Como el viento va besando tu mejilla,
se pierde y en un tris tras desaparece;
como el sauce que en la orilla hoy se mece
y mañana ya cayó en la misma orilla.
Hoy ya es pasado y pasado dios dirá,
los días raudo corren, pasan los años,
entre lágrimas de amor y desengaños
pero pronto una hoz tu espiga segará.
Se irán hacia otro lugar ¿quien sabe donde?
quizás los sueños se guarden en armarios.
¿acaso exista un lugar que dios esconde
y que evite publicarlo en los diarios?
Se van y al minuto que pasa se nos van
en ese tren que es de corto recorrido,
sin siquiera gracias dar de haber venido
y tampoco preguntar a donde irán.
No puedo verte triste porque me mata
tu carita de pena, mi dulce amor.
Me duele tanto el llanto que tú derramas
que se llena de angustia mi corazón.
Yo sufro lo indecible si tu entristeces,
no quiero que la duda te haga llorar,
hemos jurado amarnos hasta la muerte
y si los muertos aman, después de muertos amarnos más.
Si yo muero primero es tu promesa
sobre de mi cadáver dejar caer
todo el llanto que brote de tu tristeza
y que todos se enteren de tu querer.
Si tu mueres primero yo te prometo
escribiré la historia de nuestro amor
con toda el alma llena de sentimiento;
la escribiré con sangre, con tinta sangre del corazón.
La copa rota
Aturdido y abrumado
por la duda de los celos,
se ve triste en la cantina
un bohemio ya sin fe.
Con los nervios destrozados,
y llorando sin remedio
como un loco atormentado
por la ingrata que se fue.
Se ve siempre acompañado
del mejor de los amigos,
que le acompaña y le dice:
“ya está bueno de licor”.
Nada remedia con llanto,
nada remedia con vino:
al contrario, la recuerda
mucho más su corazón.
Una noche, como un loco,
mordió la copa de vino,
y le hizo un cortante filo
que su boca destrozó.
Y la sangre que brotaba
confundióse con el vino,
y en la cantina este grito
a todos estremeció:
“No te apures compañero
si me destrozo la boca,
no te apures que es que quiero,
con el filo de esta copa,
borrar la huella de un beso
traicionero que me dio.”
“Mozo, sírveme la copa rota,
sírveme que me destroza
esta fiebre de obsesión.
Mozo, sírvame en la copa rota,
quiero sangrar gota a gota
el veneno de su amor.”
“Mozo, sírveme en la copa rota,
sírveme que me destroza
tanta fiebre de obsesión.
Mozo, sírveme en la copa copa rota,
quiero sangrar gota a gota
el veneno de su amor.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.