MALDITOS CURAS VASCOS! (Mi poema)
Laura Wittner (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

A mi que me enseñaron la religión cristiana,
a mi que me educaron sin distinción a amar,
que todo era sagrado, pecado era matar,
no hallando ni un lugar para la mente insana.

De Dios los sacerdotes, dignos representantes,
sus sabias directrices se habían de acatar,
mas yo que era inocente nunca pude pensar
que fueran la Maldad en manos de farsantes.

Cuando ETA les mataba no tuvisteis clemencia,
ni misas ni responsos cual viles animales,
usasteis vuestros votos, gudaris, criminales,
pringando sobre el fango hasta vuestra conciencia.

Ni un pito os importó que fueran inocentes,
ni así fueran creyentes, ni el sexo ni la edad,
llenasteis vuestros ritos de tanta suciedad,
de mierda hasta los topes tiznasteis vuestras mentes.

Malditos curas vascos, matasteis mi inocencia,
malditos curas vascos, seáis siempre malditos,
que todos por igual por mi ya estáis proscritos
si acaso existe un Dios fuisteis su decadencia.
©donaciano bueno

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Yo, que fui educado en el catolicismo, estudiando filosofía e incluso teología en un colegio de Fuenterrabía de los Padres Agustinos Recoletos, perdí esa creencia, al menos en el dios que me habían enseñado, al ver como la banda terrorista ETA día tras día asesinaba a inocentes y cómo los sacerdotes en el país vasco se negaban a prestarles incluso los últimos auxilios. Esa iglesia nacionalista no era la iglesia universal que a mi me habían enseñado. Sería injusto no hacer mención aquí al Padre Jaime Larrinaga, quien alzó su voz valientemente. En su memoria.

MI POETA SUGERIDO:  Laura Wittner

Verano puro

El calor trajo un zumbido permanente:
un rumor de edificios electrizados
mantiene en equilibrio
tanta inmovilidad.
Ventana tras ventana
exhibe una persona tendida leyendo
a la luz insectívora de veladores.
Unas pocas escenas iluminadas
por el televisor. Dos que ofrecen
partes de cuerpos
recién duchados.

A medianoche el cielo ronca como un mar.
Abajo el viento arrastra cosas ligeras
contra superficies duras.
Lanza formas
varios metros hacia arriba
que aterrizan segundos después. Reposeras
en balcones
aun plegadas
caen de panza.

Alguien avanza sobre el patio con linterna
pensando cómo prevenir la inundación.
Hay un punto
titilando en la memoria
y varias líneas de pensamiento
que primero se desbocan pero después
decaen. La piel está húmeda
de múltiples maneras.
Se hace imposible desenredar
el detalle de la cita de la intención de teoría.
Se hace evidente que no hay nada que entender.

Los chicos juegan en la plaza

Más atrás siluetas juegan tenis.
Todavía más atrás está el zumbido
que se eleva desde algún fluir de tránsito.
Y más atrás el paredón
irregular de los edificios caros
de los cuales a esta hora sólo uno
y sólo en los dos pisos superiores
retiene luz de sol, bastante aguada.
Ahora, fijate lo que pasa:
de entre la ronda de pinos que son tu primer plano
alguien, un pájaro, rompe a trinar
a todo lo que da,
con desafío y con oficio:
es breve lo que emite, y eficiente.
Si estabas con la vista sobre el libro
al mirar hacia arriba entendés de un tirón
qué es lo que imanta esas capas superpuestas
de urbanismo irreal que te contienen.
Cómo es que no se desmoronan
estrato por estrato dejándolos a ustedes
desnudos en mitad del escenario.
Pero entender fue tan fugaz
como el grito del pájaro.

Lo luminoso que se ve de noche

En las épocas míticas salía sola de noche:
salía al patiecito y pisando la maceta
trepaba hasta la medianera y me sentaba
a interrogar los cielos desde lo más profundo
del corazón de Villa Crespo. Porque si antes
las estrellas señalaban el camino en el mar
tal vez ahora esta galaxia de neones,
resplandores de hielo, ventanucos de baño,
rayos móviles provenientes de ferias,
la cautivante sincronización
de las luces de pasillos de edificios
pudiera sugerirnos variar unos centímetros
el recorrido, a ver dónde llegamos.

Un helicóptero en un cielo negro
es su luz blanca y su sonido jadeante.

No por urbana la luna es menos poderosa.

Últimamente veo desde mi balcón
algo como una grúa inmensa,
una viga infernal que, paralela al cielo,
se encaja entre edificios altos
como dispuesta a rearmar el panorama,
delimitada por dos luces fatuas:
punto rojo en un extremo, y en el otro
la extrañeza hecha luz: un rectángulo verde
fluorescente, imposible de entender: de día
parece una pantalla que proyecta
en continuado y para nadie, y de noche
refulge en el centro de su hueco
evocando desplazamientos mudos
que hablan de lo difícil que es fijar impresiones.
Refulge desde allí como un dios verde
de Philip Dick, con resabios de Lem.

LOS CHICOS JUEGAN EN LA PLAZA

Más atrás siluetas juegan tenis.
Todavía más atrás está el zumbido
que se eleva desde algún fluir de tránsito.
Y más atrás el paredón
irregular de los edificios caros
de los cuales a esta hora sólo uno
y sólo en los dos pisos superiores
retiene luz de sol, bastante aguada.
Ahora, fijate lo que pasa:
de entre la ronda de pinos que son tu primer plano
alguien, un pájaro, rompe a trinar
a todo lo que da,
con desafío y con oficio:
es breve lo que emite, y eficiente.
Si estabas con la vista sobre el libro
al mirar hacia arriba entendés de un tirón
qué es lo que imanta esas capas superpuestas
de urbanismo irreal que te contienen.
Cómo es que no se desmoronan
estrato por estrato dejándolos a ustedes
desnudos en mitad del escenario.
Pero entender fue tan fugaz
como el grito del pájaro.

DEMOLIERON EL HOTEL DE ENFRENTE

Demolieron el hotel de enfrente
en no más de tres días
así como el avión del que bajé
volvió a hundirse en el cielo
mientras yo empujaba mi carrito
y empujaba hacia el fondo el castellano
componiendo mi mejor versión:
agente secreta en migraciones
o capataza de obra
parada con las piernas semiabiertas
sobre las últimas ruinas
de lo que alguna vez fue un tercer piso
con el casco bien puesto
y la mirada en señal de rompan todo.

ESTOY LEYENDO EN EL CONO DE LUZ

Estoy leyendo en el cono de luz
turbia y amarillenta que da el auto
con el cinturón puesto, con la niña dormida
a lo largo del asiento de atrás
con el cielo, afuera, oscureciéndose
con el silencio, adentro, aproximándose
al momento esperado: la abducción
certera y minuciosa hacia otro cielo
otro auto, otro cono de luz
igualmente turbio donde sigo leyendo.

FÁBULA DEL GRAN DANÉS

Yo dije por decir: me gustaría
tener un Gran Danés, porque en la calle
qué regios quedaríamos.
Él a mi lado, un novio principesco,
y yo despreocupada, conversándole.

Y se me respondió: qué estupidez,
qué proyecto imposible.
¿Quién puede mantener un Gran Danés?
Es grande, caro, tonto, blablablá.

Alguien que así se expresa, pensé yo,
no te conviene. No sabe interpretar
tus devaneos. Baja el puño
sobre la fantasía salvadora.
Alejate de él. Y me alejé.
del libro La altura (Buenos Aires, Bajo la luna, 2016)

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Donaciano Bueno Diez
Laura Wittner
: Autor
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Y un día lo impusieron, un amigo¿mas si…
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