabe ir a la iglesia
de la pastora norma o a la misa.
Tirarte las cartas.
Prenderle una vela
a la estampita del gauchito gil
arriba de la repisa.

Que te haga callar en la mesa.
Que te haga callar en la pieza.
Que te haga callar en la vereda.
Que te haga callar delante de los chicos.
Que te haga callar cuando el partido.
Que te haga callar cuando te haga el ruido el estómago.
Que te haga callar cuando estés a solas con
esa que eras vos.

Tampoco que con la bandera del amor
te tenga chivando contra las cuerdas,
vigilanteandote con quién hablás,
a quién mirás o a dónde van tus piernas
o los mensajes de tu celular.
Permiso y plata se le pide al banco y a los viejos.

Hay cosas que son legales nomás
y más que legales divertidas
en las letras de cumbia, adentro de la boca de Dalila.
Ahí nada más se menean, ahí te excitan.

Rajá, tomátela. Plantate groso.
Parate de manos. Pirátela.
Forcejeá. Escapá. Agitá.
Cuando se te queme
el rancho
abanicá las ventanas.
Sacá el humo quilombero afuera,
disfrutá cuando el fuego infiel agarre el campo
seco desde hace años.

Mientras todo se va a la mierda,
sentate en el cordón cuneta,
como cuando el Cristo hizo sentar a
la multitud que lo seguía sobre el pasto
para organizar la comida de los panes y los pescados.
Lo primero que necesitas es descanso.

Sin culpa mirá como se viene todo abajo:
Se caen las chapas, se derriten los vasos.
El calor explota las copas en la vitrina fuera de moda.
Se incendian los tapizados de las sillas
retapizadas con la misma tela
con las que cosiste las cortinas
con tus propias manos
mientras todos dormian.

Quedate tranqui.
No sos zorra, ni putita. Ni te gusta que te
bajen los dientes. Creeme
se puede levantar una
ciudad
en ruinas.
Creeme
se puede levantar una
ciudad
en ruinas.
Creeme
se puede levantar una
ciudad
en ruinas.

Nadie es sola, ni mucho menos solita.

Lo dice la ley mamita
que no puede hacerte sentir culpable
el limón que olvidaste para las milanesas
que empanaste
con tus propias manos.

No son las que te hacen llorar,
las raíces amargas crecidas
de tu pelo teñido,
ni el esmalte que se saltó
de tus uñas escamadas.

Creeme
se puede levantar una
ciudad en ruinas.
Se puede levantar una
ciudad en ruinas.
Se puede levantar una
ciudad en ruinas.

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Autor es esta páginna

Donaciano Bueno Diez
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